Un círculo virtuoso
UN VALIOSO EJERCICIO GRUPAL. Una clave para la lectura infantil es familiarizar al niño con los textos. leer.org UN VALIOSO EJERCICIO GRUPAL. Una clave para la lectura infantil es familiarizar al niño con los textos. leer.org
16 Agosto 2015

Por Julio Estefan - Para LA GACETA - TUCUMÁN

P: ¿Qué tendríamos que hacer para que nuestros hijos desarrollen su imaginación, enriquezcan su vocabulario y amplíen su capacidad de concentración?

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R: ¡Incentivarlos a leer!

Para lograrlo, existen miles de recetas.

Sobre libros y lecturas hay que hablar todos los días. Hay que comentar con nuestros hijos los libros que leemos nosotros, pedirles que nos cuenten qué están leyendo ellos (y escucharlos), jugar con las posibilidades de algunas lecturas (teatralizarlas, por ejemplo), hacer que la lectura sea cotidiana y no algo “especial” que sucede de vez en cuando. Y sobre todo, mostrarle a los chicos que el libro no compite con los videojuegos o la tele o el celular.

El libro es un vehículo más, que suma y contribuye al desarrollo personal. El libro no excluye, complementa todos los demás medios de comunicación que nos rodean.

Por otra parte, no se trata solamente de leer novelas o cuentos. A los chicos les resulta interesante una buena historieta, un cómic, y ésta es una opción totalmente válida, un vehículo cultural que ayuda al hábito de la lectura.

En nuestro país es muy interesante la propuesta que, desde hace varios años, lleva a cabo la Fundación LEER (www.leer.org.ar) denominada “maratón nacional de lectura”. Se realiza en un mismo día en todo el país, a través de escuelas, centros barriales y entidades que constituyen una red encargada de esta actividad que podríamos llamar “el círculo virtuoso de la lectura”. Todos podemos ser parte de este proyecto. Un buen lugar para comenzar a interiorizarse sobre el mismo es la página web de la fundación.

Pero hay que recordar algo fundamental: para participar de una maratón es necesario “entrenar” todo los días.

(c) LA GACETA
Julio Estefan - Escritor y editor.

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Padres que leen

Por Osvaldo Aiziczon - Para LA GACETA - TUCUMÁN

Se piensa según se vive –y no al revés-. Y también se ve según se hace. Y la primera dificultad para construir chicos lectores radica en la falta de modelos y valores que los impulsen a hacerlo. Niños viendo adultos leyendo, gracias a la portentosa capacidad de identificarnos que tenemos los humanos, vence el primer obstáculo. Ingreso visual de una actitud que se enriquecerá trayendo el oído como nuevo invitado. Leer en voz alta tendrá a los niños como testigos y protagonistas involuntarios al unirse lo escrito con lo escuchado. Leer se convierte en un acto emisor y receptor conjunto. El pensamiento, enriquecido por palabras, sólo se jerarquiza por la lectura, marcando el destino personal, laboral y social de las personas. Pero no hay festejos para el mayor logro de la primaria y la secundaria y mucho menos alicientes para su desarrollo. A quien aprendió a leer no le dicen que debe hacerlo toda la vida si le importa la vida. A usted nunca lo invitarán a una fiesta infantil porque Pedrito aprendió a leer y donde sólo se aceptan libros de regalo. Construir un niño lector es tarea compleja de compromiso, voluntad y anhelo. La curiosidad es demanda en el mercado del deseo. Y su implementación, psicológica, pedagógica y política (no partidaria, claro). A leer, entonces, que la cultura de la imagen, sigue “en el aire” con escaso análisis y pobre reflexión. Si no podemos llevar los chicos a la lectura, traigámoslos. A los dos.

(c) LA GACETA
Osvaldo Aiziczon -Psicoanalista



Orgullo

Por César Chelala - Para LA GACETA - NUEVA YORK


Visité Haití en 1993, donde fui como jefe de una delegación de profesionales de Naciones Unidas. Nuestra tarea consistía en determinar las consecuencias del embargo que las Naciones Unidas había impuesto sobre la población de ese país. Estábamos hospedados en un hotel de relativo lujo, en una de las mesetas cercanas a la capital Port-au-Prince. De allí se podía tener una vista panorámica de la ciudad y sus alrededores. Esta no era muy atractiva ya que se veía mayormente un panorama de tierra seca con pocos árboles. Había una cierta discordancia entre el lujo relativo del hotel y la pobreza circundante. Terminada nuestra misión, decidí salir a la mañana a dar una pequeña caminata alrededor del hotel. De repente, escuché un rumor de niños que traté de ubicar, cuando me di cuenta que venía de un grupo de niños y niñas que se dirigían cantando a la escuela. Todos iban inmaculadamente vestidos, a pesar de las dificultades para obtener agua para lavar en esa zona. No pude dejar de asombrarme de cómo, en un ambiente tan inhóspito, los padres de estos chicos eran capaces de prepararlos en forma tan pulcra para ir a la escuela, tarea que ellos cumplían con enorme alegría, mientras sus libros colgaban precariamente de sus bolsas escolares. Entonces me di cuenta que más que un incidente trivial -la visión de esos niños y niñas alegremente yendo a la escuela-, era un toque de magia en sus vidas, y siendo testigo de ella, también lo era en la mía.

(c) LA GACETA
César Chelala - Periodista y médico.

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