Por Carlos Páez de la Torre H
21 Abril 2015
LA VIEJA NORMAL DE TUCUMÁN. Una fotografía de fines del siglo XIX muestra el antiguo local del establecimiento, que estuvo siempre en Mendoza y Muñecas. la gaceta / archivo
En 1900, agitó los ambientes el proyecto de renovación de la enseñanza secundaria, que alentaba el ministro de Justicia e Instrucción Pública, doctor Osvaldo Magnasco. Entre otras modificaciones, proponía reemplazar las escuelas normales por escuelas técnicas. La iniciativa sería finalmente rechazada, tras debatirse apasionadamente en el Congreso de la Nación.
Allí, el diputado por Tucumán, Silvano Bores, expresó con elocuencia su oposición. Dijo (sesión del 28 de setiembre) que cuando se abrió en 1875 la Escuela Normal de Tucumán, “la niña desamparada, la hija de padres desvalidos, la destinada otrora para el placer que cansa y para el amor que se oculta, ennoblecida por el estudio afirmó su virtud en un diploma de honor”.
Entonces, “todas las clases sociales ganaron; la vida íntima se transformó en la casa del rico y en la casa del pobre; en el salón brillante y en el viejo rancho, ya limpio y honesto. ¡Algo como un soplo de ventura niveló todas las jerarquía e igualó en la esperanza a todos los espíritus; el saber, la inspiración, ya no fueron más una propiedad hereditaria! ¡Quedó abierto el paso para todos los que tenían fuerzas para seguir adelante!”.
Y, al lado “de esta gran conquista moral, obra de profesores y maestros, la conquista política modeló los contornos de la Nación”. Subrayaba Bores que, en los pueblos el interior, “ha gobernado siempre la inteligencia”. Y donde no estuvo al frente del Estado “un hombre ilustrado, un hombre salido de los colegios nacionales, hemos encontrado un mal gobierno: los pueblos abatidos, y muchas veces con un soplo de vergüenza en la frente”.
Allí, el diputado por Tucumán, Silvano Bores, expresó con elocuencia su oposición. Dijo (sesión del 28 de setiembre) que cuando se abrió en 1875 la Escuela Normal de Tucumán, “la niña desamparada, la hija de padres desvalidos, la destinada otrora para el placer que cansa y para el amor que se oculta, ennoblecida por el estudio afirmó su virtud en un diploma de honor”.
Entonces, “todas las clases sociales ganaron; la vida íntima se transformó en la casa del rico y en la casa del pobre; en el salón brillante y en el viejo rancho, ya limpio y honesto. ¡Algo como un soplo de ventura niveló todas las jerarquía e igualó en la esperanza a todos los espíritus; el saber, la inspiración, ya no fueron más una propiedad hereditaria! ¡Quedó abierto el paso para todos los que tenían fuerzas para seguir adelante!”.
Y, al lado “de esta gran conquista moral, obra de profesores y maestros, la conquista política modeló los contornos de la Nación”. Subrayaba Bores que, en los pueblos el interior, “ha gobernado siempre la inteligencia”. Y donde no estuvo al frente del Estado “un hombre ilustrado, un hombre salido de los colegios nacionales, hemos encontrado un mal gobierno: los pueblos abatidos, y muchas veces con un soplo de vergüenza en la frente”.
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