“Mi primer parto fue una tortura; el segundo, una experiencia feliz”

“Mi primer parto fue una tortura; el segundo, una experiencia feliz”

Angelina Iosa es hoy una férrea defensora del parto humanizado. “La mujer debe parir como lo sabe hacer, sin ningún tipo de sometimiento”

SUS MAS GRANDES TESOROS. Angelina Iosa junto a sus dos hijos, Jonás (que acaba de cumplir 5 años) y Santiago, a punto de festejar sus 17 años. la gaceta / foto de analia jaramillo SUS MAS GRANDES TESOROS. Angelina Iosa junto a sus dos hijos, Jonás (que acaba de cumplir 5 años) y Santiago, a punto de festejar sus 17 años. la gaceta / foto de analia jaramillo

Cuando uno la ve, Angelina Iosa pareciera ser una mujer dulce y frágil, quizás por su aire juvenil y su espigada figura ¡Nada de eso! La pasión con que defiende sus ideas sobre el parto respetado la transforma en una fiera, en una mujer segura de lo que dice. Sus fundamentos son sólidos, irrefutables. Le sobra autoridad para hablar del tema: es abogada y madre de dos hijos: el 29 de julio de 1998, a los 19 años, trajo al mundo a su primer hijo Santiago, que pronto cumplirá 17 años, y en el 2010 lo tuvo a Jonás, que el sábado -en plena conmemoración de la Semana Mundial del Parto Respetado- festejó sus 5 años. Los dos partos fueron diferentes. El primero traumático; el segundo, una experiencia agradable y feliz, como ella misma los define.

“Mi primer parto fue una tortura. Vivía en Lules. Al sentir las primeras contracciones me trajeron a un sanatorio de la capital. Eran las 2 de la mañana. Soporté todas las atrocidades que por entonces le hacían a las parturientas (ahora, no): me rasuraron el pubis, me colocaron una enema sin preguntarme nada, me tomaron la dilatación, me hicieron tacto y me dijeron que salga a caminar por la cuadra del sanatorio. Caminé hasta las 4 de la mañana, me revisaron y me mandaron a casa.... Volví al sanatorio a las 10 del día siguiente, me pusieron oxitocina sintética por goteo para acelerar el trabajo de parto. Comencé con las dolorosas contracciones inducidas, que generan un sufrimiento innecesario. No me dejaban gritar. ‘Cuando tengás ganas de hacer caca, me avisás’, me dijo una partera. En la sala de parto estuve sola todo el tiempo. Me acostaron en una camilla alta, se me cayó una pierna y no podía subirla. Mi bebé estaba saliendo, comencé a gritar pidiendo que me hagan cesárea... Entró el médico, me realizaron episiotomía ¡algo espantoso! y me pidió que puje, pero que no expulse del todo al bebé para que no se le caiga de las manos. En estas condiciones humillantes nació Santiago”, rememoró Angelina sin hacer pausa ni permitir preguntas.

Los recuerdos tan vívidos la hacían gesticular y hablar con énfasis, y hasta sus grandes ojos verdes por momentos se ponían vidriosos.

Después de haberse sentido atropellada, torturada y humillada en el nacimiento de Santiago, la vida le dio a Angelina la oportunidad de vivir un segundo embarazo, que le permitió experimentar una maternidad plena y un alumbramiento feliz.

- ¿Qué te pasó en el segundo embarazo?

- Me hicieron tomar conciencia de que a mi primer hijo lo había parido sin la sabiduría ancestral para hacerlo en forma natural. La mujer sabe parir, es como ir al baño. En mi primer parto estuve desinformada, atemorizada, sin saber qué hacer. No me dejaban gritar, cuando es nuestro derecho gritar. Al principio deseaba tener a Jonás con cesárea porque no quería vivir dos veces el mismo horror. Pero el doctor Pedro López, que practica y fomenta en Tucumán el parto respetado, me aconsejó parir de forma natural y acompañada por personas entrenadas y los seres queridos que eligiera. Además, una prima -defensora el parto humanizado- me regaló el libro “La maternidad y el encuentro con la propia sombra”, de Laura Gutman. El texto me ayudó a entender que el parto podía ser lindo, relajado y placentero, sin aceptar ningún tipo de sometimiento y maltrato.

- Y optaste por el parto respetado...

- Comencé a investigar y buscar por internet parteras y médicos del país que practican el parto respetado. Vivía en Mendoza. Me contacté con la partera Inés Beatriz Díaz, con el doctor López y con equipos de salud que rescatan el parto humanizado. Aprendí que no es necesario pasar por tanta tortura para tener un hijo y que parir genera lindas emociones, responde mientras se funde en un abrazo con sus dos hijos.

- ¿Cómo fue el nacimiento de Jonás?

- Nació en una pequeña clínica cuyo dueño era el obstetra. Le dije que quería parir en la posición que yo elija (sentada o en cuclillas), que no me rompan la bolsa, que no me lo induzcan y me den el tiempo biológico y psicológico que necesite, que no me hagan intervenciones y que el médico esté para cuando yo lo necesite. El médico me contestó: “Todo depende de la mujer....” Su respuesta me quedó grabada. Después entendí que el médico tenía razón: todo depende de la mujer...

- ¿En qué sentido?

