Desvinculan al muchacho Carrizo de la problemática que acucia a La Costanera

Las palabras fallan y se hacen impronunciables frente al dolor de quienes perdieron a un afecto, y no saben a qué causa atribuir ese desenlace de por sí incomprensible. Es lo que sucede en la conversación con miembros del entorno del joven Camilo Carrizo, que se quitó la vida durante el último Día del Amigo. En ese núcleo sólo saben que se trataba de un muchacho aspirante, que estudiaba para ingresar a una dependencia del Estado y que, de un día para el otro y sin dar aviso, puso fin a una existencia que completaba a la de sus seres queridos.

En el ámbito de Carrizo afirman que La Costanera y sus problemas insondables no tuvieron nada que ver con su drama personal (tres chicos murieron en las últimas tres semanas y distintas voces postulan la existencia de un desastre humanitario). Y manifiestan que la droga, con su carga de estigmatización, enchastra un nombre que para ellos estuvo y estará asociado a la vida. Por esa razón entienden que tal menoscabo no puede ser permitido.

Carrizo tenía lazos con La Costanera, donde su familia vivió hasta que, hace unos años, se mudó a San Andrés. Quienes lo conocieron dicen que era un hombre de bien y de aspecto saludable, y que, como sucede en este tipo de historias, nada hacía pensar que se mataría.

El desconsuelo se palpa en el semblante de los deudos, aunque quizá eso sea decir poco o nada. Las expresiones de solidaridad no producen ningún efecto. A la distancia se nota que la partida del hijo, hermano, sobrino y amigo amado les dejó un hueco, y que deben mantener su memoria incólume. Pese al dolor por el que atraviesa, se trata de un grupo de gente que se reivindica como trabajadora y luchadora. Sus rostros expresan el deseo y la necesidad de sentir que Camilo Carrizo descansa en paz.