Una relación sumida en las agresiones verbales y físicas

Una relación sumida en las agresiones verbales y físicas

Enriqueta Córdoba y su esposo Luis Dip agonizan en el Centro de Salud. El hombre ingresó el domingo luego de que, según la Policía, su mujer lo quemara. El jueves ella se prendió fuego por las supuestas amenazas que recibía. Los casos de violencia de género se repiten en el país. En Buenos Aires, una mujer fue asesinada a mazazos por su ex pareja

30 Mayo 2015
No hubo mejorías. La salud de Enriqueta del Valle Córdoba, de 43 años, y de su marido, Luis Antonio Dip, que tiene 63 años, continúa en estado crítico.

El matrimonio está internado en el Centro de Salud. Dip ingresó el domingo y su esposa llegó el jueves a la sala de cuidados intensivos. Los dos están sedados y bajo un coma inducido por los médicos a la espera de que sus cuerpos, que fueron despellejados por el fuego, presenten alguna mejoría.

El médico Horacio Zilli, jefe del Servicio de Cuidados Críticos, explicó ayer que desde que llegaron a esa unidad terapéutica los dos están estables. Pero por la gravedad de las lesiones que presentan, Córdoba tiene el 80% del cuerpo quemado y su marido casi un 40%, el pronóstico de ambos es reservado. “Su estado de salud puede cambiar de una hora a otra”, afirmó.

Las probabilidades de vida del matrimonio tiene un pronóstico reservado y, según Zilli, todo dependerá de la evolución que presenten en los próximos días. Dip ingresó luego de que, de acuerdo con la investigación policial, su esposa le arrojara alcohol durante una discusión.

En tanto que Córdoba llegó después de haberse rociado el cuerpo con alcohol y prenderse fuego delante de su nieto de apenas tres años. La desesperada decisión de la mujer habría sido incitada por una serie de amenazas telefónicas que habría recibido por parte de los familiares de Dip, según informó el jefe de Unidad Regional Sur Humberto Ruezgas. Pero este violento desenlace en la vida de este matrimonio, es sólo una parte de su historia.

Dolor en el silencio

Eran alrededor de las 11.30. Faltaba poco más de media hora para que recibieran el parte médico. Sus padres luchaban para seguir con vida. Horas antes, las cámaras los habían buscando para tener su testimonio en televisión pero ellos no querían hablar.

Estaban parados al lado de los canteros de la entrada al hospital que da a la avenida Avellaneda al 700. Las dos jóvenes mujeres son de baja estatura. Sus párpados enrojecidos no dejaban dudas. Se notaba que habían llorado. Los hombres de esta familia numerosa estaban tiesos. Incómodos ante una situación que los superaba. Una historia de violencia con la que convivieron durante mucho tiempo pero que ahora, por dos desgraciados episodios, dejaba de ser conocida sólo por los vecinos del Barrio Jardín, en Concepción, para cobrar trascendencia pública.

Estos cuatro hijos del matrimonio ni siquiera atinaron a decir sus nombres. Después, en la oficina del Observatorio de la Mujer que funciona en el hospital, las especialistas explicarían que los jóvenes no quieren que el caso tome aún más relevancia. “Por ahora no capo. Estamos destruidos. Recién al mediodía vamos a saber algo”, dijo uno de los jóvenes consultados por este diario. La respuesta de una de sus hermanas fue aún más escueta. Sólo movió su cabeza diciendo una y otra vez no.

Al mediodía, caminaron en silencio por el pasillo central del hospital en dirección a la sala de cuidados críticos. Allí iban a recibir el poco alentador informe médico que los deja ante una sola posibilidad: esperar.

Precaria relación conyugal

Susana Noé, coordinadora del Observatorio de la Mujer, dijo que el equipo interdisciplinario de esa institución está brindando apoyo psicológico al grupo familiar del matrimonio. Además explicó que recabaron información acerca de la situación conyugal en la que vivían Córdoba y Dip.

De esa información se pudo determinar que la situación de violencia tiene larga data, aunque los hijos de la pareja no pueden determinar cuándo comenzaron a ocurrir las agresiones verbales y físicas de Dip en contra de su mujer.

En este sentido la especialista Verónica Figueroa señaló que hay pruebas de las circunstancias en las que vivía Córdoba. “Más allá de que ella pueda haber reaccionado con una agresión a su marido, situación por la cual resultó quemado, la historia que recabamos nos dice que Córdoba era un mujer que sufría situación de violencia de género. Por eso no se podría hablar de que acá hubo una violencia conyugal cruzada”, aseveró.

Además explicó que, cuando se habla de género, no se habla solamente de mujeres sino que el concepto abarca a ambos sexos.

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