Expedientes X

Expedientes X

La inesperada actitud del ministro fiscal, que demoró la entrega de causas que la Corte había pedido para investigar, desató una grave crisis en el Poder Judicial. El silencio de los otros poderes. Rumores tras los juegos de Alperovich.

Siempre fue un hombre tranquilo. Cada vez que sus colegas, funcionarios y ministros montaban en cólera, él ponía su cuota de parsimonia. Una sonrisa y una mueca era el argumento dócil para revertir o atravesar un momento difícil. Todos valoraban su serenidad, sinónimo de paciencia y sabiduría. En los últimos 15 días, sin embargo, la tranquilidad se volvió desequilibrio. La sabiduría trocó en prepotencia. La parsimonia se hizo desobediencia. La sonrisa y la mueca pícara se vistieron de rostros adustos y desencajados. El argumento dócil se convirtió en agresivo.

Como un planeta cuando se sale de órbita, Edmundo Jiménez modificó su conducta y dejó al Poder Judicial envuelto en una crisis sin precedentes.

El momento cumbre de este escándalo ocurrió el miércoles. Los auditores Mariana Tasquer, Agustín Ladetto y Luis Lezana Flores escucharon de boca del propio Jiménez que no podían leer los expedientes que la propia Corte Suprema de Justicia en pleno les había ordenado auditar, no sólo leer. Pero Jiménez no se mantuvo ni sereno ni tranquilo ni en paz. Advirtió a los auditores que podían tener problemas si lo hacían.

No se trata de una pelea de barrio donde el “picadito de los domingos” se desbordó. Jiménez ha sido propuesto por el Poder Ejecutivo y avalado por los representantes del pueblo como ministro fiscal y no tuvo el equilibrio para cumplir el rol delegado por la Legislatura.

El cambio de temperamento de Jiménez empezó a asomar cuando el Colegio de Abogados presentó una denuncia contra el fiscal Guillermo Herrera, entre otros, y acompañó cinco expedientes; uno de ellos, era de la denominada “causa Teves”. Allí se menciona a Jiménez y a dos de sus hijos. Cuando la Corte pidió una auditoría para revisar lo ocurrido, Jiménez se aferró a los expedientes, especialmente a este último, y no quiso que se los entregaran nada menos que al presidente de la Corte, Antonio Gandur. Si todo está en orden, si es correcto el desempeño de Herrera o del mismo Jiménez, ¿por qué tamaño desaire hacia la Corte? ¿Por qué semejante maltrato a los auditores? ¿Por qué abrió la puerta a las sospechas y a las descalificaciones contra su propia persona, si todo estaba en orden? Las preguntas sólo pueden ser respondidas por Jiménez. Además, al ministro fiscal lo comprenden las generales de la ley, como a todos los ciudadanos de estas tierras. Excusarse debió haber sido una de las actitudes más prudentes debido a que en la causa Teves algunos de sus familiares directos son actores protagónicos.

El bumerán constitucional

Jiménez bebió su propio veneno. Cuando fue la mano derecha del gobernador José Alperovich en el armado de la Constitución provincial, tuvo la oportunidad de darle la independencia al ministerio fiscal. No lo hizo y ahora cuando la necesita o quiere tenerla porque es miembro fiscal sólo debería arrepentirse y subordinarse a la Corte Suprema de Justicia. Tampoco lo hizo. En el ministerio fiscal, Jiménez responde y custodia los intereses de la sociedad. Ese es el mandato primigenio y fundamental que tiene el ejercicio de su tarea, pero en estos días se ha preocupado por defender expedientes que le preocupan personalmente.

Ante la sorpresa por los desaires, la Corte Suprema en pleno y por unanimidad ha reaccionado contra él. Hay quienes se han mostrado sorprendidos; otros se han ofuscado; otros han sentido desazón ante tanta agresividad y no ha faltado a quien le hayan saltado las lágrimas al ver la crisis con la que se descascara la Justicia provincial.

La Corte Suprema de Justicia más de una vez ha actuado como un órgano disgregado. La unanimidad de criterio no ha sido una virtud de la composición actual del cuerpo. Sin embargo, la gravedad de que una persona como Jiménez se obstine en desobedecer el mandato del alto tribunal ha terminado generando el unánime rechazo a la soberbia y a los desplantes.

