Quejas vecinales por la Feria de Villa Luján

Quejas vecinales por la Feria de Villa Luján

Toda realidad tiene sus aspectos positivos y negativos, según la óptica desde donde se la mire. Podría decirse que las ferias populares constituyen una ayuda a la economía doméstica, de allí que hayan subsistido desde la Edad Media, con distintas modalidades. En nuestra provincia, hay varias antiguas, quizás sea la de Simoca la reina de ellas. Pero, por otro lado, cuando estas no se emplazan en los lugares adecuados o no se reúnen las condiciones de higiene indispensables para su funcionamiento, provoca la lógica queja de quienes sufren las consecuencias de estas irregularidades. La feria de Villa Luján que tiene lugar los viernes es blanco de reclamos constantes. Pese a que la plaza 1° de Mayo, donde funciona, está siendo remodelada, la actividad no se ha interrumpido.

En nuestra edición de ayer, un grupo de más de 50 vecinos expresaron su enojo. Sostienen que hace más de un año gestionan ante las autoridades municipales y provincial, el retiro definitivo de la feria, por considerar que no es un lugar apto para tal fin. “Nuestra querida plaza que fue destruida por la invasión de los puesteros feriales, actualmente se la está remodelando con un presupuesto cercano a los seis millones de pesos. Esta situación ha llevado a los feriantes a instalar sus puestos en los frentes de nuestras casas (¿con permiso de quién?), violando nuestros derechos como propietarios. Además ocupan con sus vehículos las entradas de los garajes de la zona; también han extendido sus puestos a las veredas de escuelas y colegios colindantes a la plaza. Ni hablar de la mugre (papeles, bolsas, botellas de plástico) que queda al finalizar la feria. Al no haber baños químicos, los frentes y jardines son usados como baños; para instalar sus carpas rompen el pavimento y las veredas con cortafierros”, afirman. Sobre la venta de alimentos, se preguntan qué control realiza el instituto de Bromatología. “Los puesteros abren las tapas de las cloacas para tirar los desechos que emplean para cocinar (aceite, grasa)... Otra situación negativa es la de los llamados trapitos o cuidadores de automóviles, que están drogados y roban a los transeúntes”, agregan.

En las ferias -no sólo en la de Villa Luján- se suelen vender además de alimentos (carnes, quesos, etcétera) y mercadería, pájaros cuyo tráfico está prohibido, CDs y DVDs truchos y ropa a menor precio porque no paga impuestos. A ello se suman la basura y la suciedad que suele quedar una vez que los feriantes se retiran.

“Por la informalidad en la economía, Tucumán deja de recaudar $ 3.700 millones al año”, se titula una crónica que publicamos en nuestra sección Economía del domingo.

Esta realidad que se mantiene desde hace años, pone de relieve que hay intereses creados importantes. Si no fuera así, no se entiende por qué el Estado no ha avanzado en la regularización de estas expresiones de la economía popular, dándoles el marco legal adecuado, llevando a cabo en forma constante los controles bromatológicos que exige la ley, así como dotarlas de servicios sanitarios, garantizando la higiene. No se trata de prohibir las ferias, sino que estas cumplan su función social sin perjudicar a terceros. Se las debería ubicar en lugares donde puedan desarrollar su actividad legalmente, que no atente contra el bienestar del vecindario. Las plazas son paseos para el esparcimiento de los ciudadanos, no mercados al aire libre. Si el Estado no regula esta actividad ilegal se debe a que es ineficiente o es cómplice de ella.

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