“La realidad de Venezuela es muy dramática y merece que el Gobierno de Maduro reaccione”

“La realidad de Venezuela es muy dramática y merece que el Gobierno de Maduro reaccione”

Felipe González, ex presidente español, brindó ayer una entrevista exclusiva a LA GACETA. Reflexionó sobre los alcances de las relaciones políticas-económicas en tiempos de la globalización. Además, se mostró preocupado por la situación de Venezuela

“La realidad de Venezuela es muy dramática y merece que el Gobierno de Maduro reaccione”
04 Agosto 2015
Da la sensación de que tiene todo el tiempo del mundo. Habla pausado y cuando aparece un interlocutor le pregunta si está cumpliendo con las exigencias de la agenda. Su entonación ha perdido algunas zetas del lenguaje de su Sevilla natal. “Viajo dos veces por mes a América Latina”, confiesa como un ciudadano más del avión, vehículo al que no se refiere con simpatía. Sí, en cambio a la Argentina, país al que guarda entre sus afectos. Se expresa con tranquilidad y apenas cambia de tono cuando suelta alguna humorada cuidadosa. En sus definiciones, aún en las más críticas, especialmente cuando se refiere a Venezuela, no es apocalíptico porque subraya su confianza en el político y en la democracia.

Felipe González, ex presidente español, brindó ayer la conferencia “Política, economía y tendencias en el panorama internacional”. Antes, mantuvo una entrevista exclusiva con LA GACETA.

-¿Cuál es su lugar en el mundo?

- La ciudad más impresionante de toda América es Buenos Aires. Otra cosa es que sea cómoda para vivir. Las ciudades se han desbordado. Es una paradoja, porque uno de los problemas más serios de gobernanza en la democracia es la gestión de las ciudades. La globalización del sistema financiero, de la economía y del comercio hace más fácil conectar lo local, las ciudades, con lo global que los estadios intermedios. La globalización es una economía que se basa en una red de relaciones de grandes ciudades.

-¿A qué se refiere con estadio intermedio?

-A los estados-nación. California se relaciona con el mundo económica y tecnológicamente, pero no a través de Washington. El Silicon Valley es universal. El problema es qué tenemos que hacer para insertarnos con ventaja en un fenómeno que ya no es reversible, que es el de la globalización. Nuestra obligación, como responsables políticos, es dar una respuesta para saber cómo. Negar la globalización es una tontería, porque está para quedarse. Hay mucha gente que rechaza el fenómeno. El movimiento antiglobalización la describía ideológicamente como una maniobra del imperialismo para seguir dominando a los países en desarrollo. La realidad, por primera vez en la historia, es que el impacto de la globalización en términos de crecimiento, no de redistribución ni equidad, ha favorecido mucho más relativamente a los países emergentes que a los centrales. Han cambiado las relaciones de intercambio. Se dependía de Chicago para saber lo que vale el grano y de Wall Street, para el valor de la manufactura. Dejó de ser así. Creo que en lo que hemos perdido un poco de tiempo es en aprovechar la época de bonanza para hacer una diversificación que permita una competitividad más eficiente.

-No pasa como el caso de Argentina, que va de abrazar la receta de los 90’ a ideas demasiado estatistas, sin encontrar el equilibrio...

-En el continente latinoamericano se habla mucho de la unidad, un discurso más formal que real; la fractura de modelo más obvia y evidente es la de las economías del Pacífico y las del Atlántico. Las del Pacífico son más librecambistas, menos intervencionistas y con un marco regulatorio más simple. Tienden más a estabilizarse porque no dependen tanto del albur de los ciclos. Las del Atlántico son más intervencionistas, menos librecambistas y tienen efectos curiosos a nivel global. Cuando Estados Unidos habla de las economías del Pacífico y llega a cualquier acuerdo, cuenta con América Latina desde México hasta la Patagonia. Cuando se trata de hacer un acuerdo comercial con la Unión Europea, su política atlántica sigue siendo noratlántica. No baja. No porque no tengan voluntad, sino porque saben que es más difícil encajar, desde el punto de vista de los modelos económicos, con las del Pacífico. Incluyo a Ecuador. El modelo no está condicionado por la ideología. Dicho esto, me produce la especial irritación, por ejemplo, cuando se habla de Argentina criticándola por intervencionismo y comparándola con el modelo chavista. No tienen nada que ver.

-¿Cómo interpreta el silencio de países como Argentina y Brasil sobre lo que ocurre en Venezuela?

-Como prudencia, pero cada vez mayor preocupación. En la región hay una creciente preocupación por el inmenso deterioro social, económico, político e institucional de Venezuela. El que haya presos de conciencia o el que se cierren medios es lo que llama la atención, pero el verdadero drama es que el país más rico de recursos tenga un período especial como el de Cuba después de la Unión Soviética. La realidad es muy dramática y merece que el Gobierno de Maduro reaccione, sea capaz de dialogar con la oposición y de recomponer el aparato productivo.

-¿Cuáles son los riesgos?

-Los principales, para los venezolanos. Tardarán varios años en recomponerse, en el caso de que hubiera un milagro de cambio de orientación, no de actores, sino de la política económica. Han fijado fecha de elecciones. Tengo la preocupación de que no se lleguen a realizar. Puede haber alguna declaración de emergencia.

El estadista quiere seguir hablando las anécdotas le brotan en cada intervención. Sabe, sin embargo, que en la planta baja lo están esperando para su disertación.

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