Jugarse por la doble vocación

Jugarse por la doble vocación

Dos vocaciones. Dos sueños. Dos formas de vivir. Son personas a las que no les alcanza con tener un solo rol o trabajo. Necesitan otra versión de sí mismos. Para ellos es mucho más que un hobby o pasatiempo y llegan a profesionalizar ese “otro yo”. Bioquímica y cantante. Entrenador físico y psicólogo. Contadora y terapeuta. Arbitro de fútbol y técnico en recursos humanos. Subcomisaria y abogada. Una persona, una identidad y un bonus track que da sentido a la vida. No pueden ni quieren elegir. Se definen como seres inquietos, curiosos y que planifican todo. Son felices, aunque reconocen las fricciones con el entorno, el tira y afloja interno y el reclamo de los íntimos. Aquí las historias de ellos y sus respectivos lados B.

NILDA CHIARELLO /  la gaceta / foto de Florencia Zurita NILDA CHIARELLO / la gaceta / foto de Florencia Zurita
Nilda Chiarello - Bioquímica y cantante

Nilda Chiarello se pone su impecable delantal blanco todas las mañanas y parte a su laboratorio de bioquímica. Pasa largas horas haciendo extracciones de sangre y análisis. Pero cuando entra a su casa no tiene problemas en calzarse su otro traje, el de cantante, su alter ego.

“Estudié música en la escuela universitaria desde los 8 años. Cuando egresé del secundario, en el 79, a nadie se le ocurría en esa época seguir una carrera musical. Siempre me había gustado la ciencia, así que me decidí por Bioquímica”, cuenta. Mientras tanto, nunca abandonó su pasión por el piano y el canto. En sus ratos libres se perfeccionaba tomando clases particulares. Años después obtuvo su título en la escuela de música de la UNT. 

En el mundo del arte, se destacó como miembro del coro universitario. Como solista, actuó con la orquesta sinfónica de la UNT y con la Orquesta Juvenil de la UNT. También participó en numerosos conciertos. “No es fácil tener una doble vocación. Hay que acostumbrarse y tener un alto sentido de responsabilidad, ser muy organizado y llevar una vida rigurosa. Mi vida es cualquier cosa menos relajada. Nada escapa a la planificación. Voy a la mañana y a la tarde al laboratorio. Una hora por día sí o sí hago entrenamiento técnico vocal, especialmente cuando se acerca algún concierto”, cuenta la artista que está casada con el director de la Orquesta Juvenil de la UNT y también bioquímico, Gustavo Guersman. 

Nilda tiene tres hijos, de 25, 19 y 17 años. “Nunca pensé en abandonar alguna de mis dos pasiones. Ni siquiera cuando los chicos eran pequeños y me necesitaban un montón. Trato de hacer un equilibrio porque las dos ocupaciones me hacen muy feliz”, confiesa.

Verónica Ríos - Contadora y consultora en biodecodificación emocional

Verónica Ríos (40 años) descubrió hace poco otra faceta en su vida que la llena tanto como su profesión. Siempre, desde muy pequeña, había soñado con ser contadora y trabajar en una empresa. A los 25 años ya había logrado todo eso. Y, sin embargo, se sentía incompleta. “Estaba muy estresada y con un problema familiar. Mi hermano enfermó gravemente y empecé a buscar ayuda. Ahí me encontré con la biodecodificación emocional. Fue como un amor a primera vista. Comencé a estudiar y hoy ya soy terapeuta”, cuenta. La biodecodificación emocional es una terapia que considera que todo problema o enfermedad tiene un origen emocional. “Ahora que abrí mi consultorio quisiera seguir especializándome; hacer un posgrado, por ejemplo”, precisa. 

¿Cómo hace para fusionar sus dos mundos? Por la mañana se enfrenta a la frialdad de los números, las sumas y restas. Por la tarde, aparece su lado más humano cuando atiende a sus pacientes. “No creo que uno de mis trabajos sea más importante que el otro. Los dos me apasionan. He logrado un equilibrio y descubrí en mí un perfil humanístico que me llena mucho más que el dinero”, expresa. “Antes pensaba que había que tener un objetivo en la vida y profundizar en eso nada más. Hasta que me di cuenta que no todo pasa por lo mismo, que no todo es blanco o negro. Estoy feliz de tener una alternativa, mi lado B”, reflexiona.

