“Los jóvenes de 16 no pueden votar, un chico de esa edad no sabe ni sonarse la nariz”, opina Zecca

“Los jóvenes de 16 no pueden votar, un chico de esa edad no sabe ni sonarse la nariz”, opina Zecca

Hace dos semanas, la Justicia proscribió el voto joven para las elecciones provinciales del 23 agosto, a instancias de una presentación que realizó el PRO. El arzobispo de Tucumán se pronunció sobre el tema

PRELADO. Zecca quiere que los políticos acerquen sus proyectos. la gaceta / foto de franco vera (archivo) PRELADO. Zecca quiere que los políticos acerquen sus proyectos. la gaceta / foto de franco vera (archivo)
06 Junio 2015
A dos meses y medio de las PASO y de los comicios provinciales, el arzobispo de Tucumán, monseñor Alfredo Zecca, opinó sobre el proceso electoral en marcha y pidió a los candidatos que expongan sus propuestas y que no sólo se preocupen por salir “lindos en la foto”. Reconoce que el kirchnerismo ha tenido aciertos durante su gestión, pero, a la vez, lamenta que no se haya podido solucionar el problema de la pobreza y de la desocupación. Sobre el voto joven, el prelado asegura, sin tapujos, que los adolescentes de 16 años no están preparados para sufragar.

- Hace semanas, el Papa Francisco instó a los obispos a que denunciaran la corrupción, ¿usted cómo toma ese pedido?

- En primer lugar, no sólo porque se trate del Papa, el pedido tiene un valor en sí mismo porque así debe ser. Una adhesión absoluta de mi parte, porque así debe ser. Es un derecho que tiene la ciudadanía porque, precisamente, el ciudadano público, sea cual fuere el lugar que esté ocupando, lo está haciendo en nombre y en representación de la ciudadanía. Y si administra, administra bienes que no son propios. Son patrimonio del pueblo argentino. Y, además, no es bueno que exista ese pensamiento sobre que el funcionario corrupto que hizo plata a costa del Estado es, en el fondo, alguien que entre comillas “se salvó” y ello sea visto como una cosa positiva.

- ¿Usted se refiere a la tendencia de aplaudir la viveza criolla?

- Claro. Esa viveza criolla es profundamente nociva. Esto es un hecho grave. Yo siempre pongo el ejemplo de la época de la Colonia. Existía algo que se llamaba juicio de residencia. El virrey dejaba el cargo pero le hacían un juicio de residencia. En el derecho anglosajón está el principio de la accountability. Que quiere decir que el funcionario deber rendir cuentas de su gestión. ¿Por qué dejar un cargo y no rendir cuentas de lo que se hizo?

- Pero aquí no sólo no rinden cuentas, sino que buscan otro cargo para lograr inmunidad…

- En la Argentina el juicio de residencia no existe. ¿Usted dejó un cargo? Bueno, muy bien: rinda cuentas de cómo administró lo que dejó. Me parece normal y nadie debería ofenderse.

- Hay una creencia arraigada en la sociedad y es el “roba pero hace”. ¿Usted qué piensa de eso?

- Creo que habría que erradicar absolutamente ese concepto. Primero, porque la viveza criolla esa es una falsa viveza. Porque por esa viveza criolla nos va como nos va. Y no nos va a ir mejor mientras no tengamos funcionarios probos. Como no puede ser que vivamos en permanente emergencia económica. Resulta que va todo muy bien, pero prorrogamos la emergencia económica. Igual con los Decretos de Necesidad y Urgencia. Una cosa es una situación de guerra o una catástrofe. Pero que convirtamos la excepcionalidad en norma, y, encima, salteándonos la Constitución, esto claramente no puede ser.

- ¿Y cómo recibe el conjunto de la Iglesia estas prácticas comunes de los gobernantes?

- Yo soy muy claro con los sacerdotes en decirles que tenemos que tomar conciencia de que nosotros administramos dineros que no son nuestros. Yo no soy el dueño de la Iglesia de Tucumán. Yo, en mi carácter de obispo, administro bienes que pertenecen a la Iglesia de esta provincia y, en definitiva, al pueblo de Dios. Yo tengo que dar cuenta de mi administración. No puedo hacer lo que quiera. El obispo no puede hacer inversiones especulativas, por ejemplo. No puede ser que me meta en una timba financiera a ver qué me sale.

