En una madrugada de 1823

En una madrugada de 1823

Recio ataque y toma de la ciudad de Tucumán

EL DEÁN GREGORIO FUNES. En carta escrita desde Salta, Arteaga le narraba los sucesos tucumanos del 5 de agosto. la gaceta / archivo EL DEÁN GREGORIO FUNES. En carta escrita desde Salta, Arteaga le narraba los sucesos tucumanos del 5 de agosto. la gaceta / archivo
A las tres y media de la madrugada del 5 de agosto de 1823, las fuerzas tucumanas del coronel Javier López y las santiagueñas de Juan Felipe Ibarra atacaron la guarnición del gobernador de Tucumán, coronel Bernabé Aráoz, y tomaron la ciudad.

“En vista de estos inauditos males y peligros”, tres días más tarde el doctor José Serapión de Arteaga resolvió abandonar Tucumán y refugiarse en Salta. Desde allí escribió al Deán Gregorio Funes. Decía que el 5 de agosto, “la sangre, el luto y el llanto”, invadieron “la plaza del desgraciado Tucumán”. Enumeraba las consecuencias: “saqueadas fortunas particulares; depuestas con violencia las autoridades y colocadas otras por el voto del vencedor; perseguidos y amenazados del cuchillo los miembros de la Honorable Junta”. Además, se habían impuesto “grandes contribuciones” económicas y, a los vecinos que no podían cumplirlas, o que las resistían por injustas, se los encerraba en calabozos.

Según Arteaga, se habían olvidado el derecho de gentes, “y todos los que se conocen sobre la tierra atacados de las armas”. Tal era “el fruto de la victoria conseguida el 5 de agosto”. Agregaba que “se estremece y horroriza la naturaleza con el recuerdo de tantas atrocidades que los pueblos más bárbaros no las han visto, ni experimentado en el mando. Los hombres tomados de las manos y conducidos al cadalso, cerraron sus ojos sin el consuelo de terminar sus días con un remedio espiritual, siendo inútiles sus ruegos por merecerlo de la arbitrariedad de sus jueces”.

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