La fuga del Chapo Guzmán

La fuga del Chapo Guzmán

La escena fue vista por millones de personas. El mayor narcotraficante del mundo desapareciendo de la celda de una cárcel de máxima seguridad. El hecho desafía a la imaginación y a la capacidad analítica de escritores, cineastas, periodistas, politólogos, especialistas en seguridad y narcotráfico. ¿Cuáles son los puntos ciegos de la historia, sus antecedentes, sus implicancias?

26 Julio 2015

Por Juan José Fernández

Para LA GACETA - Buenos Aires

Joaquín “Chapo” Guzmán no es prófugo ordinario. Nacido en 1957, hijo de un campesino de Sinaloa, siendo adolescente trabajaba para un pequeño narco de su pueblo y pronto empezó a exhibir su frialdad a la hora de ejecutar a quien incumpliera alguna orden de su jefe. En los 90 se convirtió en el líder del cartel de su región, la mayor organización de una industria que en su país genera 40.000 millones de dólares al año, responsable del contrabando de cerca de la mitad de la cocaína que se consume en Estados Unidos. Controló un territorio de más de 60.000 kilómetros cuadrados y la revista Forbes lo ubicó entre los 50 personajes más poderosos del planeta.

Son las 20:51 horas. El hombre, conocido por su temple en los momentos de mayor tensión, camina nervioso dentro de su celda. Se sienta unos segundos en su cama y se cambia el calzado. Se para y se dirige a la ducha de su celda. Se agacha y lo perdemos de vista por una pared de un metro de altura que genera un punto ciego para las cámaras. Solo vemos una toalla que cuelga en uno de los bordes de la pared. De pronto la toalla desaparece. La denominada “fuga del siglo” ha quedado registrada para que millones de personas en el mundo sean testigos de una escena inverosímil.

El Chapo se sube en una moto montada sobre un riel para recorrer un kilómetro y medio de un túnel que lo lleva a una obra en construcción donde lo esperan sus secuaces. Los túneles y las fugas forman parte de la legendaria biografía del narcotraficante. Su cartel de Sinaloa construyó más de 100 túneles debajo de la frontera que separa a México de Estados Unidos para contrabandear droga. Sus ingenieros también los usaron en varias de las casas que usaba el Chapo para huir cuando la policía lo cercaba e incluso, en una oportunidad, para liberar a miembros del cartel que estaban presos en una cárcel. Poco antes de ser atrapado, en febrero de 2014 en el hotel Miramar, Guzmán había usado uno de sus túneles para escapar de una redada. En materia de fugas, su salida en un carro de limpieza de la cárcel de Puente Grande en 2001 ya había consolidado su fama de “intocable”.

Después de la fuga de 2001, rápidamente salió a la luz la complicidad de los guardiacárceles que lo ayudaron o que hicieron la vista gorda. ¿Qué ocurrió en la más reciente? En abril de 2014, miembros del cartel de Sinaloa compraron un terreno a 1.500 metros de la cárcel de su jefe e iniciaron una construcción como fachada de una obra de ingeniería subterránea que implicó extraer más de 3.000 toneladas de tierra. Dentro de la cárcel, el Chapo se movía con privilegios, como el que implicó recibir medio millar de visitas desde que ingresó en febrero del año pasado o permanecer siempre en la misma celda, garantizando así la ubicación del objetivo final del túnel.

La “guerra total contra las drogas”, lanzada en 2006 por el presidente Felipe Calderón, y la lucha entre carteles ya suman más de 30.000 muertos. El asesinato de Edgar, el hijo al que Guzmán intentó preservar impulsándolo a que estudiara lejos de su ambiente, desató una guerra feroz contra el cartel de los hermanos Leyva. A partir de entonces, cuerpos mutilados o cabezas cercenadas formarían parte del paisaje cotidiano de lugares como Culiacán o Ciudad Juárez.

“Una fría tarde de noviembre -cuenta el periodista norteamericano Malcolm Beith en su libro Chapo, el último narco- alrededor de 30 comensales disfrutaban de una comida en Las Palmas, un restaurant en la colonia Las Quintas de Culiacán. Un grupo de hombres armados entró por la puerta: ‘Caballeros, por favor. Concédanme un momento de su tiempo. Va a venir un hombre, el jefe. Les pedimos que se queden en sus lugares. Las puertas se cerrarán y no se permitirá que nadie salga. Tampoco pueden usar sus celulares. No se preocupen; si hacen todo lo que les pedimos, no pasará nada. Sigan comiendo y no pidan la cuenta. El jefe pagará. Gracias.’” El Chapo entró, les dio la mano a cada uno de sus comensales diciendo ‘A sus órdenes’, comió y salió saludando nuevamente.

Ese es el Chapo Guzmán. El hombre que aparece y desaparece de manera imprevista, al margen de cualquier norma, mientras maneja uno de los mayores y más nocivos negocios del mundo.

© LA GACETA


LA ÚLTIMA CAPTURA

Fragmento de Chapo, el último narco*
-Por Malcolm Beith

El Chapo no sabía que su teléfono estaba intervenido. A principios de febrero, los marinos confiscaron un teléfono que pertenecía a unos de los asistentes de comunicación del Chapo en Puebla...

La llamada llegó desde un túnel debajo de Culiacán. Las autoridades escucharon la voz del Chapo: necesitaba ayuda. Los marinos recibieron la luz verde y se movilizaron a la casa de la colonia La Libertad en el centro de Culiacán. Debajo de la bañera de la casa encontraron una entrada a los túneles. Medían casi dos metros de ancho y unos dos metros y medio de alto y estaban bien iluminados...Los marinos buscaron por toda el área. El Chapo los eludió nuevamente.

Pero en unas horas se hizo otra llamada desde el teléfono. Después otra. Y otra. Las autoridades lo rastrearon hasta el Miramar en Mazatlán.

22 de febrero, 5 am. Diez camiones que transportaban a 65 marinos se movilizaron para rodear el Miramar, un edificio de 10 pisos. Entraron silenciosamente al vestíbulo, encontraron al guardaespaldas del Chapo, que dormía ahí, y lo sometieron. El guardaespaldas no opuso resistencia y condujo a los marinos por las escaleras hasta el cuarto piso, a la habitación 401.

El Chapo intentó tomar su AK-47.

Le dieron cuatro golpes en la cabeza. Finalmente habían capturado al presunto capo.

La conexión argentina

“No hay cartel de Sinaloa (en Argentina), únicamente dos caballeros con pasaportes mexicanos”, insistió el ministro de Justicia y Seguridad argentino, Aníbal Fernández.

Las importaciones de efedrina en Argentina habían incrementado de 5.5 ton eladas en 2006 a 28.5 al año siguiente, de acuerdo a la DEA....Los carteles estaban pensando en la producción en Argentina como una futura operación para lograr una distribución más rápida y fácil a Europa.

Y donde había traficantes de droga mexicanos, había violencia. En una ocasión, tres argentinos fueron hallados en una zanja en las afueras de Buenos Aires, sus cadáveres cosidos a balazos, con las manos atadas. El asesinato tenía todas las marcas de una ejecución del hampa mexicana. Según un agente retirado de la DEA que trabajaba en Argentina, los jóvenes habían tratado de estafar a sus contrapartes mexicanas.

Para finales de 2009 estaba claro que las desestimaciones argentinas de actividades del cartel estaban equivocadas: ahora no había dudas de que los sinaloenses habían llegado al Cono Sur.

* Ediciones B.

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