- Cuando la mujer se empodera de su cuerpo y se prepara para expulsar a su hijo naturalmente, concentrada la parición, respetando el ritmo biológico y el tiempo que necesite -sin que nadie la apure, la perturbe o quiera partirle la panza-, el alumbramiento es la vivencia más hermosa que puede tener una mujer. A Jonás lo recibió su papá, y yo lo pesé, lo medí y lo vestí. Me sentí la mujer más feliz y respetada cuando lo parí.

Cada mujer debe elegir cómo y con quién va a dar a luz

El “parto respetado” o “parto humanizado” hace referencia a una modalidad de atención del parto que se caracteriza por el respeto a los derechos de los padres -especialmente de la madre y del hijo- en el momento del nacimiento.

Desde 2004 se realiza en mayo la Semana Mundial del Parto Respetado o Humanizado, por iniciativa de la Asociación Francesa por el Parto Respetado. Este año, tal conmemoración comenzó el 18 y finalizó ayer con una serie de actividades tendientes a concientizar a los equipos de salud y a las mujeres, especialmente, sobre la importancia de parir según las necesidades individuales. El lema de este año fue: “Apoyo continuo y amoroso para mí y para mi bebé. El nacimiento es una cuestión de salud pública”.

“Cuando se habla de parto humanizado, se habla de generar un espacio familiar donde la mamá y su bebé sean los protagonistas y donde el nacimiento se desarrolle de la manera más natural posible”, subrayó la partera Inés Beatriz Díaz, referente tucumana de la Red Latinoamericana y del Caribe para la Humanización del Parto y el Nacimiento (Relacahupan).

La humanización del parto tiene su ley. Se la conoce comúnmente como la ley del parto respetado y es la número 25.929, oficialmente llamada “Salud pública. Obligaciones de las obras sociales y medicinas prepagas”. Desde su publicación en el Boletín Oficial, el 21 de septiembre de 2004, rige para todo el territorio nacional, tanto en el ámbito público como en el privado. Promueve el respeto a la familia en sus particularidades -raza, religión, nacionalidad-, y el acompañamiento en la toma de decisiones seguras para la madre y su hijo.

Derechos de la madre

Rescatando el papel de la madre como protagonista del parto, la ley enumera una serie de derechos. Algunos de ellos son:

• A ser informada sobre posibles intervenciones médicas y poder elegir sin presiones

• A ser tratada con respeto, garantizando su intimidad;

• A ser considerada una persona sana facilitando su participación como protagonista de su propio parto.

• A tener un parto respetuoso de los tiempos biológico y psicológico, evitando prácticas invasivas y suministro de medicación que no estén justificados.

• A ser informada sobre la evolución de su parto, el estado de su hijo/ hija y, en general, a que se le haga partícipe de las diferentes actuaciones de los profesionales.

• A no ser sometida a ningún examen o intervención cuyo propósito sea de investigación.

• A elegir quién la acompañe durante el trabajo de parto, parto y postparto.

• A ser informada, desde el embarazo, sobre los beneficios de la lactancia materna y a recibir apoyo para amamantar.

• A recibir asesoramiento sobre los cuidados de sí misma y del hijo.

• A ser informada específicamente sobre los efectos adversos del tabaco, el alcohol y las drogas sobre el hijo y ella misma.

Es destacable el derecho a “tener a su lado a su bebé durante la permanencia en el establecimiento sanitario, siempre que el recién nacido no requiera de cuidados especiales”.

Sobre este punto, la licenciada Marcela Antebi, psicóloga social especialista en atención temprana del desarrollo, resalta la importancia de esos primeros contactos. “El bebé -machaca- reconoce a la madre apenas nace. Es capaz de distinguir su olor y su voz entre un grupo de personas. Durante la primera hora y media de vida está muy despierto, con los ojos abiertos y precisa estar en contacto con la mamá. Aquí está la base del apego, del amamantamiento y de ese vínculo tan especial y único como es el de una madre con su hijo”.

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"El apoyo continuo humanizado en los hospitales debería ser algo habitual"

Históricamente, las mujeres han sido atendidas por otras mujeres en el trabajo de parto. “Pero en la práctica hospitalaria mundial de las últimas décadas, el apoyo continuo durante el alumbramiento se ha convertido en una excepción, cuando debería ser algo habitual”, advierte el doctor Pedro López, uno de los defensores del parto humanizado en Tucumán.

“La atención humanizada, personal y acorde a las necesidades de cada mujer -cuando el embarazo no es riesgoso para la madre ni el hijo- reduce el tiempo del trabajo de parto, aumenta las probabilidades del parto vaginal espontáneo y no requiere de analgesia intraparto. Las mujeres que reciben apoyo continuo tienen menos probabilidades de manifestar insatisfacción con sus experiencias de parto”, sostiene el médico.

Los recién nacidos

La persona recién nacida también tiene derechos: a ser tratada en forma respetuosa y digna, a su inequívoca identificación, a no ser sometida a ningún examen o intervención cuyo propósito sea de investigación o docencia; a la internación junto a su mamá, y a que sea lo más breve posible. Al mismo tiempo, sus padres tienen que recibir adecuado asesoramiento e información sobre los cuidados para el crecimiento y desarrollo del hijo, y su plan de vacunación. La ley nacional de parto respetado consigna los derechos del niño y la madre que deben ser respetados en todas las instituciones.

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