Una obra faraónica bajo la lupa
Las discusiones sobre la necesidad o no de un Centro Cultural sólo aparecen cuando la construcción o el establecimiento de uno de ellos se halla contaminado con una determinada política. Caso contrario, sería retrotraernos a un debate falso como el de “Alpargatas sí, libros no”, que aparece superado a lo largo de algunas décadas.

Hace días que se polemiza sobre la obra faraónica del Centro Cultural Kirchner que inauguró el jueves la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Nadie sabe exactamente cuánto costó, pero sí se tiene la seguridad de que su presupuesto inicial se multiplicó por tres o por cuatro en estos últimos seis años.

El Centro Cultural Kirchner, que fuera el Palacio de Correo, debutó con miles de visitas que aprovecharon el fin de semana largo para conocer esos 100.000 metros cuadrados, que contienen dos salas de conciertos, seis auditorios, una impresionante estructura vidriada que será un museo de arte moderno y una cúpula restaurada. Cabe aclarar que la totalidad del edificio está inacabado.

Pero no sólo está sospechado su costo, y si ha sido sobrevaluado o no, sino también su utilización política: para qué servirá, en definitiva.

“Experiencia NK” es una muestra permanente del Centro Cultural. Allí se ven imágenes y videos del ex presidente, en un gran espacio, en el que no faltan los testimonios familiares. Es, llamativamente, la única exposición permanente.

Mañana se inaugurará en otra sala, “Cuídese mucho”, una instalación de la francesa Sophie Calle que llega al país vía la Bienal de Performance.

No son pocos los que han calculado cuántas escuelas u hospitales podrían haberse construido con los casi $4.000 millones (otros hablan de $5.000 millones).

Si se lo ve desde este lugar, tienen toda la razón. Basta pensar lo que esa cifra puede representar en esta provincia, por caso.

¿No hubiese sido más apropiado que sean los artistas los que decidan la necesidad o no de este proyecto?

Insisto: construir museos o centros culturales que puedan difundir las obras de los artistas y trabajadores de la cultura siempre será positivo y un paso adelante, pero en la medida en que no esté sospechado de “negociados”, y de ser una herramienta de propaganda del gobierno de turno.

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