Parque de diversiones

Parque de diversiones

Los principales candidatos están. De un trío conocido saldrá el futuro mandatario. Ninguno de los tres aún toman el rol de futuro estadista que necesita la provincia para salir de problemas graves. Paños fríos en el palacio

Si de algo están seguro los tucumanos es que el próximo gobernador será o Domingo Amaya, o José Cano o Juan Manzur. La certeza que envuelve a los votantes contrasta con la incertidumbre que envuelve a cada uno de ellos, que parecen más protagonistas de un parque de diversiones que del futuro conductor de una provincia con droga, inseguridad y serias deficiencias institucionales.

Manzur camina por la vida pensando que ya es gobernador, pero sólo se lo dice a su espejo. Una de las preocupaciones centrales que acarrea la campaña del oficialismo es la falta de protagonismo del candidato. “En las recorridas que suelen hacer, José (Alperovich) se queda callado y hasta lo empuja a Juan (Manzur) para que hable y se dé con la gente, y no pasa nada”. La reflexión es de un “sijosesista” preocupado por la falta de carisma o de interés del candidato a gobernador. Para unos es timidez; para otros es la picardía de quien recibe todo servido. En el alperovichismo especulan además con que, apenas tome el poder, “el hombre que yo inventé” (diría Alperovich) olvidará a su creador. Apoya esta tesis que aún no se sepa cuál es su equipo; quiénes integrarán su Gabinete y muchos menos qué hará en su hipotética cuestión. No obstante, más de un funcionario actual (de segunda y de tercera línea) hace buena letra para que Manzur lo mire. Ya hay quienes ni siquiera dan un paso si antes no lo autorizó el candidato.

En la oposición las cosas no son muy distintas en este parque de juegos. Se especula que Cano tiene gente trabajando aunque nunca se muestra y Amaya trata de hacer saber que su gabinete es lo suficientemente experto como para gobernar si es que el lordmayor se sienta en el sillón de Lucas Córdoba.

Lo curioso es que Amaya y Cano transmiten mensajes de debilidad y hasta de flojera como futuros gobernantes. Esta semana quedaron muy atrás de las expectativas de muchos empresarios que esperan definiciones. Amaya y Cano son personas que podrían llegar a ocuparse de la economía de Tucumán, de la salud, de la producción y andan jugando a las escondidas. Se vieron la cara en un tímido asado y las palabras públicas (las que necesita el elector) de evaluación fueron chistes. No son dos futuros estadistas. Si realmente tienen la intención de juntarse o por lo menos de conocerse para saber si pueden trabajar en forma conjunta por la provincia, ¿cuál sería el problema que se encuentren en una esquina y se pongan a conversar de los pros y de los contras de ir juntos en una boleta electoral? No hay explicaciones para que dos personas mayores y responsables como pueden ser Amaya y Cano hagan este juego de niños. Lo único que lo justifica es que verdaderamente no quieran trabajar en forma conjunta.

Tanto uno como otro candidato se van debilitando. De ser los “Superman” que podían sacar al alperovichismo del trono, se están convirtiendo en los tímidos Clark Kent que sólo pueden contar lo que pasa en “El Planeta”. El asado de la semana que pasó ha sido una dosis muy fuerte de kriptonita tanto para Amaya como para Cano.

Decisión capital
La madre de todas las batallas electorales se desata en la Capital de la provincia. Desde que la democracia volvió a la Argentina la oposición ha tenido su reinado en San Miguel de Tucumán hasta que llegó Amaya de la mano del alperovichismo. Dos radicales (Rubén Chebaia y Raúl Martínez Aráoz) y tres bussistas (Rafael Bulacio, Oscar Paz y Raúl Topa) lo antecedieron. En total de ocho elecciones, seis ganó la oposición y dos el oficialismo. Aunque ahora, al momento de terminar el mandato este oficialista (Amaya) parece devenido en oposición. Hoy, sea cual fuere, la encuesta que se consulte, la oposición vuelve a ser favorita en la Capital. Y, si se analiza el hipotético acuerdo entre Amaya y Cano, los buenos augurios son mayores aún.

