El “castigo” de Manzur
“Si el presente trata de juzgar el pasado, perderá el futuro”. (Winston Churchill)

En el tiempo que corre, donde lo electoral tiene en vilo a la dirigencia política, revisar el pasado del país o de Tucumán es una tentación para bucear en los defectos antiguos y basar allí las supuestas debilidades del adversario en las urnas. Se juzga por lo que sucedió. Para el que lo señala implica desnudar las flaquezas del contrincante frente al votante. ¡Como si el ciudadano no tuviera memoria, como si no tuviera pensamiento propio y necesitara ser inducido para que se le abra el entendimiento y no cometa la tremenda insensatez de sufragar por el otro! Allí están, unos apuntando a lo cercano: al nepotismo, a las modificaciones de índices sociales para negar la pobreza y la desnutrición infantil, la corrupción en la gestión pública, el incremento de la inseguridad, el enriquecimiento ilícito de los funcionarios. Los otros se van un poco más allá en el calendario: comparan los nuevos acuerdos electorales con las viejas alianzas nacionales que fracasaron en la gestión del poder y hundieron al país en una crisis.

En síntesis, los otros son siempre los que vienen con fallas de origen, los otros son los que han mostrado en los años que se fueron que no tienen aptitudes para gobernar, los otros son los que no están capacitados para administrar, los otros no merecen ser votados. Siempre los otros, nunca nosotros. Ergo, las propuestas son: a cambiar por el pasado de los otros, o a no modificar la realidad por el pasado de los otros. De decir cómo se mejorará la realidad para asegurar el bienestar general en el futuro; muy poco, casi nada. Sólo continuidad o cambio. Slogan por aquí, slogan por allá. ¿Será porque la campaña electoral empezará el 23 de julio y en ese momento podrán hacerse las propuestas?

“Si no quieres repetir el pasado, estúdialo”. (Baruch Benedict Spinoza)

En 2003, año electoral -como este 2015-, Julio Miranda transitaba sus últimos meses como gobernador, Eduardo Duhalde finalizaba su corta gestión como presidente del país -como Cristina Fernández hoy-, José Alperovich era elegido para ser candidato a gobernador por el oficialismo -como Juan Manzur hoy-, Miranda conducía el PJ por control remoto -como Alperovich hoy-, Duhalde se había jugado por Néstor Kirchner para que lo suceda -Cristina, astuta, aún no eligió-. Después Kirchner acusó a Duhalde de mafioso y lo desplazó de la conducción política nacional del peronismo, luego Alperovich atacó a Miranda por la desnutrición infantil y lo eliminó de la conducción provincial del justicialismo. ¿Se repetirá el pasado? Si Scioli llega a la presidencia, ¿hará la “gran patagónica” y anulará a la Cristina eterna a partir de manejar la lapicera y la billetera? ¿Y si gana Manzur? Epa, no apresure conjeturas compañero, ni haga deducciones fáciles.

No hay conducciones bicéfalas, admite Alperovich, intuyendo lo que puede venir y lo que él debe esperar después del 29 de octubre. Un gobernador se va, otro viene, suele deslizar. Tiene en claro que no hay dos jefes en un mismo ejército, esa convivencia bipolar es imposible. Menos en el peronismo, donde la jefatura personalista es una regla existencial en el sistema verticalista que practica el movimiento. Ese rasgo está en el ADN del justicialismo. Se naturalizó.

De ganar Manzur, inevitablemente se concluiría que -porque el peronismo es como es- un nuevo jefe asomaría en el horizonte. Con la próxima conducción política, ¿entonces qué? Alperovich se retira con una buen imagen positiva (del 65%, según apuntan desde la Casa de Gobierno), será senador nacional aunque le disguste el cargo. Y por más que entienda que el tiempo que se viene será otro y que deberá mirar un poco desde afuera, su presencia no pasará inadvertida. Incomodará al que venga. Su opinión tendrá peso. Es que el alperovichismo pinta con tener un poco más de vida en el plano local, porque deja instituciones armadas con su impronta -como la Justicia y el PJ-, que el kirchnerismo-cristinista a nivel nacional.

“El pasado tiene sus códigos y costumbres”. (Sócrates)

¿Cristina se jugó por Manzur así como Duhalde lo hizo por Alperovich hace 12 años para la gobernación de Tucumán? Repasemos. Yo les saco los bonos, pero no se hagan los p........, el gobernador es Alperovich; les habría dicho Duhalde a un grupo de dirigentes peronistas que lo visitaron en Olivos, encabezados por Miranda, en 2003. Otros sostienen que la frase del bonaerense fue más suave: ya saben muchachos, el candidato es José. Por ese entonces, la postulación del senador Alperovich venía siendo una realidad, las encuestas de Hugo Haime lo daban por arriba de Fernando Juri y de José Alberto Cúneo Vergés. Por esos días, en el hoy ya extinto mirandismo se decía que “el que mejor esté para el afiche, será el gobernador”.

Con los números en la mano, los dirigentes fueron a Buenos Aires para conocer la opinión de Duhalde, que tenía cierta relación de amistad con Alperovich. Su esposa, Hilda, la famosa “Chiche”, llegó a hospedarse en la residencia de los Alperovich en Tucumán. Cuentan que la primera dama de entonces, molesta con Miranda, había pedido la intervención de Tucumán por los casos de desnutrición y de mortalidad infantil; planteo que no prosperó por la oposición de Alperovich y del propio bonaerense, quien la frenó diciéndole que no hacía falta un gobierno de transición tan cerca de la proximidad del fin de esa gestión. Duhalde fue claro ante sus visitantes: estaba convencido que el candidato debía ser José. Como en ese viaje Miranda logró la aprobación de Roberto Lavagna para sacar de circulación $ 100 millones en Bocade, el ahora amayista Antonio Guerrero -partícipe de aquella delegación junto a Cúneo Vergés y Sisto Terán- suele bromear cuando cuenta la anécdota que la candidatura de Alperovich costó, precisamente, cien millones de pesos.

