“La única lección aprendida es la corrupción, pero luego vamos a misa y pedimos perdón”

“La única lección aprendida es la corrupción, pero luego vamos a misa y pedimos perdón”

Es uno de los escritores italianos del momento. Su policial Pista negra, que acaba de ser publicado en la Argentina, nos muestra una sociedad italiana atravesada por una corrupción que se parece demasiado a la nuestra. Acá reflexiona sobre la novela negra y las particularidades de los países católicos. “Nos dirigimos hacia un futuro incierto donde nadie paga por sus errores”, advierte.

17 Mayo 2015
Por Fabián Soberón, para LA GACETA - BUENOS AIRES

- En la novela hay un extenso párrafo a propósito de la relación de Rocco (el protagonista de La pista negra) con el fango, la suciedad, la mugre inevitable. El narrador sostiene que para resolver el crimen Rocco debe hundirse en el fango, en la suciedad. Creo que esto tiene relación con la moral de Rocco. ¿Cuál es para vos la moral de Rocco?

- Rocco tiene una ética muy personal, forjada en la calle, basada en unos actos y sentimientos más cercanos a la delincuencia que al mundo de la justicia. El bien y el mal, lo justo y lo injusto, adquieren para él significados y formas muy alejados de los que serían propios de un defensor del orden público. Es la ética de quien ha vivido solo, ha afrontado los problemas solo y siempre ha tratado de sobrevivir solo. Con eso no quiero decir que su concepción moral de la vida sea justa o correcta; es la suya, es peculiar, y con frecuencia incluso el narrador podría no estar de acuerdo con ella. Pero el protagonista es Rocco, el narrador se limita a contar lo que sucede. Es cierto que, al final del libro, podríamos llegar a pensar que en las fuerzas del orden nos hacen falta hombres como él, y eso podría ser un peligro. Pero igual de peligrosos son quienes cargaron contra los manifestantes en la cumbre del G8 en Génova, quienes, formando parte de las auténticas fuerzas del orden, han convertido en papel mojado la moral y el sentido de la justicia. Personalmente, creo que el único daño serio que provoca Rocco es destruir ese eje fundamental de todo país democrático que exige una clara separación entre las fuerzas que investigan y las que administran la justicia. En resumen, una cosa es un policía y otra, un juez. Y Rocco tiende a asumir ambas funciones al mismo tiempo. Aunque creo que el pobre lo paga llevando una vida dura y solitaria, llena de oscuridad, sin apenas alegrías y siendo, en el fondo, casi un paria.

- Rocco es un ateo que predica la verdad -no la justicia- en una sociedad católica. Aunque no es un asunto central en el libro, es interesante pensar a Rocco como un ateo tolerante, que respeta las creencias de los otros. ¿Qué opinas de esto?

- Que es la actitud que deberían adoptar tanto los laicos como los religiosos. En Occidente hemos necesitado varios siglos para llegar a convivir en una sociedad civil, para tener la libertad de no creer o de creer en el dios que sea. No uso la palabra «tolerancia» porque ese término es un poco tramposo. Tolerar comporta una actitud de superioridad ante algo distinto. Rocco respeta a quien no piensa como él, siempre que esa divergencia de opiniones no implique una merma o una limitación de las libertades. No impone su punto de vista, y además está dispuesto a pagar los errores que comete.

- Rocco es un personaje que reúne caracteres complejos, casi contradictorios. Es corrupto, persigue la verdad, es mujeriego y defiende, en cierta medida, a los débiles frente a los criminales. ¿Cómo lo definirías?


- Como un hombre. Rara vez he conocido en la vida a caballeros sin mancha y sin miedo, ni en mi país ni en otros. He conocido a personas llenas de defectos, pero con momentos de gran altura moral. Creo que al final siempre tendremos que poner en la balanza los pros y los contras de nuestra vida y comprobar cuál de los dos platos pesa más. Los de Rocco me parecen un poco descompensados, pero, al final, su sentido de la justicia, por muy particular que sea, y su respeto por la libertad y el amor pesan más que sus vicios ocultos. Y por eso le tengo aún más cariño.

- En Italia, ha habido una especie de renacimiento del policial con la figura de Andrea Camilleri. ¿Cómo ves al policial italiano en relación con el europeo?

- La novela negra o policial italiana tiene que vérselas con una sociedad algo atípica en la que existe un fuerte sentimiento religioso, pero también un desconocimiento absoluto del sentido de comunidad. Lo público se ignora, sólo se piensa en lo privado. Se trata de una sociedad esencialmente católica en la que basta ir a confesarse para lavar la conciencia y expiar las travesuras. La novela negra de los países calvinistas presenta un sentido de la culpa mucho más profundo, despiadado y fascinante, capaz incluso de atrofiar la psicología de los personajes. Si se comete un error, se comete ante Dios y ante los hombres, es una doble traición, y no hay un sacerdote que vaya a confesarte y a librarte de tus problemas. Aquí, los mafiosos, tanto los que campan por las calles como los que están en la cárcel, son creyentes; aquí con frecuencia la Iglesia se llevaba a las mil maravillas con el sector más sucio de la política y de la mafia. Ocurre en todos los países católicos, que en ese sentido me parecen mucho más hipócritas que los del norte de Europa. ¿Cuántas veces hemos visto al cardenal de turno posar para una fotografía al lado del dictador de turno? Por consiguiente, es obvio que la novela policial italiana debe lidiar con un sentido ético mucho más complejo, que a menudo tiene sus orígenes en la negociación, en la decisión de hacer la vista gorda, en el perdón, aunque se trate de un perdón que implique un gran esfuerzo. Somos un pueblo que nunca ha hecho una revolución como es debido, que a menudo ha recurrido a la hipocresía de la conducta política en sus relaciones con otros países. Basta echar un vistazo a la historia del siglo XX en Italia para comprobar la calaña de nuestros padres políticos. Un dictador aliado con lo peor de lo peor; un partido, la Democracia Cristiana, que protegía a la mafia, cuando no era directamente parte integrante de ella; un fascismo que sigue enraizado en bastantes sectores de la sociedad; un socialismo tendiente al abuso de poder que ha hecho de este país carne de cañón. Ahora, huérfanos de esa generación falsa e hipócrita, nos dirigimos hacia un futuro incierto donde nadie paga por sus errores, donde todavía estamos ligados a viejas coaliciones, racistas y asociales, y donde parece que la única lección aprendida es la corrupción. Pero luego el domingo vamos a misa y pedimos perdón.

© LA GACETA

PERFIL

Antonio Manzini nació en Roma, en 1964. Es actor, director de cine y escritor. Pista negra, su tercera novela, es la primera de la serie dedicada al subjefe Rocco Schiavone y ha sido recibida con el aplauso de la crítica y el público en Italia, donde ha permanecido en las listas de los libros más vendidos. La novela se editará en siete idiomas.

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