-¿Cuál es su opinión sobre la pobreza en Tucumán?

- Evidentemente, creo que tomar el período 2003-2015 como un todo es injusto. Porque es real que el Gobierno ha tenido aciertos en algunos puntos y hay que reconocerlo. En eso hay que ser objetivo. Pero también es cierto que no hemos logrado achicar la brecha entre ricos y pobres. Alguno puede decir: “bueno, sí, esto es una tendencia mundial”. Es verdad, en un artículo reciente de The New York Times se publicó que tanto en los países desarrollados como en desarrollo ha crecido la brecha entre ricos y pobres. Lo cual significa, a mi modo de ver, que en el fondo el capitalismo ha logrado la generación de riqueza pero no ha logrado la distribución. Con lo cual se pone de manifiesto que la famosa teoría del derrame es una fantasía. No se derrama nada. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Y si yo me atengo a lo que son las mediciones del barómetro de la deuda social argentina de la Universidad Católica -es un tema que conozco de cerca desde cuando era rector-, este habla de un 20% de pobreza del país. Y esos son valores de los cuales no puedo dudar porque a la universidad no la mueve ningún interés político.

- ¿Cree que hay un direccionamiento del Gobierno para mantener la pobreza?

- Creo que, en primer lugar, el tema de la pobreza es un tema complejo y que hay que abordarlo desde un punto de vista multidisciplinario. Por ejemplo, sería un acto de suprema irresponsabilidad suspender los planes sociales, así de golpe. Pero, detrás eso, hay un problema cultural. Hay gente que ha perdido la cultura del trabajo y eso hay que recuperarlo porque es un valor. Es decir, uno tiene que ayudar a que se recupere el valor del trabajo. Porque, en definitiva, recuperando eso se recupera la dignidad humana.

- ¿Considera que la clase política escucha el consejo de la Iglesia?

- Creo que la opinión de la Iglesia es escuchada.

- Años atrás, el Gobierno nacional no aceptaba las críticas…

- Yo creo que escucha. Tampoco se pretende que se haga todo de golpe. Pero hay una predisposición a querer escuchar y a querer seguir los consejos de la Iglesia. Porque, además, creo que los políticos también tienen conciencia de que la Iglesia es una voz sumamente autorizada. Es la que tiene mayor credibilidad. Esto es una realidad. No es una opinión evitable. Importa porque tiene incidencia en la opinión pública. A mí no me gusta ser tremendista y decir: “todo está mal”.

- Ahora que vienen las elecciones, ¿tiene pensado interpelar a la clase política para que divulgue sus propuestas?

- Lamentablemente vivimos en una sociedad donde domina el sentimiento. Este es un hecho cultural. El sentimiento tiene su lugar. La emocionalidad tiene su lugar. Hoy tenemos una cultura que vive de la imagen, del sentimiento y no tanto de la razón. Claro que vamos a convocarlos.

- ¿Cree que se ha “marketinizado” demasiado la política?

- Seguro. Como se ha “marketinizado” todo. Pero hay que discutir ideas. Porque llega un momento en que al tomar decisiones hay que tener la suficiente ascesis para dejar el sentimiento de lado y ponerse a pensar. Es una obligación del político discutir ideas y el ciudadano tiene que exigirle que le diga qué va a hacer con los grandes problemas. Con la educación, la inseguridad, la droga… Porque, así como estamos, el que tiene más chance de ganar una elección es el que sale más lindo en la foto. Ir a votar por la foto me parece terrorífico.

- ¿Piensa usted que los jóvenes de 16 años están en condiciones de votar?

- Es una absoluta irresponsabilidad. Pregúntele a cualquier psicólogo y le va a decir que la adolescencia se ha prolongado. Y además somos incongruentes. ¿El chico es inimputable de delitos porque es menor y tiene madurez para votar? ¿Pero a qué estamos jugando? Un chico de 16 años no sabe ni sonarse la nariz. Hace 50 o 60 años, un muchacho de 20 años que salía del servicio militar era un hombre. Y a los 22 años ya estaba casado. Tenía novia, trabajo y se casaba. Estamos ante un problema que es complejo.

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