Por Ricardo Reinoso
04 Julio 2015
Una escribana y su empleado quedan atados espalda contra espalda después de haber sufrido un asalto en la escribanía. Amarrados deben resignarse a esperar toda la noche a que los encuentren. Mientras transcurren las horas, discuten, se distienden, y poco a poco van dialogando sobre intimidades que antes nunca habían intercambiado. Hasta ese momento eran casi extraños y sólo compartían la rutina laboral diaria.
La obra escrita por Claudia Piñeiro (autora de las novelas Las viudas de los jueves, Betibú, Tuya, y otras) tuvo originalmente la forma de un cuento breve, narrado desde la conciencia del protagonista masculino, Gutiérrez. Esa historia, de fuerte contenido sexual, fue reescrita años después por su autora en forma de pieza teatral.
A pesar de que el director Víctor Hugo Cortés elimina en esta versión la parte sexual, quitándole un importante elemento a la trama, la puesta lo suple incorporando el humor. Lo hace gracias a la inventiva y el talento del protagonista. Impedido de usar a pleno los recursos corporales, por tener que actuar atado, Adolfo Flores decidió que su Gutiérrez sería tartamudo y con ello consiguió una comicidad que no estaba escrita en el libreto.
Secundado por Carla Marengo en el papel de una escribana autoritaria y casi siempre malgestada, Flores confirma una vez más que es un comediante versátil, capaz de manejar hábilmente el grotesco en sus personajes, y un experto en deformaciones del habla. Así lo había demostrado en su anterior papel de un gangoso y jorobado Sosía en la obra "Anfitrión", por el que ganó el premio Artea al mejor actor en 2014. Antes se había lucido en "Dakar-Eslovenia-Tucumán", de Carlos Alsina. Esta vez, sin muchas posibilidades físicas, se las arregla igual para lograr la carcajada de los espectadores.
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