Un solitario veterano de guerra y su fiel gallo

Un solitario veterano de guerra y su fiel gallo

Ya no hay tiempo para lamentos. Ambos ejércitos definieron sus coroneles y comenzaron a reclutar a la tropa. José Cano, secundado por Domingo Amaya, buscará colonizar una tierra cooptada por el alperovichismo. Juan Manzur y Osvaldo Jaldo serán los lugartenientes que deberán tomar la posta del retirado José Alperovich. En uno y otro bando sienten que el triunfo está al alcance de la mano, pero a la vez admiten que la derrota está igual de cerca. Atemorizados por lo que hicieron y dejaron de hacer, unos y otros se refugian en reuniones secretas, reducidas y misteriosas. Ninguno quiere exhibir muestras de debilidad, pese a que la realidad es tan tambaleante que están atemorizados.

Como en la novela de Gabriel García Márquez El Coronel no tiene quien le escriba, el gobernador espera que el 9 de agosto le llegue al correo la notificación de su pensión como veterano de guerra. En las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias de ese día (PASO), Alperovich dará su última batalla como precandidato a senador, colgado de las boletas de los kirchneristas Daniel Scioli y Florencio Randazzo. Aunque no lo admita en público, sabe que eligió protagonizar la pelea de su vida en el peor de los escenarios. Optó por cerrarle los ascensos al intendente Domingo Amaya y le abrió la puerta para que deserte y trance con el enemigo. Él dice que no se arrepiente, pero los soldados que por él deberán poner el cuerpo en el campo de batalla lamentan la ausencia del jefe municipal y reprueban su decisión. Como un jerarca aislado, tomó una decisión en soledad que pocos comparten. Los que estarán en las trincheras, tapados de tierra y portando las armas, simbolizan a la mujer del coronel que imaginó García Márquez. Aquella triste y asmática esposa, con miedo, intenta advertirle al coronel sobre la situación apremiante por la que pasan. Pero él no la escucha, hasta que al final él propone vender el reloj o el cuadro y la mujer le retruca que nadie en el pueblo se lo va a querer comprar, porque todos tienen el mismo cuadro y ya salieron mejore relojes. “Qué se puede hacer si no se puede vender nada”, le dice ella. “Entonces ya será veinte de enero -responde el coronel- El veinte por ciento lo pagan esa misma tarde”. “Si el gallo gana -alerta la mujer-. Pero si pierde. No se te ha ocurrido que el gallo puede perder”. “Es un gallo que no puede perder”, insiste el coronel. “Pero suponte que pierde”, le reprocha su esposa. “Todavía faltan cuarenta y cinco días para empezar a pensar en eso”, refuerza el hombre. “¡¿Y mientras qué comemos?!”, le grita la esposa.

Como paramilitares

A Alperovich, como en la novela, no se le ocurre que su gallo pueda ser derrotado. Sabe, no obstante, que su pelotón ya no tiene la supremacía de antaño y que perdió un distrito electoral clave. La Capital es, desde 2013, territorio tomado por la oposición y reforzado por el reciente arribo de las tropas amayistas a sus fronteras. Entonces apela a distribuir miles y miles de armas en el interior. Solventa escuadras paramilitares con centenares de acoples en cada uno de los municipios.

Según la Junta Electoral Provincial, ya son 900 los pedidos de inscripción de partidos que, cual sicarios, trabajarán bajo las órdenes de la Casa de Gobierno el 23 de agosto. La estrategia es clara: que en cada bastión haya dos o tres candidatos a intendente y que, a su vez, cada uno de ellos tenga al menos una decena de listas colectoras. Los reclutados serán rentados para sostener desde el campo de batalla las banderas de Manzur y de Jaldo. De esa manera, entiende Alperovich, cuantos más sean el margen de traición hacia él por las decisiones poco agradables que ha tomado se reducirá al mínimo. El ministro del Interior y postulante a la vicegobernación es el responsable de evitar que el corte de boleta impacte en las aspiraciones del ejército oficialista. Para eso, apuesta a que sus informantes en cada uno de los distritos le soplen al instante si es que alguno de sus militares de bajo rango se atreve repartir el sábado previo a los comicios votos cortados. La difícil misión es sostener la victoria tierra adentro por un amplio margen, para que la derrota en manos del ejército separatista capitalino sea menos dolorosa.

