Reinan las dudas cuando tenemos certezas

Reinan las dudas cuando tenemos certezas

Por Presbítero Marcelo Barrionuevo

19 Abril 2015
Las apariciones de Cristo Resucitado contrastan con el Jesús que los discípulos habían conocido antes de su muerte en la Cruz. La seguridad de estar ante una persona excepcional, pero de carne y hueso, que come, duerme, se alegra y llora, sufre y muere contrasta con las súbitas apariciones y desapariciones de Cristo triunfador de la muerte. De esto nos habla el Evangelio de la Misa de hoy. “¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo”. Es el mismo Jesús el que, tras la resurrección, se pone en contacto con los discípulos para darles el sentido de la realidad... La resurrección del Señor es nuestra certeza de vida. Vivimos una sociedad en la que las certezas han desaparecido del horizonte de compresión de la vida humana. Vivimos en un permanente relativismo de todo, donde la sensación térmica sería como un “estado permanente de provisoriedad”, de insatisfacción. Tenemos dudas de cuando llueve y vienen las inundaciones, dudas sobre si vale la pena tener familia o no, dudas sobre lo qué es bueno o malo, sobre si la verdad existe o no. Dudas de a quien votar, de si vale la pena votar por alguien porque todos nos han mentido a lo largo de la vida política… etc. El hombre no puede vivir así, no es humano vivir sin certezas, sin verdades que iluminen el horizonte de las cosas. Le fe nos alienta en la certeza de la vida humana y cristiana, ella nos alienta a mirar mas allá del horizonte cortoplacista de la vida moderna. El hombre desde la fe puede pensar su vida en perspectivas que superan el 2030, porque su visión es la eternidad. “Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras… hay que pedirle a Dios que ilumine esta sociedad, esta realidad dura de sobrellevar. Que nos abra el entendimiento para buscar sabiamente las cosas más nobles y rectas, una sabiduría que nos haga pensar con generosidad en el bien común de la sociedad y en el lugar que Dios debe volver a ocupar en la vida de los hombres y del mundo. Hoy hay orfandad de Dios, no porque Él se aleje sino porque el hombre se empecina en vivir sin Él. Hay orfandad de verdad, de bien, de compasión, de certezas de vida porque el hombre se puso a sí mismo como fuente de todo. Hay que volver a Dios y dediquemos un tiempo todos los días a la meditación de la Sagrada Escritura.

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