Cartas de lectores

LA PLAGA DE LANGOSTAS

Recuerdo, hace tiempo, los chicos del barrio -de diez años, a lo sumo- nos reuníamos en algún sitio baldío para hacer travesuras: hurtar mandarinas, higos, limas o voltear cocos a pedradas. Como consecuencia de eso, alguna vez, aparecía alguno con su cabeza lastimada. Todo se hacía con la transparente inocencia de muchachitos que todavía ni adolescentes eran. También se jugaba a la pelota, que algún experto fabricaba con medias que le pedía a alguna tía, abuela o a su propia mamá que, gustosa se involucraba, haciéndose cómplice. Una tarde de enero, no eran las tres todavía, había un sol radiante, comenzó a anochecer súbitamente; era la famosa manga de langostas, que cubría el cielo del baldío y de manzanas adyacentes; eran tantas esas langostas, que ocultaban la luz del sol, y mientras seguían su camino, no dejaban nada con vida; se comían las hojas, dejando los árboles pelados. Algunos las ahuyentaban, haciendo ruido con palos y tarros, buscando cada uno cuidar su quintita. Por supuesto que nuestra diversión terminaba y nosotros, asustados pero tolerantes, cuerpo en tierra, ansiando que desapareciera la última langosta y que el sol volviera a brillar. Tengo 78 años y estoy seguro de que a muchos, mi narración ha de parecerles un cuento de ficción. Eso fue realidad y solía ocurrir en las décadas del 40 y 50; eran langostas de 12 y 15 centímetros de largo. Hoy, gracias a esa iluminada gente que se atrevió a combatirlas, las langostas representan una anécdota del pasado. Me animo -tímidamente- a preguntar si hoy en día habrá también gente capaz de combatir plagas que nos vienen complicando la vida, para que en algún siglo la gente llegue a pensar que lo de las cucarachas fue solo producto de la ficción.

José Luis Gallucci
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BILLETES

Finalmente, el Gobierno Nacional homenajeó a Malvinas y a las Madres de Plaza de Mayo, emitiendo (su irrefrenable e inflacionaria pasión) más billetes de $50 y $100. ¿Por qué no homenajeó con billetes de $200, $500 o $1.000? Y digo 1.000 porque un billete de 100 compra hoy lo mismo que compraban en 2003 $15, y en 2000, $10. Tan fuerte fue y sigue siendo la inflación que ni la recesión la detiene). Pero el Gobierno decidió imprimir más billetes de $50 y de $100 tal como lo hizo antes, cuando homenajeó a Evita imprimiendo billetes de $100, con lo cual siguen manteniéndose las dificultades para hacer transacciones, contar, trasladar dinero -con el riesgo adicional que suponen los bultos-, recargar permanentemente cajeros colapsados, etc. Además, el gasto de impresión que alcanza los 1000 millones anuales (según un informe de Ecolatina), se reduciría notablemente si se imprimieran billetes de mayor nominación. No hay ningún país en el mundo cuyo billete mayor tenga tan bajo poder de compra como nuestro billete de 100. El Gobierno no emite billetes mayores, porque sólo le interesa que este inmenso jardín de infantes en que nos hemos convertido no se dé cuenta que hay inflación (ni cepo, ni inseguridad, ni pobreza, ni subsidio a los ricos…) y de paso, cañazo a Sarmiento (la figura del billete de $50), sacándolo de circulación. O sea, como manda el ex relato (hoy fábula), ahora decidieron lanzar a Sarmiento al mundo de los “ellos”. Coherente quizás, porque allí habita hoy la castigada calidad educativa de la escuela pública. No cuestiono que se pueda criticar a Sarmiento. Cada uno puede pensar como quiera. Vivimos en democracia, en un país libre. Lo que cuestiono es que lo eliminen, vendiendo ideología para tapar sus “negocios” (alegoría de “corrupción” en el diccionario creado por el menemismo, a cuyo jefe consideraron, -cuando eran alegres menemistas privatizadores- el mejor presidente de la historia. La coherencia está en el “negocio” de ida: privatizó y “negoció” de vuelta: estatizó y un bonustrack: indemnizó). Cuanto más “negocios”, más se corren a la “izquierda” para taparlos y alimentar a su núcleo duro con épicas imaginarias y primitivas, renovando innecesarias divisiones entre los argentinos. No les alcanzó con eliminar de los billetes de 100 a Roca (de quien -dicho sea de paso- el Gobierno debería, estar agradecido, porque si no fuera por él, Néstor hubiera sido chileno). Demasiado tenemos con que no imprima el vicepresidente de la Argentina -Boudou- porque podría habernos cobrado mucho más (y sus “negocios” serían aún mayores si, aprovechando, imprimía alguito más que los 160 mil millones que, sin piedad -por la inflación- se imprimieron en 2014). Todo un resumen desopilante del país y de nosotros.