Herrera es espectador de esta batalla. Se bajó del ring y se quedó mirando la pelea en primera fila, casi pasó a segundo plano, pese a que era el protagonista principal de la presentación del Colegio de Abogados. La denuncia efectuada por Francisco García Posse busca demostrar que Herrera cometió delitos en su accionar como fiscal. Esa va a ser una tarea ímproba para el fiscal Diego López Ávila, ya que determinar si hubo o no delito en los distintos expedientes va a ser complicado. No obstante, es más claro delimitar si Herrera cumplió o no con sus deberes o si tuvo la conducta correcta. Esa es una instancia más política que judicial ¿Qué dirá José Alperovich de Herrera o de Jiménez, dos hombres designados por él? ¿Y los legisladores que les dieron sus respectivos acuerdos, qué piensan? Hasta ahora sólo Fernando Valdez y Ariel García, dos radicales de la oposición, se han pronunciado sobre este tristísimo momento por el que atraviesa el Poder Judicial.

García Posse en sus denuncias deja traslucir que el accionar de fiscales con determinados abogados hace que la Justicia se quite su venda y mire fijamente a favor de aquellos que actúan en yunta. Esta situación ha derivado en dos estados de ánimo en los abogados. Por un lado están aquellos que actúan con desazón porque en cuanto confirman qué fiscalía les tocó para pleitear o contra qué estudio de abogados se enfrentan se sienten perdidosos. Por el otro, están aquellos que buscan dar batalla a como dé lugar hasta que sienten el peso del poder.

El miedo ha vuelto a instalarse en la vida social de los tucumanos. El temor camina por Tribunales. Hoy hay fiscales que, sorprendidos por la actitud de su jefe, no saben cuál es el camino correcto. Pero el miedo no está de los mostradores hacia adentro solamente. También deambula por los pasillos donde los abogados recitan los versos del Martín Fierro cada vez con más convicción y antes de buscar la defensa de su verdad, buscan hacerse amigo del juez…

Rumores políticos

Desde aquel día en el que Susana Trimarco salió furiosa de Tribunales por el fallo en la causa por la desaparición de su hija Marita Verón, la Justicia no ocupaba el centro de la escena. El terremoto sacudió la provincia y la política pasó a un segundo plano. Para no recibir heridas por los escombros ninguno de los candidatos que suelen pasearse por las marquesinas se animó a opinar y actuar en consecuencia. Eligieron callar. La arena política se inundó de rumores, pero ningún hecho concreto impactó en la vida electoral tucumana.

Alperovich jugó con su especulación de no ser candidato a senador nacional. Siente hasta que evita un compromiso con Cristina en el supuesto caso que ella termine rompiendo con los sciolistas y ponga en un compromiso al gobernador que ya optó por el ex motonauta. Aquellos “sijosesistas” creen que al bajarse Alperovich queda una silla vacía para ofrecerle a Domingo Amaya en el supuesto caso de que la Nación exija que el peronismo se una en Tucumán. Pero aún hay “sijosesistas” de amianto que especulan que si Alperovich termina siendo candidato a legislador por el Oeste, llegará a la Legislatura y podría ser presidente subrogante del cuerpo, es decir que estará a dos escalones del sillón de gobernador. El poder seguirá en sus manos. Los más objetivos sienten que si Alperovich no es candidato a senador debería optar por llegar a la intendencia de capital; de esa manera ayuda a la fórmula Manzur-Jaldo. Con cualquier otra postulación no está contribuyendo a ese binomio. Obviamente, los amayistas niegan estas posibilidades de volver al oficialismo y siguen orejeando las cartas a la espera de que José Cano cante envido en algún momento de la partida.

Cano está tan enredado con sus sociedades que cualquier gesto que haga termina generando problemas. Cano, tozudo como es, está convencido de que puede unir el agua con el aceite. Pero este desafío de la física le está costando caro. Su paseo por la sede del PRO dejó preocupados a los massistas. Pero cuando se saca fotos con ellos, los macristas salen huyendo. Y todavía falta una última negociación con Amaya, y si termina arreglando con él habrá massistas y macristas con los pelos de punta.

Los rumores van y vienen. Pero hay una certeza cada vez más clara y es que al que le va mal el 9 en las PASO nacionales no le puede ir bien el 23 en los comicios provinciales.

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