Los silenciadores de los oprimidos

Los silenciadores de los oprimidos

Si el inconsciente colectivo existiera, su síntoma más revelador sería ese video. El de los niños de la Colonia 1 de Santa Ana con las botamangas arremangadas para mojarse lo menos posible cuando cruzan el río Chico para ir a clases en la escuela del paraje Santa Rosa. El de los más chiquitos siendo cargados por sus padres, porque ellos no podían con las ramas y las piedras y el barro y el agua.

Lo revelador no es esa postal casi camboyana de tucumanitos atravesando de a pie un curso de agua para llegar a su escuela, porque las últimas inundaciones se llevaron el puente dudoso que unía ambas localidades y porque el Gobierno tucumano de los $ 100.000 millones en una década nada ha hecho por reponer la estructura. No. Lo sintomático es que ese drama regado por la desvergüenza del desgobierno ha emergido mediante un video. El síntoma es la filmación: el padecimiento se conoció a través de imágenes y no de palabras, porque no hay palabras para el despojo de los tucumanos sin década ganada.

No es una metáfora. No se trata de la expresión “no hay palabras” para describir lo que el video enseña acabadamente. Para eso hay palabras como para embalsar un río grande. Carencia inocultable. Desprecio oficial. Administración de la pobreza. Redistribución de la miseria. Marginación indisimulable. Estado ausente. Gestión indigna. Infancia atropellada. Gobierno rico. Niñitos empapados...

Para lo que no hay palabras es para que los pobres narren su despojo. El pobre, en un nivel, ha sido privado incluso de la palabra para hacer público lo que sufre. Literalmente. Para él no hay palabras ahora, como no las hubo antes. Porque tierra adentro de Tucumán, a los pequeños se les ve todo lo que tienen, pero nunca se les escucha una sola mención al respecto. Los hermanitos que van de manera alternada a la escuela -un dia acude uno, al siguiente el otro- sólo revelan que tienen un único par de zapatillas para los dos cuando la maestra les pregunta por la intermitencia. Por eso, si llueve, no va ninguno. La flaquita que sólo come media porción del almuerzo y se guarda el resto explica que se lo lleva para su hermana más chiquita sólo cuando la descubren. Por eso, si se enferma, va igual.

Cualquier hijo de maestra bien nacida sabe que su vieja peleó con las conserjes para que les den porciones más grandes a los pibes, porque ellos no van a pedirlo; que enfrentó al padre de un Juancito para que no lo saque de la escuela para mandarlo a cosechar limones, porque él nunca va a mencionarlo; que discutió con el marido porque gastó parte del sueldo en comprarle ropa a la Mariquita, que ni siquiera sabía qué decir cuando recibió una campera

“Hay aspiraciones en los oprimidos que no son pronunciables, porque fueron consideradas impronunciables después de siglos de opresión”, escribió el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos en Renovar la teoría crítica y reinventar la emancipación social. “No es posible el diálogo simplemente porque la gente no sabe decir: no porque no tenga qué decir, sino porque sus aspiraciones son impronunciables”.

El video enviado a LA GACETA en WhatsApp muestra lo que sufren los que no pueden decir. La respuesta de las autoridades provinciales, tan millonarias en vocablos, fue tratar de inundar con palabras falaces la realidad de toda esa niñez olvidada, que ni siquiera se deja tapar por el río. “El video es del año pasado”, fue la primera respuesta de los funcionarios provinciales. Esos que dicen adscribir al kirchnerismo, en referencia a la gestión nacional que ha hecho del pasado reciente una obsesión compulsiva. “Del año pasado”, argumentaron, como si la ignominia de meterse al río para llegar a la escuela fuera menos degradante conforme pasen los meses. “Del año pasado”, sostuvieron, sin tener ninguna prueba, sin siquiera haber ido a la zona, como si sumergir a los niños y sus derechos todos los días, de ida y de vuelta del aula, fuera un oprobio que prescribe a las 52 semanas de perpetrado.

Pero al rato, nomás, el video ya no era “del año pasado”. Eso sí, era viejo. Presuntamente viejo. “Debe de ser de (cuando) las inundaciones”, recalcularon en el Ministerio de Educación. Pero las crecidas que arruinaron puentes por docenas en esta provincia (a pesar de que, desde la antigüedad, esas estructuras fueron concebidas para que el agua vaya por abajo y la gente pase por arriba) no son “viejas”. Acontecieron durante el primer cuatrimestre de este año. De este, no de otro.

