“Nunca un Estado puede reemplazar a cientos de miles de individuos pensando”

“Nunca un Estado puede reemplazar a cientos de miles de individuos pensando”

A los 20 años, el chileno Roberto Ampuero creía que cuando tuviera 60 el mundo sería socialista. Las empresas estarían controladas por el Estado, como también las tierras, las exportaciones, las negociaciones. Y el pueblo sería feliz. El sueño le duró poco. Tres años más tarde, después de huir de la dictadura de Pinochet y de instalarse primero en Alemania del Este y luego en Cuba, se desencantó. Dejó de creer. Y quiso escapar. Así lo cuenta en su nuevo libro: Detrás del muro, recuerdos de mi memoria imprecisa

“Nunca un Estado puede reemplazar a cientos de miles de individuos pensando”
05 Julio 2015

Por Dolores Caviglia - Para LA GACETA - Buenos Aires

- En Detrás del muro, recuerdos de mi memoria imprecisa se hace evidente la ruptura del pacto de ficción; el escritor anuncia que escribe. ¿Por qué tomó esa decisión?

- Se dio de forma natural. Lo primero que quise transparentar fue que tenía una tarea: contar lo que queda de lo que fue en mi memoria, consciente de los impedimentos. ¿Cómo se hace? Quería reconocerlo para que el lector conozca la arquitectura, los andamios de la novela. Quise ponerlo sobre la mesa. Fue una declaración de honestidad: esto es lo que me propongo, estos son mis límites, mi memoria ya no es un espejo, veamos qué pasa.

- ¿Puede la memoria ser precisa o es siempre un relato?

- Lo que intenté subrayar con memoria imprecisa es que hay personas que tienden a pensar que la historia es absolutamente capaz de contar lo que ocurrió; hay gente que cree en la Memoria y en la Historia. Yo lo que quise decir es que no existe algo tal como la historia oficial. Además, esta es mi memoria, lo que yo recuerdo. Quienes discrepen no la podrán corregir. Lo único que podrán hacer es escribir su propia memoria. La memoria tiene libertad, esto no significa que tiene que convertirse en fantasía. Pero sí tiene derecho al error.

- ¿El pasado siempre late en el presente?

- Cuando era joven y militaba en la juventud comunista lo que me daba tranquilidad era que existía el determinismo de la historia. Bueno, después la historia te enseña que no tiene un sentido, una dirección. Incluso puede ocurrir de nuevo. Eso nos tiene que tener atentos para aportar con estas memorias a la nueva generación. Todo puede volver a ocurrir. Nada está garantizado. Pueden volver las dictaduras a América Latina. Hay que mantener vivas ciertas experiencias de la humanidad que no deben ser repetidas porque hasta lo inimaginable es posible con el ser humano, como llevar a un país entero a construir el muro que los encerrará. Uno se preocupa porque la historia pasa y no deja una huella. Para los jóvenes, el muro de Berlín es realismo mágico, algo casi inventado. Y hay mucha gente interesada en minimizar lo que ocurrió, en relativizar el muro.

- En esta novela hay una unión fuerte entre la memoria y el lugar.

- Le relación con el espacio y las personas es interesante porque da una idea de la fugacidad de las cosas y de los ritmos de una ciudad. Cuando estuviste en los 70 y hoy recorres Berlín, te das cuenta de la experiencia de la ciudad, de lo que la atravesó, de lo que cuenta y de lo que calla. Los edificios mandan mensajes. Ese sitio habla con muchas voces y hay ecos que aún persisten y a partir de ahí se puede escribir. Yo recorrí el mismo lugar pero ya no era igual. Yo tampoco era igual.

- ¿Hay lugar real para el socialismo?

- La pregunta sería: ¿hay otros tipos de socialismo? Pero el socialismo está definido por la estatización de los medios de producción. Cuando tú optas por eso, estás creando una sociedad unidimensional y te vas a encontrar tarde o temprano con problemas económicos y políticos. No hay alternativa. La única forma de ser es esta. Lo otro es decir: “Mira lo que yo quiero es que en una economía capitalista haya muchos elementos de un Estado poderoso”, pero eso ya no es socialismo. A mi juicio no hay socialismo democrático posible porque el socialismo por definición es el control total. No hay otra forma de vincularse que a través de la ingenuidad o de un cinismo. No es posible mejorar el socialismo porque nunca un Estado puede reemplazar a cientos de miles de individuos pensando. La libertad no la puedes inventar. Está y es incómoda. No se puede controlar.

© LA GACETA

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