De la botella de un gobernador al video de WhatsApp

De la botella de un gobernador al video de WhatsApp

Impacto, asombro, sorpresa. Temor, nerviosismo, miedo. Asco, vergüenza, náusea. Duda, desconfianza, sospecha. Desconcierto, bronca, impotencia. Desilusión, escepticismo, abatimiento.

Todas esas sensaciones están experimentando los votantes tucumanos por estos días gracias a que la clase política los está martillando con golpes bajos, operaciones encubiertas y campañas difamatorias.

Una de las historias más conocidas de esta aún precaria democracia norteña, historia tal vez más popular entre la gente que el desarrollo histórico de la mismísima Independencia, es la de un gobernador y su botella.

No hay tucumano en edad de votar que no la conozca, pese a que ocurrió hace ya varios años.

No vamos a reproducir aquí ni una de las cien versiones que existen sobre este hecho, más conocido como “la botella de...”.

Nos interesa acercar la lupa hacia otro detalle: fue una operación difamatoria, en aquel momento a través de volantes pornográficos y del siempre efectivo boca en boca, surgida desde el círculo más íntimo de ese gobernador, de un cerebro de la mesa chica de su gestión, de su mismo partido y militancia.

No importaba si era verdad o mentira, la mayoría de los tucumanos contó su versión o la que había escuchado, o la comentó, o la reprodujo, o la oyó con atención y perplejidad. El daño ya estaba hecho. Y exitosamente, según los parámetros de la perversidad política.

El gobernador José Alperovich también fue víctima de varias operaciones en su contra, las más trascendentes organizadas por servicios de inteligencia y por gente de su entorno.

Una de las últimas, ocurridas el año pasado, de las que este columnista fue un involuntario protagonista, intentó vincular comercialmente a Alperovich con Lázaro Báez, a través de la venta de camiones para sus empresas constructoras, que producen tanta pero tanta obra pública. Nada de esto era cierto, pero la semilla ya estaba sembrada y fue reproducida por muchos comunicadores incautos o adoradores de la carroña.

El gobernador también ordenó, o autorizó, o se hizo el distraído, en otras operaciones de los servicios de inteligencia para contraatacar o para protegerse. Los agentes armaron y difundieron información confusa en casos escandalosos como el de Marianela Mirra o, donde fue más evidente, sobre el supuesto hijo de Alperovich que alojaba en su departamento de Buenos Aires a Juan Suris (pareja de la vedette Mónica Farro), hoy detenido por narcotráfico.

El gobernador fue víctima, en este último caso, de un ataque montado sobre una mentira. Y la respuesta del gobierno, que no tardó en llegar, se elaboró también a partir de otra mentira. Entrevistas truchas para negar que fuera su hijo, escraches al supuesto hijo, y “personajes” que aparecieron opinando sin invitación. ¿No alcanzaba con decir la verdad para responder? O acaso, ¿hacer silencio ante la calumnia?

Somos testigos estas últimas semanas en Tucumán, en el contexto de la campaña electoral, de operaciones sucias que no tienen precedentes. Y caben dos interpretaciones para acercarnos a una respuesta, que a su vez nos acerque todavía más a la verdad.

La tecnología ha facilitado las comunicaciones de manera fenomenal. Hace diez años recién surgía Facebook, por ejemplo, a Twitter le faltaban unos años para nacer, y el inventor de WhatsApp aún estaba en el secundario.

La Edad Media quizás haya sido uno de los períodos más truculentos en la despiadada guerra por la supremacía económica y política de los sectores dominantes. Historias macabras y despiadadas se relatan de las monarquías, los gobiernos, los generales o el clero. Pero lo cierto es que la llegada de la imprenta hizo que a partir de ese momento hubiera mucho más registro de los actos del poder y de los hechos históricos.

Internet y sus derivados son como aquella revolución de Gutenberg, aunque posiblemente bastante más importante.

La segunda interpretación, porque hablábamos de al menos dos razones que justifiquen la virulencia de esta campaña, es que la ética está definitivamente sepultada, los límites han sido corridos a fronteras tenebrosas, allá donde hasta los asesinatos y las torturas están justificados. Lamentablemente, la sensación de que todos los políticos roban impunemente, ya está instalada en el imaginario de la gente. No importa si para algunos casos es cierto y para otros no.

