Amnesia post mórtem

Amnesia post mórtem

El final de gestión es una de las formas de muerte política. El 9 de Julio, la Presidenta sorprendió con sus dichos hacia. Alperovich, que había dado un discurso kirchnerista. El amparo a favor de un jubilado, otro síntoma del fin.

Es curioso ver cómo la muerte de alguien se convierte al instante de ocurrida en una píldora que provoca amnesia de las cosas malas de esa persona. Sólo recordamos y decimos las virtudes de aquel que acaba de decir adiós. Son los otros los que miran con anteojos benevolentes la vida que acaba de ser dejada. En tiempos electorales ocurre un fenómeno parecido con los candidatos. La diferencia es que son ellos -sus adláteres y compañeros de cruzada- los que ven las cosas maravillosas que han hecho durante su gestión. Y, en cambio, los otros sienten la libertad de empezar a decir y ver los yerros y las faltas cometidas. Es parte de la hipocresía ciudadana. Es también una característica propia de quienes disfrutan de estar sometidos a los caprichos del poder, pero cuando sienten que pueden tener un mínimo de libertad disfrutan de ella y redoblan la apuesta.

El final de gestión es una forma más de la muerte política. Los enemigos que alimentaron la ira durante cuatro años se vuelven más amigables. Es por esto tal vez que Daniel Scioli pasó de ser un impresentable a estadista único. Por la misma razón que el monje negro tiene un carisma celestial desde que se convirtió en el compañero de fórmula de Scioli. La conciencia de finitud es alimentada por la desfachatez.

Por eso, el 9 de Julio sorprendieron menos de lo esperado las palabras de José Alperovich. Se mostró como un peronista más cuando agitó su mano para motivar a los casi todos acarreados (encontré un tucumano que me dijo que fue de motu propio porque quería escuchar a Cristina por última vez) a cantar la marcha peronista. Se acordó también de la independencia económica que lanzó Perón en el 1947. Pero más que de peronista se vistió de kirchnerista puro. “¿Quién te ha visto y quién te ve?”, debe haber pensado más de uno de los que vio crecer al gobernador. ¿Por qué hizo esto? Alperovich tuvo dos razones: 1) Por costumbre: porque ser obsecuente del poder siempre le dio resultado. Porque resignar convicciones, verdades y valores está bien visto en la política de hoy. Da réditos, tranquilidad y continuidad política. 2) Porque es un prisionero. Por mucho tiempo el mandatario no puede decir libremente lo que piensa. En el libreto estaba prefijado que su discurso fuera de agradecimiento K y de pedido de continuidad para Juan Manzur y para Daniel Scioli. Pero además Alperovich (y los tucumanos en general) esperaban un guiño hacia la industria azucarera y dos guiños para los festejos del Bicentenario. Además después de él estaba previsto que hable Cristina, y esperaba esas palabras como un niño añora la llegada de su cumpleaños.

Hubo regalos para Cristina y palos para José. Hasta estos momentos en que usted lee estas líneas no ha habido ni disculpas y en el entorno del gobernador aún no pueden salir del estupor.

La Presidenta habló de sí misma. No se acordó ni de Alperovich que empieza a ser pasado ni de Manzur ni de Scioli que tienen puesto el chaleco salvavidas del futuro.

Durante los últimos meses, mientras el radical José Cano y el peronista con pedigree PJ Domingo Amaya se autotitulaban Acuerdo por el Bicentenario, Manzur se convirtió en presidente del Ente del Bicentenario. Se justificó ese rol porque era el vicegobernador y porque tenía puertas abiertas en la Casa Rosada. En voz baja se comentaron sus diálogos con el jefe de Gabinete y muchos se ilusionaron porque Aníbal Fernández ya tenía anotadas muchas obras para festejar los 200 años de la Independencia Argentina. “A los anuncios los hará Cristina cuando vaya el 9 de Julio”, solían repetir a principios de mayo. Todo quedó en el Tango 01 y nada bajó a Tucumán, salvo veladas frases de crítica al gobernador, que nunca pudo salir de su estupor por esos dichos de la Presidenta. Ni fuerzas para tildarla de “desagradecida” hubo.

Ilusiones bicentenarias

Cristina preocupada en criticar a los medios; Alperovich obsesionado con halagar a la Presidenta y los opositores entusiasmados con mostrar que eran los convidados de piedra del acto patrio. Ese fue el panorama del 9 de Julio. Nadie se desesperó por los próceres de 1816. Todos hicieron lo mismo de siempre. El oficialismo armó un acto político y agasajos al unitarismo porteño y los opositores repitieron el acto que venía realizando Amaya en los primeros minutos del 9 de Julio y las típicas reuniones y locros. Ni una idea nueva ni una actitud de cambio para un reloj que comienza la cuenta regresiva de uno de los hechos más trascendentes y que más podría unir a los desarticulados tucumanos.