Ricardo Carrizo - Árbitro y experto en recursos humanos


De lunes a viernes ayuda a los niños, los fines de semana saca tarjeta roja. Así es la vida de Ricardo Carrizo. Está a punto de cumplir 40 años. Todas las mañanas se calza el traje y la camisa. Sube las largas escalinatas del hospital de Niños y llega a su puesto de trabajo en la dirección de Recursos Humanos. Allí pasa varias horas organizando traslados de pacientes al hospital Garrahan, vía avión sanitario, y organizando capacitaciones para el personal del nosocomio. Hace hasta lo imposible cuando la vida de un pequeño corre riesgo. Después de comer, se saca el chip del hospital y se pone en la piel de su otro yo: el árbitro. “Me entreno todos los días porque tengo que estar en forma para poder dirigir partidos los fines de semana”, detalla. Desde hace 10 años forma parte del plantel de árbitros de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA). “Siempre me gustó mucho el fútbol, dentro de mí había algo que me pedía estar adentro de la cancha, formar parte de ese mundo desde el arbitraje. Fue así que hice dos cursos de dos años cada uno, empecé dirigiendo en el fútbol infantil y ahora llegué a la primera división”, cuenta contento. Su experiencia más memorable fue un partido que le tocó arbitrar en Salta, donde se enfrentaban River y San Lorenzo. Cada fin de semana, Ricardo tiene que viajar al destino del país que le haya tocado por sorteo para dirigir un encuentro. El poco tiempo que le queda libre lo usa para estudiar: ya es técnico en Recursos Humanos y ahora está cursando la licenciatura de esta carrera.

“¿Cómo hacés?”, le preguntan sus amigos. “Amo mis dos trabajos; no podría vivir sin ellos. Puedo hacer de todo porque hago lo que me gusta. Siento que no nací para ser una sola cosa en la vida”, resume el hombre, que está casado con Cecilia y tiene un hijo de 11 años. “Por suerte, me cuestionan muy poco”, concluye. 

Cecilia Daluz - Subcomisaria y abogada


Cecilia Daluz siempre había soñado con ser abogada. Una crisis económica en la familia la empujó a entrar a la Policía cuando apenas había comenzado su carrera de derecho, a los 19 años. Sin embargo, nunca abandonó la idea de las leyes. Continuó estudiando mientras se desempeñaba como agente, en la Dirección de Bomberos y en la Policía Lacustre. Poco a poco descubrió que ese costado suyo, el de rescatar gente en peligro y vivir a pura adrenalina, también era su vocación.

Cecilia, que actualmente tiene 36 años, es subcomisaria y se desempeña en la oficina de retirados de la policía. Por las tardes trabaja en su estudio jurídico. Está especializada en Derecho de Familia. “Además tengo otro empleo, el de madre”, dice -mitad en broma, mitad en serio- esta mamá de tres niños. ¿Cómo hace para poder cumplir con todas las obligaciones? “Mis días son maratónicos y todo está meticulosamente planeado. Me levanto a las 6 y me acuesto a la 1”, confiesa. Cuenta que no se vuelve loca y que es muy feliz en cada una de sus ocupaciones.

“Nunca pensé en abandonar alguna de mis vocaciones. En la Policía vivo situaciones dolorosas, el contacto directo con el sufrimiento y con el delito, no es fácil. Es un desafío constante. Cada día es distinto”, detalla, y confiesa que de su paso por la fuerza lo que más le impactó fue cuando era buzo en la Lacustre y tenía que salir a rescatar ahogados en cada inundación. “Por ahí, ver tanta desgracia, gente que pierde todo en un instante, me hizo ver la vida de otra manera”, expresa. Y añade: “lo que me apasiona de mi otro yo es que uno es abogado y un poco psicólogo de la gente que te busca para que la ayudés. Me gusta solucionar problemas, ver que puedo ayudar a alguien a ser feliz”. 

Pablo Palacios - Psicólogo social y profesor de gimnasia

Muchos de sus alumnos no saben que el atlético profesor que cada mañana los alienta a ejercitarse y rendir más en el gimnasio parte sus días a la mitad para ayudar a enfermos terminales. Pablo Palacios es entrenador y psicólogo social. Estudió las dos carreras en Rosario, hace ya varios años.

Pablo tiene 52 años. Es el director del Centro de Capacitación Física (CAF) y de la escuela de natación “Las Focas”. Cuenta que apenas terminó el secundario él quería estudiar educación física, pero en su familia pensaban que “no tendría tanto futuro”. “Probé con agronomía, geología, y varias cosas hasta que me decidí apostar a mi vocación. Y al mismo tiempo cursaba psicología social para conformar a la familia”, relata. Con el tiempo, según cuenta, comprobó que ambas disciplinas van de la mano.

¿Cómo es pasar de entrenar a deportistas súper exigentes a estar con pacientes que a veces tienen los meses contados? “Me llevo muy bien con mis dos ocupaciones. Son desafíos distintos, que me exigen mucho profesionalismo. Cuando uno tiene una enfermad terminal se empieza a aislar. A ellos intento sacarlos de su aislamiento con algo de actividad. Por eso, no tengo consultorio. Es decir, mi consultorio es una plaza, un parque o la calle simplemente”, relata el profesional, que se desempeña en un equipo interdisciplinario junto con oncólogos y otros especialistas.

Reconoce que trabaja “demasiado” y que tiene muy poco tiempo para él. “Hago terapia para llevarme bien con mis ocupaciones, para poder combinar mis dos yo y abordar las diferencias situaciones”, explica Palacios, casado hace años y padre de tres jóvenes, de 23, 22 y 20 años. 

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