Hay hambre en la calle
02 Agosto 2015
“Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna”. El Evangelio de este domingo es un llamado a buscar el verdadero alimento sin dejar de pedir por la subsistencia del pan de cada día. El Señor llama a no fatigarse solo por los bienes materiales de este mundo ya que no pueden colmar las expectativas del corazón del hombre. El evangelio de Juan que leemos en la liturgia (capítulo 6) será la catequesis a lo largo de estos próximos domingos. Allí se ponderan los dos alimentos, el material del pan y el espiritual de la eucaristía. No son dos disyuntivas sino dos alimentos necesarios; hay hambre de alimento natural en el mundo, se dice que más de 1000 millones de seres humanos no se alimentan bien; hay hambre de Dios, de educación, de visión trascedente, de caridad y justicia, de verdad, de paz; se dice que hay 7000 millones de hambrientos de estos alimentos.

Vivir es la máxima aspiración humana. Vivir sin sobresaltos y sin todas esas cosas que hacen fatigosa amarga la existencia. Pero ¿qué entiende ordinariamente el hombre por vivir y vivir con abundancia? La gente, por lo general, piensa que la vida es dichosa cuando se goza de buena salud, cuando se tiene un trabajo no demasiado fatigoso y bien retribuido, cuando se tiene un capital importante en dólares y un buen seguro de vida, cuando se dispone de una casita en el campo o en la playa, un buen coche..., y cosas semejantes. El Señor no quiere que renunciemos a los bienes que nos ha dado en la vida, lo que desea es que no los pongamos al servicio del egoísmo y la comodidad y, sobre todo, que nos alejen de Él, olvidándole.

Cuando el hombre se entrega a la adoración del consumo y el bienestar puramente material, el dinero, el poder, el éxito a cualquier precio, se arrodilla ante realidades que son menores que él, somete su corazón a una estafa y su sed de eternidad queda frustrada. Lo vemos en el frenesí electoral de quienes buscan poder a cualquier precio; en el endiosamiento del dinero y en el reduccionismo de que todo pasa por la economía. Consecuencia inmediata de esta visión es la muerte del prójimo que tenemos a nuestro lado, en especial a la gran hambruna de muchos pobres a nuestro alrededor. ¡Busquemos a Dios! ¡No le demos la espalda cifrando nuestra alegría con los dones con que Él nos ha rodeado en este mundo, lo que representaría una ingratitud y un error! Esos dones no son mayores que nosotros ni más gratificantes que quien los ha creado y nos los ofrece como provisiones para el camino de esta vida cuya meta es el cielo. “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que procede de la boca de Dios’, dijo el Señor. -¡Pan y palabra!: Hostia y oración. Si no, no vivirás vida sobrenatural” (S. Josemaría Escrivá).

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