Un pedido y confidencias

Un pedido y confidencias

Carta juvenil de Avellaneda a José Posse.

NICOLÁS AVELLANEDA. En 1857, deploraba que el trabajo de abogado no le permitiera ocuparse de la literatura.  la gaceta / archivo NICOLÁS AVELLANEDA. En 1857, deploraba que el trabajo de abogado no le permitiera ocuparse de la literatura. la gaceta / archivo
En 1857, desde Buenos Aires, el joven tucumano Nicolás Avellaneda escribía a su provincia, al periodista José Posse. Lamentaba que Posse “dejara morir desconocidas sus bellas producciones, por falta de vehículo que las conduzca a donde sabrían ser apreciadas”. Los periódicos locales “no tienen alas para hacer largos viajes”.

Acababa de fundarse en Buenos Aires “El Museo”, entre cuyos columnistas estaban Bartolomé Mitre y José Mármol. Proponía a Posse “recoger ese centenar de artículos de costumbres que tiene usted desparramados y mandármelos para que se publiquen sucesivamente”.

En cuanto su vida, Avellaneda se confesaba atareadísimo. Trabajaba en “el más importante estudio de Buenos Aires, con sus 400 o 500 expedientes” (se refería al del doctor José Roque Pérez). Ese trajín le ocupaba todas las horas del día. Y, “de noche, abro un libro, leo algunas páginas y lo arrojo con indiferencia para ir en busca de otro que vuelvo muy luego a dejar también”.

Es que, decía, “hay en ellos más ruido y mayor movimiento que el que mi pobre cabeza puede soportar. Cuando algún estudio forense absorbe todo mi tiempo, deploro ver que con su aridez apaga mi imaginación, ocupando mis mejores días y malgastando fuerzas intelectuales que podría emplear en la creación literaria”.

En otro orden, apuntaba que Manuel Oribe –degollador de su padre en 1841- acababa de morir, y que la prensa “federal” de Paraná y Montevideo derramaba flores sobre su tumba. “Espero que el periódico oficial en esa no se atreverá a reproducir semejantes necrologías. ¡Tendrá al menos el pudor de silenciar el suceso!”.

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