La teoría de la relatividad de las obras

La teoría de la relatividad de las obras

“Hay tres maneras de hacer las cosas: la correcta, la incorrecta y la mía” (Sam “Ace” Rothstein, personaje de Robert de Niro en “Casino”)

PANORAMA TUCUMANO
El fantasma del estrago de las inundaciones está escondido, pero agazapado. Estamos en período de lluvias y los que padecieron directamente la salvaje arremetida de las aguas lo saben bien, y protestan. La gente de Escaba, en cuya parte alta aún están aislados, protestó con corte de la ruta 38 hace unos días; los pobladores del sureste de La Cocha, habituados desde siempre a pasar los largos veranos rodeados de agua, cortaron hace un mes las rutas 157 y 38, para reclamar obras. Otros con igual padecimiento, como los vecinos de La Soledad (Burruyacu) ya están acostumbrados a la indiferencia y desde comienzo de año están sin camino, que ha sido devorado por el río.

Ha sido (está siendo) un año extremadamente lluvioso. Las crecientes destruyeron 14 puentes y fueron particularmente agresivas en Aguilares y Santa Ana, La Madrid y Alberdi (el agua bajaba en torrentes imparables), El Molino y Alpachiri. Provocaron el desborde peligroso del dique de Escaba. Se llevaron puesto un puente nuevo en Los Alisos (evidentemente mal hecho, razón por la que el Tribunal de Cuentas debería explicar qué falló en el control) y cortaron el paso entre Lules y San Pablo. Sobre el río Lules se está reconstruyendo el puente y se permite por un terraplén el tránsito de vehículos menores. Cada vez que llueve los pobladores tiemblan pensando en la obra inconclusa.

Lo que no se hace

En la Capital y Yerba Buena el canal Sur y el río Muerto fueron los principales escenarios de desastres. El río de la zona pedemontana, depredado sin control durante los tiempos de sequía por los extractores de ripio de la década de pavimentación, se desbordó y echó a las familias que estaban asentadas en su margen oeste. Y el canal Sur está destruido totalmente. El mismo canal que iba a ser arreglado a partir de abril pasado, según había anunciado en febrero Juan Sirimaldi, titular de la Dirección Provincial del Agua, hoy encargado de decir todo lo que no se está pudiendo hacer a nivel gubernamental. Sirimaldi es quien les respondió a los vecinos de Alpachiri y El Molino que tienen problemas para conseguir maquinarias que operen en terrenos pedregosos, aunque les prometió soluciones. Para las próximas tormentas fuertes faltan cinco meses, según se estima, de modo que los funcionarios creen que tienen tiempo. Los vecinos no piensan igual: dicen que la DPA no tiene máquinas y que ha contratado empresas que han puesto topadoras viejas, “de museo” (dicen), que se rompen.

El asunto no inquieta como durante el tormentoso verano. Pero cuando los fantasmas reaparecen, asustan. Como ver el canal Sur, sin barandas, lleno de basura y losas rotas, sin señalización. Hace tres semanas , la provincia y las municipalidades de San Miguel de Tucumán y Yerba Buena se culparon por la falta de cintas demarcadoras y carteles de advertencia. El secretario de Obras Públicas provincial, Oscar Mirkin, dijo que les habían pedido colaboración a las municipalidades, “pero no lo han hecho”, y explicó que la provincia no ponía vallas metálicas “porque no tenemos en cantidad suficiente”. El secretario de Obras de la Municipalidad capitalina, Fernando Insaurralde, retrucó que a ellos les pidieron colaboración en marzo y luego “nunca más”. Y remarcó que el canal Sur es responsabilidad de la DPA (Sirimaldi).

Pero nadie se preocupa demasiado ante el canal destruido porque no hubo ningún accidente y porque no estamos en estación de lluvia fuerte.

Lo que sí se hace

Mirkin dice que hay 18 proyectos de reparación de los desastres de las tormentas del verano. Además del puente sobre el río Lules, se ven algunas cosas como la nueva alcantarilla en el sector donde fue cortada en febrero la ruta 38 a la altura de Aguilares para aliviar la brutal inundación del barrio San Roque. Los pobladores de los parajes de La Cocha dicen que gracias a sus presiones los funcionarios están haciendo limpieza de canales.

