En Casabindo, la vincha del toro es para la Virgen

En Casabindo, la vincha del toro es para la Virgen

Cada 15 de agosto, el Día de la Asunción de la Virgen, en Casabindo, Jujuy, se vive una fiesta única en Sudamérica.

EMOCIÓN EN LA PLAZA. Uno de los toreros es embestido por el toro mientras intentaba quitarle la vincha que el animal lleva en sus cuernos. LA GACETA / FOTOS DE ÁLVARO MEDINA EMOCIÓN EN LA PLAZA. Uno de los toreros es embestido por el toro mientras intentaba quitarle la vincha que el animal lleva en sus cuernos. LA GACETA / FOTOS DE ÁLVARO MEDINA
18 Agosto 2015

El hombre frente al toro enfurecido recuerda al miedo. Uno se pregunta qué lo motiva a correr ese riesgo y la simplicidad de la respuesta profundiza el asombro: el hombre se arriesga en honor a la virgen. Queda claro que en él desbordan dos cualidades: fe y valor. Y algo tiene que hacer con ellas. Orlando Vázquez es torero, nacido y criado en Casabindo, donde el viento de la puna jujeña se hace sentir al amanecer, con sus 13 grados bajo cero. Pero ni a él, ni a los 200 pobladores de Casabindo (casi todos pastores), ni a los miles de turistas que este 15 de agosto- el día de la Asunción de la Virgen- se han dado cita en la "Fiesta de la vincha", en la que el torero y el toro son los grandes protagonistas, parece amilanarlos el frío. Una corrida de toros única en Sudamérica; una corrida sin violencia, porque el "trofeo" no es la vida del animal, sino la vincha que adorna su cornamenta, y que luego será un tributo para la Virgen.



"Aquí llegaron los españoles, trayendo su cultura; nosotros teníamos otro tipo de vivir, con nuestra Pachamama", cuenta Orlando, que este domingo pudo con el miedo y enfrentó al toro, en la plaza Pedro Quipildor.

Antes de ese enfrentamiento, desde el amanecer, 20 coloridos misachicos llegados de los cerros han atravesado las casas de piedra y adobe de este pueblo fundado en el siglo XVII y han llegado con sus imágenes al altar de la Iglesia, la "Catedral de la Puna" (fundada en 1690), ornamentada con los ángeles arcabuceros que son símbolo del arte cuzqueño. Durante la jornada se han multiplicado en el pueblo las misas, las ferias, las bandas de sikuris y las danzas por las calles encabezadas por los "samilantes" (hombres y niños llevan en la cabeza, en la cintura y en los tobillos plumas de suri o ñandú, y balancean un cuarto de oveja mientras bailan al ritmo de bombos y erques).

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Ser torero, afirma Orlando, no es un oficio. "Representa una forma de ofrendarle a la virgen todo lo que tenemos en nuestro ser, los ganados de los que vivimos. Es una forma de devolverle a la Virgen, y también a nuestra Pachamama, en nombre de ella hacemos una ofrenda en el corral antes de empezar el toreo", afirma el torero, haciéndole honor a una cultura tributaria tanto del cristianismo como de las tradiciones precolombinas.

- ¿Se le tiene miedo al toro, al momento de enfrentarlo?

- En teoría no deberías tener miedo, pero cuando escuchás tu nombre por el altoparlante, sumado a las bombas de estruendo, el mismo animal se convierte, y esa vibración se siente en el torero; es un momento único. Se siente miedo, pero no el miedo común. Cuando se entra a la plaza, hay que estar concentrado, tener habilidad; y, sobre todo, tener mucha fe en la Virgencita, para entrar y salir entero. Cuando estás frente al toro, en ese momento se te cruzan imágenes; y si no estás concentrado, puede ocurrir una calamidad; hay que tener presente que la mamita Virgen te está protegiendo.

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