José Antonio Nadef
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LOS DICHOS Y LOS HECHOS

En el recién aprobado Preámbulo del Estatuto Universitario de la UNT, se declaran y profesan ideales muy buenos, justos y verdaderos. El problema es que no se casan con los hechos universitarios; y las políticas que se implementan van en contramarcha de dichos ideales. En los dichos: La UNT “considera como su objetivo general formar ciudadanos… comprometidos con el bienestar, la justicia y la paz”. En los hechos: la política salarial indigna que afecta a la docencia universitaria es injusta y atiza la lucha de los docentes en pos de percibir salarios dignos. En los dichos: Se compromete con el “respeto irrestricto y con la promoción por los derechos humanos y el ambiente”. En los hechos, la UNT sigue siendo socia y cómplice de la megaminería contaminante y expoliadora, emprendimiento denunciado ante la Justicia por la presunta comisión de crímenes de lesa humanidad y de lesa naturaleza. En los dichos, se afirma como una institución educativa, que se presenta como de formación “pública y gratuita, democrática”. En los hechos, la política universitaria se orienta hacia la privatización y la no gratuidad; y actúa antidemocráticamente, implementando políticas corruptas de militancias rentadas y compra de votos y conciencias en elecciones y decisiones del gobierno universitario. En los dichos, “asume el compromiso irrenunciable de defender la autonomía y la autarquía institucional de la universidad pública”. En los hechos, viene enajenando a la UNT, sometiéndola a los gobiernos provincial y nacional (botones de muestra: la apropiación de Canal 10 por el alperovichismo y la entrega de puestos de gobierno a La Cámpora). Los presuntos delitos económico-financieros cometidos en la UNT también fueron denunciados ante la Justicia federal. Bien dice el dicho que entre el dicho al hecho hay mucho trecho, bueno sería que la UNT desdijera lo contradicho y enmendara lo contrahecho para que su decir y hacer se abrazaran nuevamente honrando el legado de sus fundadores y comprometiéndose con la dignidad y excelencia de su misión de cara a su futuro.

Ramón Eduardo Ruiz Pesce
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“MI QUERIDO TUCUMÁN”