En cuanto a los canales Sur y Norte, Mirkin informó en mayo que esperaban noticias del secretario de Obras Públicas de la Nación, José López, para financiar los trabajos de reparación, que se harían en un plazo de 12 meses. El canal Sur costará 158 millones de pesos, lo mismo que costó la autopista sobre la diagonal a Tafí Viejo. Menos que los 170 millones que está costando el canal sobre el Boulevard 9 de julio, que ha sido cuestionado por expertos hidráulicos como Franklin Adler y José Domián porque -sostienen- hará colapsar el canal Sur, donde desemboca, y con ello generará más inundaciones en el área sureste de Yerba Buena.

Es decir, se va a reparar este canal maestro que es acaso la obra más grande que hay entre la capital y Yerba Buena, pero no se sabe si lo que se está haciendo es lo apropiado: hay al menos un cuestionamiento integral sobre dos grandes estructuras hidráulicas y no hay cómo saber si los argumentos dados son correctos o incorrectos.

Lo que no se hizo

En este sentido, hay dos antecedentes importantes que parecen haber sido cruciales y que dan ideas de lo que habría que hacer o que se debería haber hecho. Y que, por algún motivo, no se hizo. Uno es el proyecto de sistematización de los ríos Gastona y Medinas, que tuvo a su cargo el ingeniero Antonio Roldán por encargo del Consejo Federal de Inversiones hace 12 años, según contó el geólogo Luis Suayter en marzo. El otro antecedente es el proyecto integral de aprovechamiento integral de recursos hídricos y control de inundaciones en la cuenca superior del Salí. Fue un seminario taller de un mes en 1993, con participación de funcionarios del Gobierno, la la Universidad Nacional de Tucumán y la Universidad Tecnológica. Se trabajó en todos los aspectos. Se hizo un diagnóstico sobre desagües, crecimiento urbano, clima, régimen hidrológico, canalizaciones, trabajos sobre cuencas, etcétera. Se criticó la falta de mantenimiento de desagües, los errores de proyecto y de ejecución y se plantearon, además de Potrero de las Tablas y Potrero del Clavillo, embalses de regulación. Sobre el canal Sur se dijo que ya en ese año 1993 estaba en avanzado grado de destrucción y que tenía problemas de diseño. Pasaron 22 años y ese canal no sólo causó zozobras constantes con las lluvias sino que se llevó al estudiante Bruno Barbaglia (1999) y al peregrino Franco Núñez (en diciembre pasado). Y sigue igual, es decir, peor: a ningún gobierno desde entonces le importó.

Lo que sí se hizo

Sin embargo, los funcionarios dicen que sí se hicieron obras en los años de sequía, cuando proliferaron los planes prelluvia y trabajos que, según diría el gobernador José Alperovich el 9 de marzo, habían funcionado para evitar que el efecto de las tormentas no fuera tan terrible como en Córdoba. Luego no diría nada y sus funcionarios hablarían de lluvias inusuales con efectos imposibles de prever. Hay otras obras en espera: la del canal de Cintura Oeste en Alberdi, que, se supone, ayudaría a prevenir inundaciones en Villa Belgrano, está parada, pese a que debía hacerse en ocho meses a partir de octubre de 2014. El intendente de Alberdi, Luis Campos, dijo en abril que las lluvias no dejaban hacer los trabajos. Hoy el tiempo está cumplido, la obra no.

En estas cuestiones hay una especie de teoría de la relatividad de las cosas. No importan tanto cuando no hay lluvias; no hay apuro cuando es tiempo de ejecutarlas y cuando llegan las tormentas no se pueden hacer porque el agua no da respiro. Y como no parece haber controles preventivos del Tribunal de Cuentas y tampoco hay investigaciones de la justicia, todo termina diluido en el tiempo. Una obra hecha genera una expectativa positiva en la sociedad, desmentida después por la realidad de media provincia devastada por el agua. Al fin, no se sabe si las obras se hacen del modo correcto, del modo incorrecto o del modo que ha impuesto el Gobierno. 

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