El cisne de Maia Plisetskaya cerró sus alas ayer

El cisne de Maia Plisetskaya cerró sus alas ayer

Se fue una de las grandes bailarinas clásicas del siglo XX. Dos veces pisó el escenario del teatro San Martín. Fue intensa, temperamental y única.

EN TUCUMÁN. La primera vez fueron solo seis minutos de perfección. LA GACETA / ARCHIVO EN TUCUMÁN. La primera vez fueron solo seis minutos de perfección. LA GACETA / ARCHIVO
03 Mayo 2015
“Yo la veía tan inalcanzable. Era verla y querer ser como ella, dulce y etérea. Un ícono. Es quien nos acercó al ballet. Nos dio momentos inolvidables y hemos aprendido muchísimo, no solo de su técnica sino también de su tenacidad, de su calidad como artista y como maestra”. El diálogo, muy entrecortado por la emoción ante la noticia de la muerte de Maia Plisetskaya, con la maestra de ballet y coreógrafa Priscilla Reginato, da la dimensión del legado de la gran bailarina rusa.

“Cuando vino a Tucumán, en 1978, bailó muy poquito, pero no conocemos las circunstancias que enfrentó -recordó-. En su momento ella fue una referente, que cambió muchas cosas en el ballet”.

Desde su casa en Munich, el célebre compositor ruso Rodión Shchedrín dio cuenta ayer de la muerte de su esposa, a los 89 años, de un ataque cardíaco, y lo informó a la agencia Tass el director del teatro Bolshoi, Vladimir Urin.

Plisetskaya nació en Moscú en 1925 y bailó desde los tres años. Se formó en la renombrada Escuela de Danza de su ciudad y se graduó en la Escuela Coreográfica del Gran Teatro Bolshoi, en el que llegó a ser primera bailarina. Después llegaría a dirigir el Ballet de la Ópera de Roma y el Ballet Clásico Nacional de España (tenía ciudadanía española). En 1994 fundó el Ballet Imperial Ruso.

Entre grandes

Fue prima ballerina assoluta de la generación de la cubana Alicia Alonso y la británica Margot Fonteyn. Su fuerte carácter, una energía inusual y el rechazo de las convenciones academicistas en el ballet hicieron de Plisetskaya un mito de la escena, señala el diario español El País. Como artista se inventó a sí misma y se la reconoce como fundadora de su propio estilo en la danza, llamado “gráfico” por la precisión y belleza de los movimientos.

Se hizo mundialmente famosa con sus interpretaciones de El cisne, con música de Camille Saint-Säens y coreografía de Mijaíl Fokin, y El Lago de los Cisnes, de Piotr Chaikovsky (disponible en el sitio www.youtube.com/watch?v= 5R9t8Knx018).

“Siempre creí que ‘El lago de los cisnes’ es una prueba para cualquier bailarina. En este ballet no se puede ocultar nada. Todo está en la palma de la mano: dos personajes, el negro y el blanco, toda la paleta de colores y pruebas técnicas, el arte de la transformación, el drama del final”, escribió en su autobiografía. Sin embargo su versatilidad le permitió interpretar grandes personajes, tan diversos como la Zarina enloquecida de “La fuente de Bajchisarai”, la perversa Kitri de “Don Quijote”, “Carmen” o “Ana Karenina”. Roland Petit compuso para ella La rose malade y Maurice Béjart le escribió “Isadora”.

Entre muchísimas distinciones recibió desde la Legión de Honor francesa hasta el Príncipe Asturias en 2005, y en 2006, la máxima condecoración del Estado Ruso, de manos de Vladimir Putin.

Bailó en Argentina varias veces. A Tucumán vino en agosto de 1978, cuando solo danzó seis minutos y su visita terminó en escándalo con un fotógrafo de LA GACETA; y regresó en 1995, cuando dio dos funciones en el Teatro San Martín, a los casi 70 años. Esa fue otra de sus características, una vida dedicada hasta el final a la danza. Para celebrar su cumpleaños 80, en 2005, bailó la coreografía de Bejart, “Ave Maia”, en el Palacio del Kremlin, en una gala con Joaquín Cortés. Entonces declaró: “soy muy feliz de haber podido vivir en el siglo XXI, cuando todo es posible plasmarlo en la realidad. Siempre me he rebelado contra la mentira. Toda la vida he sido una resistente”.

El gran cisne cerró ayer sus alas, pero seguirá aleteando en cada bailarina clásica.

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