Recorriendo el país, uno se impacta cuando llega a Tucumán. Desde Capital Federal, pasando por Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero, o desde Jujuy, Salta, uno ve ciudades limpias, ordenadas, rutas impecables, con clara demarcación, carteles en buen estado con información abundante, cruces bien iluminados y vehículos cumpliendo las normas. Al llegar al “Jardín de la República”, nos enteramos, no por el cartel, sino por los obsoletos y angostos caminos, sin demarcación, con las banquinas y alrededores de las rutas mostrando mucho, muchísimo abandono y por supuesto en todas partes, el producto por excelencia y marca registrada de Tucumán: la basura. Malezas altas, pavimento deformado o roto, por donde circula todo tipo de cascajos, que carecen de las mínimas condiciones para circular y cientos de motos con familias enteras encima, obviamente sin casco, sin luces, sin espejos, sin silenciador. Puentes destruidos, barandas rotas, canales destrozados por falta de mantenimiento y repletos de escombros. En circuitos turísticos, contenedores rotos, rebalsando de basura, merenderos destruidos, carteles viejos, ilegibles, grafitis por todos lados, alcantarillas en pésimo estado y sin rejillas, sin servicio de agua potable y con hoteles que se abastecen con camiones cisterna. ¿Qué nos pasa? ¿A quién queremos atraer así? ¿Cómo es posible tanta desidia e ignorancia? ¿Qué pasó en todos estos años que retrocedimos tanto? Es el resultado de años sin educación de calidad, sin respeto ni cultura, sin premios ni castigos, a manos de otros iguales o peores gobernantes. La lista es interminable: diques que se rebalsan sin explicación y que resistieron al colapso de milagro, obras públicas nuevas, que poco tiempo después, lucen peor que antes de hacerlas, desastroso estado de los servicios públicos esenciales, transporte vetusto, propaganda política que destruye los bienes que los candidatos dicen que van a proteger, miseria extrema, abuso del Estado dejando millonarios a funcionarios y su entorno. Legisladores que gastan dinero sin control ni auditorías, empleomanía y nepotismo con políticos reciclables para cualquier función. Tenemos plazas públicas que son usadas como mercado de baratijas del contrabando, comercio ilegal y evasión fiscal. Narcotráfico, delincuentes reincidentes libres, inseguridad... Pobre, mi querido Tucumán, hace años dejó de ser un jardín, a pesar de haber tener los mayores recursos fiscales que se tenga memoria, y una presión fiscal tan extrema, que ahoga sus contribuyentes, a quienes incluso, se les confisca (rozando la ilegalidad) el dinero de sus cuentas bancarias o aumentando las valuaciones y tasas por encima del valor real de mercado, y aun así los funcionarios no supieron lograr para sus conciudadanos lo que, con mucho menos, se hizo en otras provincias. Si con esa grosera cantidad de recursos no avanzamos nada y retrocedimos 40 años o más, es obvio que estamos haciendo mal las cosas. Si seguimos votando a los mismos de siempre, con iguales políticas, no hay ninguna razón para que esto cambie.

Pablo Cotella
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EL AZÚCAR

A la industria azucarera “le cabe el honor” de haber sido la primera industria nacional subsidiada en el país, medida que se amplió y se perfeccionó para pasar a ser común en esos tiempos, es decir que se hizo una costumbre que nuestra industria madre recurriera anualmente el Estado nacional o provincial, en busca de protección “circunstancial” y necesaria. En algún momento, cansados, tanto productores como el Estado de esta sempiterna cuestión, se decidió fomentar y apoyar la diversificación agroindustrial. A partir de esa iniciativa, Tucumán dejó de ser “azúcar”, para dedicarse a los más variados productos del agro: trigo, maíz, poroto, citrus, garbanzo, sorgo y sobre todo, la tan redituable y expandida soja; disminuyó así considerablemente el área cañera. Pero no faltó el iluminado que apareciera con sus cantos de sirena, alentando a plantar de vuelta caña, lo cual rápidamente tomó fuerza. Aparecieron plantaciones en lugares distantes e impensados, favorecidos en parte por inviernos no “heladores”. Según la política establecida en su momento, los excedentes de jugos serían absorbidos por el biodiesel. La limitación de las pocas destilerías y la falta de previsibilidad para la ampliación del corte de las naftas con este productor de origen natural, las consecuencias no se hicieron de esperar: la superproducción de azúcar y la poca demanda (compite con los edulcorantes), derivó en el bajo costo comercial. Hoy debe ser el producto alimenticio industrial más barato que se puede adquirir en un supermercado o en los carritos ambulantes que recorren los barrios ofreciendo fardos a precios económicos. Producto que como se sabe, proviene de los cañeros “chicos”, que reciben de los ingenios como parte de pago por la materia prima entregada y se ven obligados a rematarla para poder contar con dineros frescos. Ante esta delicada situación, sería oportuno saber quién o qué organismo fue el responsable de impulsar el renacimiento de este producto sin antes asegurarse de su redituable consumo.

Ysmael Díaz
Mario Bravo 247
Banda del Río Salí-Tucumán

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