En apenas un par de semanas hemos asistido en Tucumán a operaciones tan inmundas que dibujan un escenario pavoroso de cara a nuestro futuro próximo. Quedó demostrado que hay candidatos que son capaces de cualquier cosa con tal de destruir al adversario. Y vemos, con pavor, las fortunas que en algunos casos se están gastando para sepultar vivo al enemigo.

Operación Boina Blanca. El fin de semana pasado aparecieron calcos (volantes adhesivos) en el centro y Barrio Norte, llamando a no votar a un candidato a intendente del peronismo. Los volantes, rojo y blanco, tenían la firma de la UCR. Sin embargo, fueron promovidos desde el sector de otro candidato a intendente peronista. Pese a que muchos radicales celebraron el mensaje, se ahorraron de gastar $23.500.

Operación Ni Una Menos. Hace un mes y medio, un candidato peronista a intendente de Tafí Viejo fue víctima de una volanteada con acusaciones sobre violencia de género. No fueron impresos por su ex mujer ni por alguna asociación contra el maltrato femenino, sino por otro candidato peronista a intendente.

Operación Placard. Un video pornográfico de un ex funcionario explotó en WhatsApp hace unos días. El video ya tenía un tiempo, pero según allegados a la víctima, vinculado al Acuerdo por el Bicentenario que lideran José Cano y Domingo Amaya, tardó en salir porque medió una extorsión que no fue pagada.

Según una fuente del oficialismo, el video fue finalmente comprado por un hombre cercano a la Casa de Gobierno. Y luego viralizado sin escrúpulos. Viralizar es un término informático prestado de la Medicina, que significa contagiar, transmitir masivamente algún contenido, una imagen o, en este caso, un video.

Operación Aquí hay un Judas. Un candidato peronista a intendente de Yerba Buena fue grabado hace unos días por uno de sus íntimos colaboradores organizando y ordenando una campaña mediática en contra de otro candidato a intendente peronista. Hasta ahí nada que llame la atención, salvo porque el que iba a aparecer como autor de la campaña, en Twitter y afiches, era el candidato a intendente radical de ese distrito. Finalmente, los afiches no aparecieron y sólo llegaron a publicarse algunos tuits de esta operación, desde cuentas falsas, y evidentemente manejadas por gente sin destreza en redes sociales.

Operación Xipolitakis. Hace un par de semanas comenzó a circular, también por WhatsApp, la foto de un legislador y candidato peronista, en una situación íntima con una mujer que no es su esposa. En la foto no aparecen otro hombre y otra mujer que también estaban en el lugar. La imagen, que sería parte de un video, fue viralizada masivamente por un compañero de bancada de la víctima, también peronista.

Operación Yo Te Voy A Cuidar. Es habitual el registro de cuentas falsas en los foros de LA GACETA digital para operar a favor o en contra de algún candidato. Pero esta semana se detectó un número inusual de registros falsos, todos desde un mismo IP (Internet Protocol, una especie de DNI de las computadoras). En vez de darlas de baja, como se hace normalmente, se las dejó actuar un par de días para conocer a quién respondían o cuál era su blanco. Inmediatamente supimos que ponderaban al candidato a gobernador oficialista y criticaban a distintos candidatos opositores. Luego se les dio la baja.

Asqueados de esta inmundicia, un grupo de periodistas tucumanos inició hace unos días una campaña en Twitter denominada #TiráLaCadena, en repudio a las operaciones políticas sucias y para pedir que no se viralicen por internet y por teléfono las difamaciones, ni las imágenes privadas. Porque de eso se trata en la mayoría de los casos, de actos de la vida privada de la gente que no deberían difundirse.

Tenemos conocimiento que existen varias otras operaciones que están en proceso y que podrían salir a la luz los próximos días, en las redes sociales, en la vía pública y también por WhatsApp. Una de ellas es un video privado que de darse a conocer podría sepultar la carrera de un candidato del oficialismo.

¿Cuál es el límite? Parece estar claro que no existe. Quizás podría empezar la sociedad a poner los límites, castigando a estos delincuentes disfrazados de candidatos democráticos y a la vez dejando de reenviar toda la basura que recibimos en el teléfono.

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