“La mayor pobreza no tiene que ver con lo económico, sino con la falta de proyectos”

“La mayor pobreza no tiene que ver con lo económico, sino con la falta de proyectos”

Daniel Cerezo afirma que es posible ser feliz en el trabajo y que depende de las condiciones que genere la organización. El especialista señala que el desafío de las empresas es sostener el negocio, sin descuidar la calidad de vida del capital humano.

CONFIANZA. Cerezo remarca que los entornos felices, en el ámbito laboral, se consiguen con diálogo y respeto. la gaceta / foto de jorge olmos sgrosso CONFIANZA. Cerezo remarca que los entornos felices, en el ámbito laboral, se consiguen con diálogo y respeto. la gaceta / foto de jorge olmos sgrosso
02 Agosto 2015
“Estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno”. Esa es la primera definición sobre la felicidad que aparece en el buscador de internet Google. Precisamente este compañía es una de las pioneras en desplegar estrategias para generar entornos confortables para sus empleados. De este, ese estado de satisfacción no sólo está relacionado con los afectos más cercanos, sino también con la actividad profesional, más allá de la retribución económica.

En el entorno familiar, se puede ser feliz a través de los afectos; y en el trabajo… también, según expresa Daniel Cerezo, fundador de CreerHacer (Transformadores Sociales) y docente de la Escuela de Psicología Social de Pichón Riviere y de Liderazgo y Desarrollo de Recursos Humanos. Pero, además de su labor de campo en barrios, fundaciones y empresas, Cerezo exhibe en su curriculum un cargo que, en el mundo de las organizaciones, puede resultar poco creíble: hasta el miércoles pasado, y durante cuatro años, se desempeñó como gerente de Cultura y Felicidad en Las Páez, una empresa vinculada a la industria textil y a la moda.

El conferencista llegó a Tucumán para disertar, invitado por Solidarios en Red Tucumán, una entidad integrada por una treintena de organizaciones de la sociedad civil. En una entrevista con LA GACETA, el especialista fue categórico en su definición, más allá de los prejuicios sociales, al decir: “se puede ser feliz en el trabajo”.

-¿Cuál es la estrategia para venderle la felicidad a una empresa, de modo que sus empleados se sientan satisfechos?

-Es un proceso de construcción permanente, en el que se comparten vivencias. No lo veo como un negocio; no tengo clientes, sino socios, que están dispuestos a ayudar a construir una zona de felicidad. Desde mi experiencia, de voluntariado social, intento reflotar aquellos valores que hemos adquirido en el barrio y reinstalarlos en las empresas. Pero para que perdure la felicidad en la organización es fundamental escuchar a la gente y sus proyectos, y generar una comunidad empática, que no sólo vea la satisfacción desde el punto de vista salarial y desde el éxito que impulsa al mundo de los negocios. El futuro que se viene no sólo está ligado al aspecto financiero de esos negocios, sino a la calidad de vida de su capital humano.

-¿Cómo puede instalarse la sensación de felicidad en el mundo laboral donde, en gran medida, reina el materialismo?

-Si tengo un empleado feliz, indudablemente, el jefe, gerente o CEO ganará en productividad a la hora de mostrar resultados. Y hasta puede decir que la felicidad es redituable, en ese sentido. Pero la generación de un espacio feliz es un proceso que requiere un trabajo de arriba hacia abajo y viceversa en la pirámide laboral. Nada priva a un empleado ser feliz. Muchas veces se intenta ser profesional para algunas cosas y personas para otras. Pero, ¿acaso no vale el intento de ser la misma persona en el entorno familiar y en el laboral también? Y es allí donde entran en juego los valores, la esencia, la ideología y la forma de ser de esa persona.

-Suele decirse que las cuestiones generacionales pesan en esta administración de la felicidad…

-Puede ser que los más antiguos en el trabajo tengan firmes sus valores y objetivos, porque es lo que han desarrollado a lo largo de su vida, desde la cuna hasta el tiempo presente. Pero las empresas se encuentran frente a un desafío mayor, en la gestión de personas, con la Generación Y o Millenials, que demandan no sólo que las organizaciones tengan en cuenta sus proyectos y que le demuestren el sentido de pertenencia hacia ellas, sino también que le garanticen un balance entre trabajo y familia, con conciencia ambiental y social.

-¿Cómo deben actuar los gerentes de las organizaciones para desarrollar felicidad?

-Hay una cuestión esencial: semánticamente se dice en management que el gerente maneja a las personas. Y ese concepto debe transformarse en acompañamiento, en saber qué es lo que le pasa a las personas que están a su cargo. Los gerentes deben dejar de ser managers para convertirse en “educadores”. Al fin de cuentas, terminan siendo el espejo por donde se refleja la cultura de la empresa, su misión, sus valores. Quedarse con el manejo de la gerencia es de una mirada cortoplacista. No deben sólo bajar línea a los empleados, sino también trascender, dejar huellas dentro de la empresa mediante sus enseñanzas. Y tal vez un ejercicio idealista que debería hacer quién tiene un cargo de conducción es preguntarse ¿qué harían los empleados si tuvieran la posibilidad de votar por su jefe? ¿Lo elegirían de nuevo? Entonces, el desafío es cotidiano; el jefe o gerente debe demostrar todos los días por qué está en el cargo y cómo deja sus huellas de trascendencia entre la dotación de personal.

-Pero, puede haber días en los que un jefe, un mando medio o un empleado no tenga el mejor de los ánimos y que el estrés se apodere de él…

-Todos pasamos por esos procesos. Puede que se trate de una situación personal, potenciada por el poder y la ambición, que nos lleva a diferenciarnos de los otros de la peor manera y dejar de ser felices; o puede que sea por algún proceso de evaluación de desempeño, en el que generalmente salta la competencia y la decisión de pisar cabezas. Es allí donde hay que trabajar para generar relaciones de aprendizajes mutuos y colectivos. Los proyectos conjuntos siempre suelen dejar enseñanzas. La peor pobreza no es la que tiene que ver con lo económico, sino con la pobreza humana. Ésta es entendida no por el lado del dinero, sino por la falta de valores y de amigos en el entorno laboral. Uno debe generar relaciones empáticas, como en la vida misma. Todos podemos sentirnos ricos. La riqueza, insisto, no pasa sólo por lo material; pasa por la humildad, por la amistad y por el amor, algo que parece tan cursi, pero necesario en el mundo de las organizaciones. La mayor pobreza que puede tener una persona es no tener un proyecto de vida.

-¿Cómo generamos entornos felices?

-Mediante vínculos, que llevan a la confianza, al respeto y al querer al otro. A compartir sueños y proyectos colectivos. Las empresas exitosas son las que comparten sus ideas y las que cultivan los vínculos entre los miembros de su Capital Humano. De esa manera, las personas dejan de sentir que son tratadas como máquinas. El amor por los otros y por lo que hacemos es el motor de cambio desde los grandes proyectos hasta las más pequeñas cosas de la vida. Si es jefe o gerente, debe potenciar la escucha activa, la empatía, es decir, ponerse en los zapatos del otro para entender qué le pasa a su personal que lo aleja de la sensación de bienestar. Por eso digo que es posible ser feliz en el trabajo. Sólo hay que poner manos a la obra.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios