¿Quién no quiere un año sabático?

¿Quién no quiere un año sabático?

Cada vez más jóvenes tucumanos terminan su carrera universitaria, dejan colgado el título y se van por el mundo. El destino más elegido es Nueva Zelanda, donde trabajan por un tiempo, aprenden inglés, ahorran dinero y luego parten a recorrer el Sudeste Asiático. Lo describen como el viaje de sus vidas. Cómo influye esta experiencia en su futuro profesional.

VIAJAR EN TIEMPOS LIBRES. Agustina se instaló en Munich y viaja seguido por Europa. En esta foto, su paseo por Austria. VIAJAR EN TIEMPOS LIBRES. Agustina se instaló en Munich y viaja seguido por Europa. En esta foto, su paseo por Austria.
Lo había soñado toda su vida. Ahí estaba, colgado en la pared, el título de abogado. Pero algo no le cerraba. ¿Y ahora qué? O salía a recorrer los pasillos de tribunales (algo que iba a hacer toda su vida, pensaba). O se iba a buscar nuevas experiencias por el mundo. ¿Un año sabático? Sonaba como un delirio. No importa. Él sintió que era lo suyo. Armó la mochila y se lanzó a Nueva Zelanda, el punto de partida de un viaje que lo marcó para siempre.

Se emociona con sus recuerdos. Hubo momentos duros. Soledad. Incertidumbre. Miedos. En la balanza, pesó más la felicidad. Eso se le grabó en la sonrisa a Mariano Madrid. Tiene 27 años y su perfil entra perfectamente en la tribu de los gappers. Se los llama así porque buscan abrir un hueco (“gap” en inglés) en sus vidas, hacer un corte. ¿Quiénes son? Jóvenes de clase media alta, profesionales en su mayoría. El año sabático, para ellos, no implica no hacer nada o salir de vacaciones. Los impulsa la sed de “moverse” y cambiar. Por eso, en el destino elegido para su aventura buscan ser un ciudadano más. Hacen trabajos básicos, juntan algo de dinero y se largan a conocer cada rincón.

Lo primero que demostraron los gappers con sus años sabáticos es que el tradicional plan de la carrera profesional es una fórmula en extinción, comenta María Laura Colque, presidenta de la Fundación para el desarrollo profesional. Hoy estudiar, recibirse, conseguir trabajo, casarse, construir una casa, crecer profesionalmente y esperar a estar jubilados para viajar ya no es el plan perfecto para este grupo de jóvenes. Lo confirma Mariano: “no iba a resignarme a descubrir el mundo en la tercera edad.

“Estudié durante cinco años. Estaba contento de recibirme. Pero quería vivir algo que me rompiera la cabeza antes de arrancar con mi vida profesional”, cuenta el joven, que estuvo dos años y medio en el exterior.

¿Cómo son, qué hacen?

María Laura Colque confirma que los gappers son cada vez más. “Entre los jóvenes que llegan a la Fundación para que los orientemos y los ayudemos a encontrar trabajos la mayoría ha hecho este viaje de año sabático o piensa hacerlo”, recalca.

Tienen entre 20 y 35 años. Cuando emprenden el viaje lo hacen sin pasaje de vuelta. Llevan el dinero justo (los padres los ayudan con el pasaje y con unos 500 o 1.000 dólares para arrancar la odisea) No van solamente a conocer un lugar, sino que suelen trabajar y anhelan mimetizarse con la cultura que eligieron.

La mayoría de estos jóvenes ya no sueñan con conocer la Europa “clásica”, sino con destinos como Asia u Oceanía. Se las arreglan solos o con otros gappers que encuentran de casualidad en sus viajes. Van y vienen sin fechas fijas ni itinerarios y su aliado incondicional es el sitio web CouchSurfing (una red social de intercambio de hospedaje gratuito).

“Generalmente, vuelven transformados por esta experiencia de vida. Hay un 30% que dice ‘Tucumán ya no es para mí’ y se va a vivir a Buenos Aires”, detalla Colque.

Hablando del perfil de los gappers, a la experta le gusta definirlos como soñadores, bohemios, inteligentes y creativos. Ellos, hijos de la cultura del todo ya, prefieren viajar para aprender idiomas rápidamente (lo que en un instituto les llevaría cinco años) y para conocer culturas distintas (lo que les insumiría la lectura de decenas de libros).

El trabajo ya no es para ellos el espacio de realización personal que fue para sus padres: ellos tienen puesta su propia camiseta. “Ellos, ante todo, quieren ser felices”, comenta.

