Matrimonio homosexual: católicos marcan el camino

Matrimonio homosexual: católicos marcan el camino

Irlanda fue el primer país que aprobó el matrimonio entre iguales, mediante un referendo popular. Y lo hicieron a pesar de un pasado de gran fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia con respecto, a la anticoncepción y el aborto.

Matrimonio homosexual: católicos marcan el camino
30 Mayo 2015
FRANK BRUNI  | © The New York Times 2015

Veamos esta lista de países. Bélgica, Canadá, España, Argentina, Portugal, Brasil, Francia, Uruguay, Luxemburgo e Irlanda. Ahora, mencione dos cosas que tienen en común.

No comparten un continente, obviamente. O un idioma.

Sin embargo, en todos ellos, la Iglesia Católica Romana tiene más adherentes, cuando menos nominalmente, que los de cualquier otra denominación religiosa.

Y todos ellos pertenecen a la vanguardia de 20 naciones que han decidido volver legal el matrimonio entre personas del mismo sexo.

De hecho, países con mayoría o pluralidad católica conforman la mitad de aquéllos en los que dos hombres o dos mujeres ahora pueden contraer matrimonio o pronto serán capaces de hacerlo.

Irlanda, obviamente, es la adición más reciente a la lista. También es, en ciertas formas, la más notable. Es el primer país que aprueba el matrimonio homosexual por referendo popular. El margen ni siquiera estuvo cerca. Alrededor de 62% de los electores acogió la igualdad matrimonial.

Y lo hicieron a pesar de un pasado de gran fidelidad a las enseñanzas oficiales de la iglesia católica con respecto, por ejemplo, a la anticoncepción, que fue prohibida en Irlanda hasta 1980, y el aborto, que sigue siendo ilegal en la mayoría de las circunstancias.

Sin embargo, el electorado irlandés rechazó la oposición formal de la iglesia al matrimonio entre personas del mismo sexo. Este acto de desafío fue descrito, con precisión, como una ilustración del relajamiento del control de la dirigencia eclesiástica sobre el país.

Pero, al salir de la línea el Vaticano, el pueblo irlandés de hecho se está alineando con sus correligionarios en otros países de Occidente, incluido Estados Unidos.

Ellos no están mudando su catolicismo; no exactamente, no enteramente. Una abrumadora mayoría de ellos aún se identifica como católicos. Sin embargo, están incorporando la religión a sus vidas de una manera menos arraigada en Roma.

Los periodistas usamos con demasiada frecuencia a ‘’la Iglesia Católica’’ como sinónimo del papa, los cardenales y las enseñanzas que tienen el sello de aprobación del Vaticano.

Pero en Europa y en el Continente Americano en particular, la iglesia es mucho más fluida que eso. Alberga a personas inclinadas a la espiritualidad que rinden obediencia principalmente a su propia conciencia, su propio sentido de justicia. Ese impulso y tradición son tan católicos como cualquier otro.

Todo parece indicar que los católicos en Estados Unidos son más, no menos, progresistas con respecto a los derechos gay que los estadounidenses en general. En un sondeo particularmente ambicioso conducido durante el transcurso de 2014 por el Instituto Público de Investigación sobre Religión, alrededor de 60% de los estadounidenses que se declararon católicos dijeron que aprobaban el matrimonio homosexual, versus cerca de 30% que no lo apoyaba.

Las edades de las personas encuestadas iban de 38 a 54 años y el grupo que claramente se interponía en el camino del matrimonio entre personas del mismo sexo no era el de los católicos. Eran los protestantes evangélicos.

Sin embargo, resulta interesante que los reparos albergados por ciertas figuras públicas sobre el matrimonio gay son explicados con regularidad - por los medios de comunicación y, a veces, por las personas mismas - como las consecuencias ineluctables de su catolicismo.

‘’Necesitamos ser partidarios estrella del matrimonio tradicional’’, dijo Jeb Bush, quien se convirtió al catolicismo en la adultez, durante una entrevista por TV en fecha reciente. ‘’Está en el núcleo de la fe católica’’.

Rick Santorum, Bobby Jindal, Chris Christie y Marco Rubio, entre otros, han aducido su devoción católica como una barrera para acoger el matrimonio entre personas del mismo sexo. Sin embargo, muy rara vez se destaca que esta explicación pone a estos hombres en la minoría, no la mayoría, de los católicos en Estados Unidos. Sus posturas les granjean mayor favor político entre bautistas que entre católicos.

Eso se debe a que ‘’católicos’’ no solo incluye a fieles que asisten a misa cada semana y quizá se inclinan en una dirección más conservadora, sino aquéllos que asisten con menor frecuencia y aquéllos para quienes el catolicismo es tanto una cuestión étnica como una identidad religiosa.

Para este gran y diverso grupo en Estados Unidos y otros países de Occidente, el matrimonio homosexual ha ganado el favor y las expresiones de protesta de dirigentes católicos, como el despido de empleados que contraen matrimonio con compañeros del mismo sexo o que se expresan por la igualdad matrimonial, se están volviendo insostenibles.

Relajamiento

A sabiendas de eso, obispos católicos en Alemania votaron previamente en este mes por un relajamiento de cláusulas de moralidad en contratos con trabajadores legos para que aquellos que se casen de nuevo tras un divorcio o entren a uniones civiles entre personas del mismo sexo (el matrimonio entre personas del mismo sexo aún no es legal allá) no tengan que temer la pérdida de sus empleos.

¿Es esto una señal de que en Europa y el Continente Americano el matrimonio homosexual pudiera volverse análogo al divorcio: algo que dirigentes católicos técnicamente desdeñan pero no se molestan tanto en vituperar?

Me pregunto, particularmente en vista de comentarios por parte de Diarmuid Martin, el arzobispo de Dublín, después del referendo irlandés. Él notó ‘’una creciente brecha entre la cultura de Irlanda’’ y la iglesia, misma que, dijo: ‘’necesita asumir una mirada realista’’.

Se estaba refiriendo a que sus líderes lo hacen y ellos pueden no solo recurrir a Irlanda, sino a muchos otros países densamente católicos para sondear los corazones y almas de católicos hoy día.

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