Armar plantines es su sesión antiestrés

Armar plantines es su sesión antiestrés

HOBBY. Alberto cambió las baldosas de un patio por un jardín con huerta. la gaceta / foto de jorge olmos sgrosso HOBBY. Alberto cambió las baldosas de un patio por un jardín con huerta. la gaceta / foto de jorge olmos sgrosso
25 Abril 2015
Sembrar / Germinar
Crecer / Regalar

Este ciclo termina y vuelve a comenzar, una y otra vez, en el jardín de Alberto Zelaya, un abogado de 54 años. Cuando se mudó a su casa en 2012 (está cerca del parque 9 de Julio) supo que quería verde. “Lo que ahora es el jardín antes tenía baldosas porque era un patio. Yo levanté todo y armé este lugar”, cuenta.

Rescató de la memoria lo que había aprendido de su abuelo y de sus tíos cuando era niño. “Ellos tenían una quinta donde cultivaban tomates, apio y acelga”, cuenta. Eso que había incorporado sin querer durante su infancia le sirvió para comenzar a trabajar el jardín. Su jardín. Su terapia a cielo abierto, sin psicólogos ni sillones. Con tierra, almácigos y plantines.

En el camino conoció a Silvio Ovejero, que le enseñó el manejo básico de una huerta y los sistemas de reproducción. Lo visitaba los fines de semana y le daba clases particulares. Además, Alberto se encargó de leer, ver videos, descargar todo el material que pudiera servirle. Ya sabe que el día que se jubile va a dedicarse a reproducir plantas, sobre todo las de interior, que son las que más le gustan.

“Esta actividad permite que me olvide de todo lo que me preocupa, descargar el estrés que me genera el trabajo y disfrutar”, sintetiza. Su familia lo acompaña y apoya en este hobby que, en su caso, ya alcanzó niveles casi profesionales. Los fines de semana llega a armar más de 100 almácigos, que debe regalar cuando comienzan a crecer, porque ocupan mucho lugar.

“No sé si serán cosas mías, pero me sucedió varias veces que fui a casas de amigos o familiares y reconocí una planta que les había regalado. La miré y pensé: ‘esta es una mía’”, dice riendo. Una conexión, digamos, sobrenatural. La misma que sostiene que se genera entre una planta y una persona. “Yo no le regalo plantas a cualquiera. Tiene que darse algo. Tampoco elijo la planta, sino que dejo que la persona lo haga porque quizá le atrae una que a mi no me genera nada”, relata.

Cada etapa es una celebración para Alberto. Sobre todo cuando prueba sistemas de reproducción y funcionan. Como él dice, en el jardín hay mucho de alquimia: mezclar, probar, observar... Conectarse hasta de manera mística con esa porción de tierra para obrar el milagro. “Me cuesta imaginar a alguien a quien no le gusten las plantas”, afirma.

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