Hoy, Alperovich no tiene el apuro económico de Miranda; logró la refinanciación de la deuda y no está ahogado económicamente, por lo que no pueden presionarlo con exigencias electorales desde el poder central. De hecho, el gobernador manifestó su respaldo a Scioli -el candidato más antipático para la Presidenta- en la interna del FpV, un gesto desafiante de que puede soportar un eventual embate institucional del kirchnerismo duro. No les gustó, pero no hubo llamados, señalan en la Casa de Gobierno sobre la decisión de Alperovich de declararse sciolista. Sumemos que cuando Randazzo vino a Tucumán, ninguneó al gobernador y se reunió con Amaya. A la indicación del titular del PE para que Manzur lo suceda, se sumó luego el visto bueno de Cristina. Fue una postura complementaria, pero no decisiva, resaltan desde el manzurismo incipiente. No lo pidió ni lo planteó como Duhalde. Jamás hubo un llamado en ese sentido, acotan desde el entorno del mandatario tucumano. Sí cabe recordar que cuando la jefa de Estado despidió del gabinete a Manzur le agradeció ir a un puesto del que nadie se quería hacer cargo, como el Ministerio de Salud, y le deseó suerte con su postulación.

“Dejemos que el pasado sea el pasado”. (Homero)

¿Por qué Manzur fue el elegido? Porque es parte del proyecto y porque es un buen gestor, admitió alguna vez Alperovich a este columnista. Las razones no pueden agotarse allí. El gobernador empezó a pensar en su vice como posible sucesor cuando lo eligió para que lo acompañe en la fórmula de 2007. Manzur tiene formación peronista, y eso le valió algunos puntos a favor para recibir la bendición final. Ocho años después no todo es color de rosa en el “proyecto sucesión”. Algunos chisporroteos y dudas son inocultables para los que pasillean a diario la Casa de Gobierno. Hay dificultades, apuntan cuando se habla de Manzur y de Jaldo. Hay arrepentimiento, señalan con respecto a la postulación del vicegobernador porque no subiría en las encuestas. En San Miguel de Tucumán, Manzur estaría por debajo del propio Yedlin -candidato a intendente-, que a su vez estaría debajo del que aparece en los papeles como el principal contrincante opositor: Germán Alfaro. Lo que ya es mucho decir. Esto determinó que a Manzur lo “bajaran” a trabajar en la Capital, donde la clase media le da la espalda. Más que una responsabilidad es un castigo político, porque desde el poder exponen su debilidad política y lo obligan a enfrentarla. El proceso por enriquecimiento ilícito -del que salió sobreseído- le pesa en contra. Para peor, en los circuitos 1 al 8 el peronismo pierde con José Cano -reconocido por punteros alperovichistas-. En la periferia la situación supuestamente se empareja. Ellos ganan sin tener fiscales, deficiencia que suplen con el aporte que le hace Amaya a sus filas; reflexionan operadores del PJ.

Los manzuristas tempraneros sostienen que las encuestas que no favorecen al vicegobernador más por desconocimiento de su figura que por rechazo a su persona. O sea, hay que instalarlo con fuerza, y para eso debe salir a gastar zapatos por las calles de la ciudad. Pero hay un detalle a tener en cuenta detrás de esta misión: la diferencia de votos con la oposición en la Capital tiene que ser la más chica posible, porque de eso dependerá perder o ganar la gobernación. Si la distancia es de un 30%, perdemos el Gobierno, reflexionan.

Si eso sucede sería una catástrofe electoral para el oficialismo, que espera sostener el triunfo desde el interior. He aquí otro detalle: ya se están señalando a los culpables de un posible resultado adverso. Jaldo, desde el ministerio del Interior, precisamente, trabaja en las secciones I y II, donde saldría airoso. Será un ganador. La Capital es la gran duda. Allí Manzur, como principal candidato, debe hacer el mayor esfuerzo por garantizar la victoria. Está condenado. Si no lo logra, será señalado por todos. Las cartas han sido repartidas en ese sentido. Jaldo se queda con la victoria del interior y Manzur con la posible derrota capitalina. Si la fórmula gana, pese a ello, el resultado dirá quien sale más fortalecido políticamente. Manzur es el que más puede ganar, pero también el que más puede perder.

“El pasado me ha revelado la estructura del futuro”. (Pierre Teilhard de Chardin)

El esquema de Jaldo al interior, Manzur a la Capital dice claramente quien es el debilitado del momento. A Manzur lo pusieron a bailar con la más fea. Claro, el mensaje que subyace es que si la querés a toda, no te va a salir gratis. O sea, no le será suficiente con colgarse del saco de Alperovich y hacer la plancha. Yo no soy candidato, suele repetir el gobernador. A buen entendedor. Manzur deberá arriesgar y apostar todo, meter mano en sus propios recursos para afrontar la campaña electoral. No le será barato. Esta debilidad se extiende en el tiempo, porque incluso hasta ganando los comicios no tendrá el poder de armar su propio gabinete. Habrá un tiempo de transición en el que deberá soportar que Alperovich le designe algunos colaboradores. El manzurismo tardará el aparecer; claro, siempre y cuando el FpV gane el 23 de agosto.

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