Fiesta con derivaciones

Fiesta con derivaciones

“Paraje y capilla de Los Monteros”, en 1745

EL VIEJO CABILDO. Una témpera de Dante Rizzoli reconstruye el frente del edificio a comienzos del siglo XIX la gaceta / archivo EL VIEJO CABILDO. Una témpera de Dante Rizzoli reconstruye el frente del edificio a comienzos del siglo XIX la gaceta / archivo
El 2 de noviembre de 1745, el Maestre de Campo y Fiel Ejecutor, don Diego Aráoz, planteó un hecho preocupante al Cabildo de San Miguel de Tucumán. Informó que, desde unos años atrás, españoles e indios celebraban la fiesta de la Virgen del Rosario “en el paraje y capilla de Los Monteros”. Pero ocurre que las fiestas se prolongan durante largos días, con “grave perjuicio de los vecinos” y con “consecuencias que se han seguido y se siguen”.

Opinaba que el Cabildo debía encontrar la forma de solucionar esto, “poniendo en noticia de los señores Curas”, para que tales fiestas terminen, ya que llevan “once días” y “prosiguen hasta el domingo que viene”. No podían caer bien a los ojos de Dios, pensaba Aráoz, “los pecados que se suelen seguir, de hurtos y otros como el de puñaladas, que ha habido en dicha fiesta, asimismo, el de haberle perdido el respeto un secular a un religioso Agustino que asiste en dicha jurisdicción”.

Oído esto, El Cabildo acordó escribir a los curas, “preguntándoles si la feligresía es la que inventa estas fiestas irregulares, para poner este Cabildo remedio con su autoridad y con su justicia; o si son los dichos curas los que las hagan pasadas de la víspera y día, para que se sirvan, no teniendo facultad para ello, suspenderlas por los graves inconvenientes que se siguen”.

Y en el caso que las inventasen los feligreses, para que “con título de servir a la Virgen“ se desarrollen “borracheras y juegos”, con el resultado de “pendencias y destrucción de la vecindad”, se solicitaba a los sacerdotes que “aplicando su celo”, las redujeran a sus debidos términos.

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