Cuadros colgados muy alto

Cuadros colgados muy alto

Eran espectadores de la corrección paterna.

IGNACIO BAZ. Rostro del pintor tucumano, dibujado por una artista de su familia, Ana María Rojo Oliver. la gaceta / archivo IGNACIO BAZ. Rostro del pintor tucumano, dibujado por una artista de su familia, Ana María Rojo Oliver. la gaceta / archivo
En 1907, en los bajos de la casa de don José Padilla (luego demolida para erigir el cine Plaza), se realizó una exposición de retratos ejecutados por el pintor tucumano Ignacio Baz en el siglo anterior. Mucho después, en octubre de 1952, en la Capital Federal, la Asociación Tucumana de Buenos Aires y los Amigos del Libro organizaron otra muestra de ese artista, en el salón Kraft.

Allí pronunció una conferencia Rodolfo Trostiné, autor del valioso tomo “Ignacio Baz. Pintor tucumano del siglo XIX”, que apareció ese mismo año. En nombre de la Asociación Tucumana, habló el doctor Ernesto Padilla. Sus emotivas palabras, como prólogo al texto de Trostiné, se editaron en 1953, en un pequeño libro pulcramente impreso por Coni, “El pintor tucumano Ignacio Baz (1826-1887)”

Expresó Padilla que Baz había retratado ancestros de la provincia “con tanta naturalidad y sencillez, que aumentaba el cariño de los descendientes, cuando se colocaba a los cuadros muy alto, cerca del techo, como queriendo señalar con eso el alto rango que se les daba en las grandes salas abiertas raras veces para los de afuera”.

Recordemos que no existía entonces la veda de castigos de progenitores, sancionada últimamente en la reforma del Código Civil. Y a esas salas, narra Padilla, “nos llevaban en las siestas luminosas para obtener reformas de conducta o reparación de faltas infantiles, a los chicos de entonces; y después de alguna demostración más o menos contundente del poder paternal o maternal, prometíamos enmienda y secábamos las lágrimas para levantar la vista y encontrarnos con la apacible mirada que nos amparaba y hasta nos perdonaba”...

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