"Terminamos siendo máquinas de nuestras máquinas”

"Terminamos siendo máquinas de nuestras máquinas”

El escritor uruguayo recientemente fallecido habla sobre su primer contacto con la narración, la magia del arte de contar, su versión de Adán y Eva, los riesgos y virtudes de la tecnología. “Internet nace al servicio de la muerte pero se convirtió en instrumento de vida, permitiendo que no suenen en campana de palo las voces que claman por la paz”, sentenció. La entrevista completa puede verse en TTV (”Galeano inédito”), en lagaceta.com.

03 Mayo 2015

Por Eliseo Alvarez - Para LA GACETA - Buenos Aires

- ¿Cómo te cruzaste con la necesidad de escribir?

- Lo más importante que aprendí en mi vida sobre la literatura proviene de los libros de mi infancia, como los de Salgari, y de los narradores orales de los cafés de Montevideo. Verdaderos maestros de la narración que lograban que lo que se contaba volviera a ocurrir cuando era narrado. Era, de alguna manera, una victoria sobre la muerte, un arte de la resurrección. Eran narradores anónimos, que conocí cuando era un chiquilín; no sabía cómo se llamaban ni quiénes eran. Si hablaban de caballos de alguna batalla de las guerras gauchas, yo miraba el piso y veía sus huellas. El arte de narrar permite esas magias.

- En Los hijos de los días hablás, entre otras cosas, de la irrupción de las radionovelas.

- En el libro hablo de historias de distintos lugares y épocas; no le hago caso a las fronteras del tiempo o del mapa. En una de esas microhistorias, en las que me gusta decir mucho con poco, hablo de las primeras radionovelas en Brasil. En esa época, en muchos lugares la radio era un artículo de lujo que congregaba a varios oyentes que se reunían para escucharla. Algunos eran jinetes que después de escuchar el capítulo de uno de estos novelones, cabalgaban hasta su pueblo, donde no había radio, para contar lo que había escuchado. Pero lo repetían, reinventando y prolongando lo escuchado. Eran también creadores.

- Y muchas veces serían mejores que las versiones originales.


- Claro, la capacidad creadora no es un talento reservado a ciertos bebés que han sido besados por las hadas. No creo que el arte de narrar sea un privilegio. Por eso rescato a esos narradores orales de Montevideo, algunos de los cuales quizás no sabían leer ni escribir, y que lograban ese mágico efecto, el arte de contar una cosa y lograr que de nuevo exista.

- César Pelli me decía que lo más creativo suele ser efímero, como la comida, que resume de dónde viene y qué es un pueblo. Siglos de historia, tres o cuatro horas de preparación para desaparecer en 20 minutos. Sin embargo, allí está la inmortalidad, en lo efímero.

- Un poeta latino, ante las ruinas de Roma, escribió algo parecido: “Lo único eterno es la fugacidad”. Y es cierto, la vida y la muerte son hermanas gemelas, andan juntas siempre. Hay que desconfiar de quien dice que es inmortal. Nada es más inmortal que la mortalidad. En el libro cuento la historia del Génesis pero al revés. Los primeros exiliados fueron Adán y Eva. La historia oficial, la que está en la Biblia, nos dice que Adán fue tentado por Eva y que por su culpa los “machos” fuimos expulsados del Paraíso. Fuentes bien informadas me contaron que no fue así. Eva no pidió ni dio nada. Adán hizo lo que hizo porque quiso. Cuando supo que Eva había mordido la fruta prohibida, que había perdido su inmortalidad y la residencia en el Paraíso, fue Adán quien decidió acompañarla en el castigo. Y fue mortal, pero mortal acompañado.

- Adán fue un caballero.

- O un hombre que supo que era la mitad de algo.

- “En toda la historia de la humanidad hubo un solo refugio a prueba de incendios y guerras, la biblioteca andante del gran visir de Persia”, decís en tu libro.

- Era una biblioteca muy curiosa que viajaba en varios camellos con el gran visir de Persia. Por el temor de que fueron destruidos en algún incendio o guerra, este hombre viajaba con sus libros. La biblioteca era una larguísima caravana de camellos. Los camellos servían como catálogo, porque cada uno llevaba la primera letra del grupo de títulos que el camello cargaba.

- Quizás sea una herejía pero ¿cuánto se parece Internet a esa biblioteca?

- Hoy los camellos serían medios tecnológicos modernos. Es otra muestra, quizás, de que la paradoja es el motor del mundo. Al fin y al cabo Internet nace al servicio de la muerte, articulada por el Pentágono al servicio de sus operaciones a escala global. Pero con el paso del tiempo Internet se convirtió en instrumento de vida, permitiendo que no suenen en campana de palo las voces que claman por la paz en este mundo tan enfermo de guerra. Lo digo como un arrepentido porque tuve mucha desconfianza a este universo cibernético, quizás porque tengo alergia a las máquinas o porque soy un inútil de nacimiento. O porque sospechaba que las máquinas beben de noche. Que, cuando nadie las ve, se echan sus tragos, y por eso durante el día hacen cosas a veces inexplicables.

- Podríamos colegir entonces que en este caso el hombre pudo más que el objetivo con que fue creado Internet.

- Sí, pero también terminamos siendo máquinas de nuestras máquinas. El problema no es la negación de las máquinas sino la negación de un sistema de poder que te convierte en máquina. Como ocurre con el automóvil, que nace para facilitar el transporte humano y termina entorpeciéndolo con los tapones de tráfico. Pero no es culpa de la máquina sino de su mal uso. La televisión es otro ejemplo. Puede sr un instrumento de jibarización del alma humana pero también puede multiplicarla. Algunos la usan, al servicio del poder, para evitar que la gente piense; y, por otro lado, puede ayudar a pensar.

© LA GACETA / TTV

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