Estilo “Ruso”

Estilo “Ruso”

Ricardo Zielinski, DT de Belgrano, rompió el molde con su trabajo

CON SELLO PROPIO. Ricardo Zielinski, a diferencia de otros colegas, no se encandila con las luces de la televisión. dyn (archivo) CON SELLO PROPIO. Ricardo Zielinski, a diferencia de otros colegas, no se encandila con las luces de la televisión. dyn (archivo)
27 Abril 2015
El gran presente de Belgrano de Córdoba tiene en Ricardo Zielinski a un protagonista clave, cuyos valores, contantes y sonantes, carecen sin embargo de las cajas de resonancia y de los aderezos que se les dispensan a los entrenadores más acreditados, e incluso a otros de menor valía pero muy hábiles en el arte de la seducción.

Dos, como mínimo, son las razones susceptibles de explicar por qué el ‘Ruso’ Zielinski acumula valías que no son correspondidas como sería justo y debido. Uno: dirige un equipo cordobés y ya sabemos, como reza el saber popular, que Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires. Dos: cultiva un perfil bajo del que no se apartó jamás, ni siquiera cuando condujo una de las empresas más sorprendentes del fútbol argentino en lo que va del Siglo XXI, mandar al descenso al mismísimo River.

Definición y algo más

Antes que definir a Zielinski por lo que es, acaso valdría la pena tomar el atajo de reponer lo que no es: no está considerado un sabio de la tribu (como el doctor Bilardo, el “Flaco” Menotti, “Coco” Basile, Carlos Bianchi y Marcelo Bielsa), tampoco es una prestigiada figurita de las nuevas camadas (va camino de los 56 años), no dispone de una verba florida, no da clases de táctica y estrategia en las conferencias de prensa, no es pintoresco como el “Bambino” Veira ni ocurrente como Ricardo Caruso Lombardi ni suele contar chistes en programas de televisión.

Tampoco tuvo un pasado de futbolista top, si por futbolista top se entiende destacarse en la Primera División, jugar en el exterior, vestir la camiseta de la Selección; en todo caso supo pintar su aldea en condición de aguerrido mediocampista, más apto para las polvaredas de las canchas del ascenso que para ofrecer sutilezas en las gramillas de luxe.

Vistió las camisetas de San Telmo, Argentino de Quilmes, Chacarita, Deportivo Mandiyú, Laferrere, Ituzaingó y Colegiales, pero fue en el club de San Martín donde alcanzó su cresta de la ola con el ascenso de 1983, aunque tampoco como director técnico nadó en la abundancia, más bien anduvo con lo puesto durante unos cuantos años, toda vez que antes de recalar en Belgrano, entre 1994 y 2011 pasó por 14 instituciones y sufrió sendos descensos en Deportivo Morón y Ben Hur, de Rafaela.

Un lugar en el mundo

Parece que en Córdoba, en general, y en Belgrano, en particular, Zielinski encontró su lugar en el mundo, la consabida señal para apreciar el valor de una oportunidad y alumbrar su mejor versión, la de un director técnico que hizo de la paciencia y el rigor una vía regia hacia crecimientos metódicos, sostenidos y expandidos hoy hasta límites insospechados.

Hay que tomarse el tiempo de analizar nombre por nombre la composición del plantel de Belgrano para mensurar hasta qué punto se ve la mano de su conductor. Salvo con los azares de meras golondrinas de verano, golpes de buena suerte de los que se han beneficiado hasta los equipos más desdichados y los entrenadores más mediocres. La base del Belgrano es la base que ha sabido pergeñar y apuntalar el “Ruso” desde los ya lejanos tiempos de la B Nacional: un arquero en clave de Matusalén (Juan Carlos Olave, 39 años), otro puñado de veteranos que oscilan entre los 29 y los 34 abriles (Claudio ‘Chiqui’ Pérez, Jorge Velázquez, Gastón Turus, Guillermo Farré, Esteban “Teté” González, César Mansanelli), más la incorporación de un par de guerreros de muchas batallas (Sergio Escudero y Mauro Óbolo) y la oportuna cocción de algunos juveniles “fattos in casa”, con Emiliano Rigoni y Lucas Zelarayán a la cabeza.

Pues bien: no es soplar y hacer botellas tomar un plantel devastado y no solo salvarlo de la debacle sino llevarlo a Primera en un mano a mano con River, sostenerlo año tras año a salvo de zozobras pese a sucesivas transferencias y dotarlo de un enorme salto de calidad cuando se suponía que el desgaste, del orden que fuere, rubricaría una declinación igual de natural que de irreprochable: Zielinski podría irse de Belgrano mañana mismo sin mella en la cálida gratitud que ha sabido ganarse.

Ahí está Belgrano, peleando el primer puesto del torneo de Primera a dos puntos de Boca y River, y ahí está el ‘Ruso’ Zielinski, juntos y a la par, el uno para el otro, cultores de un puñado de certezas útiles para cualquier propósito individual, indispensables para toda gesta colectiva: humildad sin sobreactuación, dedicación sin saturación, sencillez sin sosera, convencimiento sin necedad y ambición sin arrogancia.

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