El te maki sushi es en Japón como el asado para los argentinos

El te maki sushi es en Japón como el asado para los argentinos

En Keiko Saito conviven la cultura de sus padres, japoneses, y la que recibió en Latinoamérica, donde nació, creció y eligió vivir.

EL CURSO. Un idioma también se aprende gracias a los sabores EL CURSO. Un idioma también se aprende gracias a los sabores
No fue un viernes como todos en el aula 121 de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, esa donde, por el proyecto “Lenguas para la Comunidad”, de la Secretaría de Extensión, un grupo de jóvenes aprende japonés. De hecho, a Keiko Saito -la “profe” -no se le ocurrió que sería necesaria la pizarra. Es que hace años reemplazó ese horror de que “la letra con sangre entra” por la gratificación de enseñar el idioma de sus padres sostenido por exquisiteces. Y ese viernes era día de cocina.

Andrea, Antonella, Raquel, Florencia, Franco, Ana, Facundo, Antonio y Santiago estudian Psicología, Comunicación, Inglés, Veterinaria... Los une el japonés, pero salvo un tímido “me gusta”, no lograron responder por qué lo estudian. Sí reconocieron que lo más complicado es la escritura: “es como volver a jardín de infantes”; “hay que hacer de nuevo el aprestamiento”; “hay que ablandar la mano” fueron frases con las que describieron la experiencia. Esas frases le permitieron a Keiko explicar por qué sus alumnos -algunos desde hace cuatro años- se sientan todas las semanas con ella en el aula. “La inteligencia en Oriente es menos racional, más asociativa e intuitiva. Se nota en la cultura: todo gira en torno del equilibrio. Se nos educa para tener temperamentos medidos, controlados; nadie pretende sobresalir”, explicó y los miró: “ellos parecen japoneses -dijo sonriéndoles-. No es que sean luminarias... (quejas divertidas). “Simplemente piensan plásticamente, dispuestos a empezar de cero, como chicos... y aprenden de la manera adecuada”, explicó. Carcajada general.

“En la cocina también la regla es el equilibrio. Los sabores son suaves, ni salados ni dulces, aunque cuando cocino para argentinos tengo que agregar sal”, reconoció. Y añadió, como le enseñó su mamá, que lo importante es que los sabores no se tapen unos a otros.

Largo camino

Keiko es arquitecta, tiene tres hijos y un marido de origen italiano. Sus padres emigraron del devastado Japón de la posguerra en 1955. Tenían 19 y18 años; se conocieron en el barco, se casaron y se instalaron en Paraguay. El sueño de ser agricultores no resultó... siguieron a Buenos Aires y de allí a Tucumán -hace más de 30 años- a la fábrica de Hitachi en Lules.

Keiko sigue hablando en japonés con su hermana y con su madre; sus hijos las entienden y dicen unas cuantas palabras. “No es fácil sostener la lengua cuando el contexto no lo estimula; nunca estoy segura de cuánto realmente pueden hablar”, contó. Lo que sí sabe, es que “comer en japonés” les encanta.

Lo que preparó para esa original clase del viernes se llama te maki sushi. “Es el sushi que se hace en casa, para el encuentro de la familia o con amigos, como el asado en Argentina”, explicó. “Y se organiza como los tacos en México”, añadió.

Buena comparación: sobre la mesa esperaban trozos pequeños de alga nori (las planchas habituales cortadas en cuatro), delgadas tiritas de zanahoria y de palta, langostinos, kanikama rebozado y frito y por supuesto, el arroz (ver preparación). Además, un bol con salsa de soja y un pote de queso Finlandia.

La historia de Keiko -envuelta en el suave aroma de la comida- fue apasionante, emotiva, gráfica. Cuando dijo: “bueno... probemos”, la suave tensión que flotaba en el aire se quebró. Y, palitos en mano, cada uno armó sus te maki sushi como mejor le pareció.

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