Pese a las advertencias de quienes lo rodean, Alperovich siente que la victoria de su gallo no se escapará y, con tal de sostener su decisión, será capaz de alimentarlo hasta con su hígado, como le advierte la esposa al coronel en algún momento de la novela. Él, ante cada salvedad que ella le formula, responde confiado. “Todos están ahorrando para apostarle al gallo”, se confía. El gobernador se autoconvence de la misma manera.

Hospital de campaña

El radical Cano se siente un general en franco ascenso. Le costó tiempo y paciencia reagrupar heridos de todos los ejércitos perdidosos. Durante años su espacio funcionó como un hospital de campaña. Recuperó a su gente y les devolvió las ambiciones de ganar. A tal punto que en mayo inauguró el escuadrón de paracaidistas. El kirchnerista Amaya y los suyos llegaron para reforzar un ejército corto, casi sin reservistas, y multicolor.

Detrás de la imagen que supo forjar enfrentando a Alperovich se amontonan radicales, peronistas de todas las expresiones, macristas, socialistas y piqueteros. Todos con el objetivo de arrebatarle el poder a un alperovichismo que monopolizó la cosa pública en los últimos 12 años. Para estrenar la alianza que convirtió a Tucumán nuevamente en una tierra bipolar (o se está con Alperovich o se está en su contra), el diputado nacional y el intendente de la Capital comenzarán desde hoy a mostrarse públicamente juntos con una recorrida por el sur tucumano. Son conscientes de que San Miguel de Tucumán es patrimonio de su ejército y que deben reforzar la presencia en el interior. Apuestan a incrementar la ventaja en la Capital para tratar de amortizar la pronosticada derrota fuera de esos límites. Pero se encuentran caminando en puntitas de pie sobre campos minados por el alperovichismo.

Lo único seguro en este espacio es que a Cano lo secundará Amaya y que Germán Alfaro será el candidato a intendente de la Capital. El resto es materia de negociación entre los tenientes de cada uno de los sectores que conforman la entente. El próximo paso, ineludible para sus aspiraciones reales, es resolver qué harán en las PASO. Ambos admiten que la primera batalla dirá mucho acerca de la guerra final, pero no logran ponerse de acuerdo. El radical no tiene mucho margen de maniobra y sabe que deberá competir colgado de las boletas presidenciales de Mauricio Macri, de Ernesto Sanz y de Elisa Carrió. Es parte del compromiso asumido y una condición excluyente para que los fondos que permitirán pelear contra el aparato oficialista efectivamente lleguen. El problema es que el peronista no está tan seguro de gastar energías en ese combate y trata de convencer -sin éxito- a quien lo quiera escuchar que su acuerdo con Cano es estrictamente provincial. Así, con el argumento de que una derrota en manos de Alperovich ese día los debilitará dos semanas antes del conflicto real, apuesta a tomar por asalto el poder el 23 de agosto.

No obstante, hay dos elementos que pesarán sobre la decisión que adopte el amayismo. El primero, las presiones de formar parte de un pacto que objetivamente excede lo local. Cano pretende también aparecer debajo de la boleta presidencial de Sergio Massa y de José Manuel de la Sota, en la interna de ese espacio, y que el propio Amaya lidere la de diputados. Sostiene que hay antecedentes de “listas espejos” en el país y que no violaría la Ley Electoral porque, técnicamente, no sería candidato por agrupaciones diferentes. ¿Qué papel juega Amaya? Los peronistas disidentes necesitan mostrar fortalezas frente a la fuga dirigencial y Amaya podría ser la pata que requieren para relanzarse en esta provincia. De prosperar esta idea, el kirchnerista también aparecería debajo de las listas de Sanz, de Macri y de Carrió. El segundo dato que no podrá ignorar el intendente es su propio instinto de supervivencia. Porque nada le garantiza que dos domingos después de las PASO vaya a convertirse en el vicegobernador tucumano por los próximos cuatro años y en el nuevo conductor del peronismo tucumano. Se sabe, ningún político acostumbrado a gozar de la charretera del poder durante tantos años vuelve al llano alegremente. El reaseguro, para Cano y para Amaya, constituye además una necesidad en tiempos de incertidumbre electoral.

Sin victoria asegurada para uno y otro sector, en el oficialismo aún se preguntan si Alperovich escogió al “mejor gallo de todo el Departamento”. Como en la novela de García Márquez, sus soldados admiten que en cualquier otro tiempo hubiesen “dado mil” por él. Pero esos tiempos ya pasaron y todos desconfían. Temen que, al primer canto del gallo, tropiecen con la realidad.

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