Los beneficios

“Hice trabajos que jamás hubiese hecho acá, muchas horas y sacrificio, con la remuneración suficiente como para comprar un auto en pocas semanas. Empecé empaquetando kiwis, por ejemplo”, relata Mariano Madrid.

Después de haber trabajado un año y tres meses y de haber ahorrado el dinero suficiente se lanzó a recorrer más de 20 países de oriente. “Yo iba por lo desconocido. No me interesaban los países de cultura occidental”, resalta.

Cuando regresó a Tucumán fue muy difícil para este joven abogado. “Era como que no quería estar aquí”, confiesa. Meses después envió su curriculum a estudios de abogados en Buenos Aires y enseguida lo llamaron. Y casualmente el viaje fue el motivo por el cuál lo contrataron. “Les interesó mi perfil por la experiencia que viví, por mi visión del mundo; era lo que necesitaban en este estudio especializado en derecho corporativo de empresas extranjeras que vienen a instalarse en el país”, cuenta el letrado, que ahora sueña con armar una familia y volver a trabajar a su provincia natal algún día.

La aventura de Mariano le dio muchos más beneficios, que él mismo evalúa: “aprendí a organizarme económicamente, a asumir responsabilidades, a ver mi país desde lejos, desde otra perspectiva. Gané confianza en mi mismo, me hice más fuerte”.

“Este viaje cambió mi forma de pensar, de actuar, de sentir”

Agustina Mejail Moisés escribe en su perfil de Facebook: “lo logré”. “El 25 de Mayo de 2014 pisaba por primera vez Munich, la ciudad que iba a cambiar mi vida... Vine con la idea de estar unos meses, conocer Europa, viajar, aprender un idioma y volver. Y sigo acá, después de un año. No solo cambió mi vida, cambié yo: mi forma de ver el mundo, de pensar, de actuar, de sentir y querer”, describe. La rubia de 25 años se recibió de licenciada en Comunicación Social en 2013 y se planteó que quería hacer un viaje. Su sueño era conocer el viejo continente. “Salió la posibilidad de irme a Alemania a trabajar como niñera y acepté. Pensé que era lo mejor estar contenida por una familia. Cuando llegué, no sabía ni decir hola en alemán”, cuenta la joven. Al principio no le fue muy bien, así que se fue a trabajar a un local de venta de ropa. “Las cosas son duras cuando estás lejos, porque estás solo y todo es incierto. Pero salís adelante, hay algo que te motoriza”, cuenta Agustina. Detalla que es muy barato viajar por Europa. Eso le permitió conocer en sus tiempos libres Londres, la República Checa, Austria y Suiza. “Sí tengo pensado volver. Quiero ahorrar hasta fin de año y estudiar algo acá, relacionado a mi profesión. Tomarse un año sabático y hacer este tipo de viajes te permite salir de la burbuja y ver más allá. Es impresionante lo que crecés a nivel personal”, concluye.

“En estas aventuras aprendés a manejar situaciones inesperadas”

La aventura de Bernardo Martín, de 23 años, comenzó, al igual que la de muchos jóvenes tucumanos, en Nueva Zelanda. Allí estuvo durante siete meses trabajando en una finca, recolectando kiwis. Vivía en un campamento en la misma quinta hasta que obtuvo otro empleo en la cocina de un centro de sky. “Conseguir trabajo en Nueva Zelanda es muy fácil. Claro que hacés cosas que acá no harías. Eso te permite ahorrar para después viajar. Gracias a esto conocí la India, Tailandia, Laos, Vietnam y Camboya”, detalla. “Siempre me gustó la idea de conocer nuevos lugares, sus culturas, su gente, sus idiomas. Lo que más me impactó fue visitar la India”, describe.

Antes de emprender su viaje, Bernardo trabajaba en un estudio de abogados en el cual seguramente tenía un futuro prometedor. Pero no le importó. “En realidad estoy en una etapa de mi vida en que quiero aprender, formarme. Por eso es que trato de no aferrarme a un trabajo, pensar que va a ser para toda la vida”, cuenta el joven, que está a dos años de recibirse de abogado. “La idea cuando me reciba es viajar de nuevo, tal vez a Australia y Francia”, anticipa. Opina que quizás estos viajes sean lo mejor de su currículim. “La experiencia que ganás ahí no te la daría ningún trabajo. Estas aventuras te ayudan a manejar situaciones inesperadas y conflictos en forma constante”, dice el joven, que estuvo 13 meses fuera del país con el apoyo de su familia.

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