Las pequeñas grandes soluciones
Por favor, paren el colectivo. En el año de elecciones, no vale todo. Y eso es lo que dice la gente de a pie, la que padece la cotidiana virulencia de la dirigencia que se va, la que quiere quedarse y la que quiere ingresar a la política. De pronto parece que la gran mayoría de los postulantes ha perdido la memoria. Y no sólo la de la pertenencia partidaria, sino también acerca de los temas que le importan a la población, más allá de las elecciones.

Es interesante observar la proliferación de folletería domiciliaria, mediante la cual se intenta trazar la agenda del “Tucumán que se viene”. Y esto vale para oficialistas y opositores. Si realmente importa la gente, la transición debería ser menos traumática. En muchos casos se anteponen intereses personales, más que del conjunto. Y así nos fue. Las promesas de hoy son los incumplimientos de mañana. Y esa ecuación debería modificarse de una vez por todas.

En los años electorales todo se potencia. Y no sólo el discurso. Aparecen las grandes obras que Dios quiera que no queden inconclusas por simples rencillas y diferencias electorales. También les surge a los funcionarios de turno la veta de grandes hacedores. Las soluciones deberían plantearse a lo largo del mandato y no concentrarse tan sólo en los años electorales cuando todos están en la vidriera. Los rostros sonrientes deberían volverse adustos en este período de recambio, al momento de sentarse en la misma mesa (los que ejercen el poder y los que están fuera de él) para definir las prioridades de la agenda pública. Nada de eso ocurre; los candidatos no dan señales de hacerlo. La pelea verbal es más fuerte que las necesidades de soluciones de la población. La conjunción de tareas no debería costar mucho; si la dirigencia es capaz de dejar de lado sus principios políticos por cuestiones electorales, el mismo grado de madurez debería contar al momento de elaborar políticas de Estado con su adversario de turno. Y esto no es una cuestión actual; ha sucedido desde hace varias elecciones, en la que referentes de un partido se cruzan de vereda con la sola intención de “llegar” a algún cargo. Nadie queda exento de esta situación. Nadie puede arrojar la primera piedra. Sólo hay que recoger el guante.

Calles rotas y a punto de ser “parchadas”; puentes y canales que esperan por el financiamiento para ser reparados; veredas destruidas por doquier. Y surgen las preguntas de los ciudadanos y de los automovilistas. ¿Por qué no se puede efectuar un plan integral de reparación de calles? ¿Por qué siempre se apela a “cubrir” lo roto? En muchos casos, los automovilistas deben someterse a una prueba de gran slalom: desde Banda del Río Salí, pasando por la ciudad y llegando hasta Yerba Buena. Lo malo es que, en muchos casos, esas obras quedan inconclusas y así son heredadas por la próxima administración que, a su vez, analizará si es conveniente o no ejecutarlas. Y así... ¿Es mucho pedir que los funcionarios se pongan de acuerdo -más allá de sus diferencias políticas- para avanzar en obras que preserven la integridad personal y de los bienes de los tucumanos antes de la próxima inundación? Pasaron dos meses de la gran tormenta y recién se observan algunas tareas de reparación ¿Por qué la Policía Municipal -y no específicamente la de la Capital- mira más la posibilidad de una infracción que focalizar su tarea a la prevención? Es allí donde surge el “Tucumán” que los turistas suelen quejarse, cuando algún zorro está oculto tras un árbol a la espera de la infracción y no sale a enfrentar tal o cual congestión vehicular o mala señalización caminera. ¿Quién resguarda a los ciudadanos de accidentes a los que se exponen cuando hay una vereda rota y mal o no señalizada? Una baldosa floja puede conducir directamente al reposo con, en el mejor de los casos, un esguince de tobillo.

Estas son algunas de las pequeñas grandes cosas a las que el ciudadano de a pie no encuentra respuesta. No necesariamente la solución pasa por la grandilocuencia de un anuncio de campaña. La política es solucionarle la vida a la gente; allanarle el camino hacia el bienestar, en el convencimiento de que la población sienta de que sus impuestos vuelven en obras. El día que eso se logre, los políticos ya no tendrán que depender del bolsón para captar apoyos electorales.

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