“… (en Tucumán) Descubrimos que hay desconocimiento, desconfianza, individualismo... Que obstaculizan un crecimiento conjunto. A los Tucumanos nos resulta particularmente difícil identificar nuestros intereses comunes y, a partir de ahí, adoptar políticas que sean útiles al conjunto, casi siempre prima nuestro individualismo y no encontramos el sendero común. No obstante, seguimos pensamos en positivo, confiamos en que todas las ideas tienen un potencial y todo proyecto una posibilidad de crecimiento. Estamos convencidos de ese potencial, y así fue que asumimos el desafío de comenzar a conectar partes, a crear redes de contacto, a acercarnos al mundo”. Si estas palabras dichas por Juan Luis Fernández en la celebración de los 10 años del IDEP figuraran en el espejo que todas las mañanas saluda a cada uno de los candidatos y políticos de la provincia y, además, estuviera en la plataforma -palabra vetusta que quedó de otras campañas- de los candidatos de hoy, el 9 de Julio hubiera sido otra cosa y la violencia con que se asoma el final de campaña estaría cargado de abrazos.

En lugares ajenos

La única cuenta regresiva que perturba a los candidatos termina en agosto. Los tucumanos saben más de la segunda elección (la del 23) que de la primera (el 9). En esta semana que comienza empezarán a danzar los nombres de los postulantes al Congreso por parte de Tucumán. La batalla parece centrada en la contienda tucumana. Alperovich ha dado un paso al costado. Tanto que Manzur recorre las calles y participa de los actos como representante del gobernador y reparte uniformes o revisa obras como candidato pero vestido de vicegobernador a cargo. Alperovich lo mira y estudia los actos del “hombre que él inventó” desde lejos.

Cano y Amaya recorren insondables caminos tratando de conquistar el lejano interior cautivo desde hace años del peronismo y de la dádiva oficialista. A la Capital la consideran un recurso renovable e inagotable y por eso casi ni se asoman. Los sondeos, la historia y las últimas elecciones les aseguran que la estrategia es la correcta: ganar votos en el interior y mantener los de Capital que en su mayoría serían propios. ¿No hubiera sido más tranquilizador sumar más votos en la Capital y generar una diferencia tal que lo que se tiene o consiga en el interior sea menos? La pregunta da vuelta en la cabeza de los operadores radicales que siguen sin entender por qué Cano se puso de novio con los peronistas.

Señales

La sorpresa mayor fue el desplante de la Presidenta cuando sin nombrar dijo que los verdaderos políticos son aquellos que no se van nunca. Pero tres días antes ya habían quedado descolocados con el amparo otorgado por la sala 1 de la Cámara Contencioso Administrativo, integrada por los magistrados Salvador Ruiz y Horacio Castellanos. Ambos consideraron que Francisco Ismael Saleh debía cobrar sus haberes jubilatorios con el 82% móvil. Es una reivindicación que le dio la Justicia poniendo al jubilado a la altura moral de un juez que goza de esos privilegios. También fue un castigo al Poder Ejecutivo, que siempre se negó a dar este beneficio por cuidar fondos que después se dilapidaron de diferentes maneras o por cumplir –una vez más- con pactos con la Nación que utilizó fondos del Anses para obras y no para mejorar a los pasivos. Para los que leen la política de una manera más pragmática el fallo fue una clara señal del fin de ciclo. Tres años atrás este amparo no hubiera salido, afirman los que siguen necesitados de una Justicia ad hoc y no independiente.

Precisamente, en los Tribunales se vive la feria como esos ejércitos que velan sus armas momentos antes de las batallas. Las tensiones en la Corte no ceden. Hay vocales que no están de acuerdo –ni lo estarán- con las resoluciones adoptadas individualmente –y no con el consenso de los cinco integrantes- por parte del presidente Antonio Gandur. Pero en los pisos de más abajo no atraviesan por mejores momentos. El Círculo de Magistrados entró en una sangría y en un enfrentamiento interno que promete agravarse.

Tucumán vive como esos pacientes que están por dar sus últimos estertores, pero parece que nadie está dispuesto a dejarse llevar por la amnesia posmorten que bien serviría para tener otra convivencia en la política, en la Justicia y en la historia.

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