Aquellas lentas carretas

Aquellas lentas carretas

Aquellas lentas carretas
Como es sabido, desde tiempo inmemorial y hasta los finales del siglo XIX, las carretas fueron el medio exclusivo de transporte de mercaderías, a lo largo y ancho del país. En sus “Tradiciones históricas”, Bernardo Frías brinda una colorida descripción.

Dice que las carretas, tiradas por bueyes, “eran como las de los antiguos francos y godos, servidas por dos altas y chillonas ruedas, sostenidas por un eje de madera sin muelles”. La gente, mirando su aspecto, había formado una adivinanza: “¿Qué será: una vieja/ que camina con las orejas?”.

Las fabricaban en Tucumán, “pero los conductores y los numerosos dependientes que servían en este quehacer, eran santiagueños. Hombres intrépidos y arrojados, dignos de ser temidos a toda prueba”.

Un carrero, dice Frías, “era hombre de riña”. No podía ser de otro modo, “porque la naturaleza de su trabajo y las imposiciones de su vida extraordinaria se lo exigían”. Era “de pocas pulgas”, y ante cualquier inconveniente, arrancaba de la cintura “el enorme cuchillo que lo acompañaba con tanta fidelidad como su bigote”.

Era no sólo temible, “sino famoso por su lenguaje rudo y destemplado”. En ese tiempo, cuando se quería recriminar a alguien la esperaza de sus expresiones, se decía que “habla como un carrero”, o “tiene el lenguaje de un carrero”. Las tropas de carretas cargadas partían de la plaza Constitución de Buenos Aires (llamada por eso “Plaza de las Carretas”), tiradas por seis y hasta por acho yuntas de bueyes. Además de todos los contratiempos del camino, debían soportar las acometidas de los asaltantes y de los indígenas.

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