José Alperovich es un dirigente agotado. Los “sijosesistas” ven a un líder cansado que no ve las horas de bajarse del sillón de Lucas Córdoba. No obstante, en cada reunión pide trabajar por la fórmula (Manzur-Jaldo). Todos los que lo escuchan se quejan de que en su distrito hay demasiados candidatos. “No te preocupes, lo que hay que hacer es ganar”, les responde el gobernador de los días contados. Luego agrega: “hay que achicar la diferencia en la Capital. No nos tienen que sacar tanta ventaja. En el interior estamos mejor y tranquilos”. En el interior de Tucumán la historia es la misma: gana cómodamente el peronismo, según cualquier encuesta.

Lo que viene
Los tucumanos no volverán a vivir elecciones en las que un candidato gane “por goleada” como se había mal acostumbrado Alperovich. Los comicios que vienen en agosto se avizoran muy reñidos. Los actores principales lo saben y lejos de buscar seducir más voluntades empiezan a relucir las mañas electorales. Ya se venían mostrando escenas violentas en la película electoral. No sólo hay reyertas y aparecen armas en las visitas de los candidatos sino que también aparecen trampas para hacer creer que hay más violencia de la verdadera. También están –en esto no se escapa ninguno de los que manejan aparatos estatales- los que usan dineros públicos para campañas particulares. Pasa en los gobiernos provincial y en los municipales como Yerba Buena y Capital, entre otros. La nota de esta semana la dieron nada menos que en el PAMI donde los más viejitos vieron como sus vehículos estaban a disposición de un grupo de jóvenes para hacer política. Hasta el candidato a intendente Pablo Yedlin vio esto, pero, le debe haber pasado inadvertido como otras cosas de su gestión.

El gobernador Alperovich, como algunos candidatos, también mira para otro lado cuando surgen estas cosas. Una vez más, estos episodios le dan normalidad a la irregularidad y demuestran que los gobernantes responden a estas cuestiones “según la cara del cliente”, y no buscando transmitir reglas claras y precisas que además sean ejemplificadoras.

Así como esta semana el mandatario se llamó a silencio sobre este sorprendente uso de vehículos del PAMI, días atrás nada dijo de los desplantes de Edmundo Jiménez en la Justicia; y años atrás defendió al ministro Yedlin cuando autorizó pagos para una fundación que no existía. Lo mismo ocurrió cuando el titular del Ente de Turismo Bernardo Racedo Aragón usó vehículos oficiales para llevar cosas a su sede partidaria. Eso sí, cuando Mercedes Paz utilizó una camioneta de Turismo para trasladar mercadería de su negocio, Alperovich la echó. Cuando se habla de continuidad con cambio, ¿qué es lo que seguirá vigente? ¿Los ejemplos primeros o el último?

Veinte minutos
Tanto la Justicia provincial como la nacional están en la mira. Sus conflictos son materia política y hasta de discusión ciudadana. Mientras desde el gobierno nacional se agrede innecesariamente a un viejo por ser viejo, en la provincia se ha puesto en el centro de la discusión tribunalicia a la auditoría que se inició por la denuncia que hizo el Colegio de Abogados por el proceder de determinados magistrados. Los resultados estarían listos esta semana que está comenzando hoy.

El epílogo de esta novela de enredos judiciales va a llegar después de que en el último capítulo haya habido un intento de apaciguar los ánimos por parte del ministro fiscal Edmundo Jiménez. Días atrás hubo una reunión que duró 20 minutos y en la cual el hombre que había hasta casi amenazado a los auditores que instruyó la Corte, se paró ante los vocales y les dijo que nunca tuvo intenciones de agredir y que tampoco él tenía problemas personales con alguno de ellos. Habría pedido disculpas si es que alguien sentía que se había faltado el respeto. Pareciera que aún quedan más páginas por escribirse de esta crisis judicial.

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