Al rato, nomás, el cruce ya era perfectamente contemporáneo, aunque con una salvedad: según una supervisora, si los chicos cruzan el río de a pie es por exclusiva decisión de los padres, que resolvían mojarlos un poco para que caminen algo más de 1.000 metros, en lugar de llevarlos sequitos a lo largo de cinco kilómetros, por un camino alternativo. Más los cinco kilómetros de vuelta. Que no haya ninguna solución para los pequeños de parte del Gobierno que pautó en el Presupuesto General de la Provincia de este año medio millón de pesos para el “Programa 36 – Fondos para Riñas de Gallos” no tiene nada que ver...

Finalmente, las autoridades provinciales abandonaron el argumento del negacionismo y la igualdad de las distancias inequiparables. Optaron, como último sofisma, por alegar que en Santa Ana había muchas otras escuelas, de modo que seguir yendo a la del paraje Santa Rosa quedaba reducido prácticamente a un capricho exótico de niños obtusamente empecinados con mojarse en el río Chico.

¿Y el artículo 144 de la Constitución de 2006? ¿Y lo de formar integralmente a la persona atendiendo su vocación por el destino trascendente? ¿Y lo de inculcar los valores de la libertad y de la justicia? ¿Y lo de erijir sujetos activos de la producción de riquezas espirituales, científicas y bienes materiales?

¿Cómo hay que interpretar el artículo 40: Los niños y los jóvenes serán objeto de una protección especial del Estado en forma de favorecer su normal desenvolvimiento, su desarrollo físico y cultural, asegurándoles iguales oportunidades para su desarrollo sin discriminación de ninguna naturaleza?

¿O nada de la Ley Fundamental es real porque lo único que perseguían era habilitar reelecciones?

A no confundirse. Puede parecer que a las autoridades tucumanas no les importa decir cualquier cosa, pero no es así. Lo que les interesa, en todo caso, es que los pobres no digan nada. El Estado habla y habla, aunque se trate de mentiras e incoherencias, para que los tucumanos pauperizados entiendan que a ellos no les corresponde pronunciar ninguna pretensión. Si se cayó un puente sin mantenimiento en una comunidad olvidada por los administradores del Estado, el Gobierno no tiene por qué hacerse cargo: en todo caso, que los pobres cambien de escuela.

Esa es la pedagogía de la Democracia Pavimentadora. A los pobres sólo les asiste el derecho a seguir siendo pobres. Y cada vez que un pobre, al borde del tabú, intentó pronunciar una aspiración, los pavimentadores los amenazaron con hacer de la pobreza un deber.

Cuando los padres de Mercedes Figueroa, el angelito asesinado a puñaladas por resistirse a un abuso, aspiraron a que se hiciera justicia, les contestaron que el Señor Estado no puede estar al lado de una familia borracha que deja solos a sus hijos.

Cuando Susana Trimarco invocó su aspiración de que Tucumán fuera una provincia libre de la explotación sexual a la que son sometidas las tucumanas pobres mediante redes de trata, le respondieron que prostitución siempre hubo y habrá.

Cuando Cristian Bulacio, de El Molino, aspiró a que los representantes del pueblo les dieran auxilio a él y sus vecinos frente a los desmanes de los inundaciones, lo reclasificaron como vago de miércoles, pedazo de animal.

Cuando vecinos de Garmendia aspiraron a votar para delegado comunal a un candidato distinto que el propone el oficialismo, fueron amenazados por radio con perder módulos habitacionales. Aunque fueran discapacitados.

Cuando estalló el escándalo de Garmendia, el vicepresidente alperovichista de la Legislatura denunció que el intendente alperovichista de Bella Vista hacía lo mismo.

Cuando detonó la denuncia de Bella Vista, el candidato a intendente del Frente para la Victoria denunció que los “mellizos” candidatos a parlamentarios por el Frente para la Victoria hacían otro tanto Famaillá.

“El silencio es el resultado del silenciamiento”, define Boaventura de Sousa Santos, para deplorar uno de los resultados más abominables del colonialismo. Los niños de la Colonia 1 ahora tienen un bote para cruzar el río Chico. No se los proveyó el Gobierno sino un sindicato. No se los gestionó el oficialismo, sino una peña “xeneize”. Los changuitos se apiñaron en la embarcación y sonrieron felices. Ya no van a tener que mojarse para ir a la escuela, aunque cuando lo hacían no se quejaban.

Todo un logro a 199 años de que aquí se jurase que los pueblos libres se emancipaban para siempre de los opresores. Justo a tiempo para que el jueves se pueda festejar el Día de la Independencia a toda patria, por así decirlo...

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