La brecha de género en educación es un arma de doble filo

La brecha de género en educación es un arma de doble filo

Eduardo Porter - The New York Times

18 Abril 2015


¿Por qué las niñas con mejor educación obtienen peores resultados en matemáticas que los niños mejor educados?

La inquietud en torno a este déficit se manifestó en la conciencia pública hace 35 años, cuando investigadores del departamento de psicología de la Universidad Johns Hopkins publicaron un artículo que sugería que la brecha podría ser causada por una “capacidad matemática masculina superior”.

El debate que originó fue frenético. Fue tan candente que un cuarto de siglo después, una polémica similar contribuyó a la destitución de Lawrence Summers de su puesto como presidente de Harvard.

¿Había algo “natural” en la diferencia en el desempeño? ¿O era producto del sesgo de género que se abría camino en las escuelas? Conforme el debate se encendía, poner fin a la sub-representación de la mujer en la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas se volvió una prioridad estratégica crítica.

En medio del escándalo en torno de las capacidades matemáticas de las mujeres mejor educadas, se olvidó algo importante: ¿Qué estaba sucediendo que tantos niños estaban quedándose atrás en casi todo lo demás?

Recientemente, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos -un grupo de análisis colectivo de las naciones industrializadas del mundo- publicó un informe sobre la desigualdad de género en la educación, con base en la edición más reciente de sus exámenes estandarizados PISA respondidos por jóvenes de 15 años en todo mundo.

La brecha de género en matemáticas persiste, concluyó. Los muchachos con mejor desempeño obtuvieron calificaciones más altas en matemáticas que las muchachas con mejor desempeño en todos salvo dos de los 63 países en los cuales se aplicaron los exámenes, incluido Estados Unidos.

Las calificaciones de los exámenes en ciencia siguen un patrón similar, aunque un poco menos desparejo. Y las mujeres siguen alejándose de las carreras científicas: En las naciones de la OCDE, solo 14 por ciento de las jóvenes que entraron a la universidad por primera vez eligieron un campo relacionado con la ciencia, comparado con el 39 por ciento de los hombres.

Pero estos difícilmente son los desequilibrios más inquietantes. La estadística más peligrosa en el informe de la OCDE gira en torno del desempeño decepcionante de los muchachos menos educados, quienes están rezagándose detrás de las muchachas.

Seis de cada 10 personas con bajo desempeño en la OCDE -que no cumplen con el estándar básico de competencia en las pruebas de matemáticas, lectura y ciencia- son varones. Eso incluye a 15 por ciento de los muchachos estadounidenses, comparado con solo 9 por ciento de las muchachas. Más varones que mujeres tuvieron bajo desempeño en todos los países en que se aplicaron los exámenes excepto Luxemburgo y Liechtenstein.

En general, las niñas tienden a obtener mejores calificaciones que los niños en lectura, a la cual la OCDE considera la habilidad más importante, esencial para el aprendizaje futuro.

En la parte inferior, la diferencia es enorme: Las muchachas estadounidenses con peor desempeño -que obtuvieron peores resultados en las pruebas de lectura que 94 de cada 100 de sus similares- obtuvieron 49 puntos más que los muchachos peor calificados, una diferencia del 15 por ciento. Y el déficit en toda la OCDE fue incluso mayor.

Estos déficits no han llegado a los primeros sitios de la agenda estratégica. Pero representan una amenaza directa a la cohesión social y la prosperidad económica.

“El mensaje que se recibe es que las muchachas en todo el mundo no reciben una oportunidad en la educación, pero eso no es cierto en gran parte del mundo”, dijo Gijsbert Stoet, quien enseña sicología en la Universidad de Glasgow y ha estudiado la desigualdad educativa en todo el mundo. “Los muchachos en todo el mundo no obtienen buenos resultados en la educación. Lo que me sorprende es la falta de entusiasmo por resolver los problemas que enfrentan los muchachos”.

Los logros educativos de los varones se han rezagado decididamente respecto de los de las mujeres. Para 2012, un 34 por ciento de las mujeres de entre 25 y 64 años de edad en todos los países de la OCDE había obtenido un título universitario, comparado con 30 por ciento de los hombres.

“Atrapados en un ciclo de mal desempeño, baja motivación, desvinculación con la escuela y falta de ambición”, como lo expresa la OCDE, muchos jóvenes no están en condiciones de tener éxito en un mercado laboral que requiere niveles de habilidad crecientes.

Y no son solo los varones menos educados quienes se están rezagando. Investigación realizada por Stoet y David Geary de la Universidad de Misouri basada en los exámenes PISA de 2000 a 2009 concluyeron que, en promedio, los niños obtienen peores resultados que las niñas en los tres temas en 70 por ciento de los países donde se aplicaron las pruebas.

“¿Cuál será la implicación para la sociedad dentro de 20 años, dado que los hombres tienen un mayor potencial para la acción violenta?”, preguntó Stoet. “¿Realmente no deberíamos preocuparnos por esto?”

El interrogante es qué hacer al respecto.

Parte de la respuesta gira en torno al mero desarrollo. El reporte más reciente de la OCDE sugiere que el progreso económico y social reduce los déficits de los niños. Las brechas son regularmente más pequeñas en países más desarrollados. Aunque la OCDE no encuentra una relación sistemática entre la brecha de género y el estatus socioeconómico en Estados Unidos, el patrón general encaja con conclusiones de que los varones estadounidenses de familias pobres y de madres solteras tienden a obtener peores resultados que las niñas.

Y, sin embargo, una cosa que hay que entender es que, aun cuando el desarrollo social y económico podría ayudar a los niños, la investigación sugiere que no reducirá los déficits en matemáticas de las niñas. En general, las muchachas superan a los varones en las pruebas estandarizadas por algunos de los márgenes más amplios en países relativamente pobres, como Malasia y Tailandia, y en naciones como los Emiratos Árabes Unidos y Qatar que han avanzado poco en los derechos de la mujer. La brecha de género en matemáticas en la parte superior de la gráfica realmente se amplía conforme mejoran las condiciones de vida. Las calificaciones de las niñas mejora pero las calificaciones de los varones mejoran más.

Además, el desempeño decepcionante de tantos niños en países bien desarrollados como Estados Unidos sugiere que el desarrollo por sí solo no es suficiente para elevar sus perspectivas educativas.

Las sugerencias de la OCDE para cerrar las brechas en educación difícilmente son significativas. Las niñas con mejor desempeño sufren de una falta de confianza en sí mismas en sus capacidades matemáticas. Los niños, en comparación, tienen mucha más probabilidad de estar libres de compromisos. Juegan más videojuegos. Dedican menos tiempo a la tarea y leen menos por diversión, especialmente libros complejos y demandantes.

Los padres, sugirió, pudieran hacer más por alentar a sus hijas a entrar en los campos científico y técnico. Y pudieran presionar a sus hijos para que hagan la tarea. Se pudiera capacitar mejor a los maestros para que alienten a las niñas en matemáticas y eduquen a los niños con antecedentes socioeconómicos pobres. Notablemente, también pudieran dejar de estereotipar a los niños como problemáticos, y darles menores calificaciones que a las niñas.

“Es poco claro como ‘castigar’ a los niños con calificaciones menores o pedirles que repitan grados por mal comportamiento los va a ayudar”, señaló la OCDE. “De hecho, estas sanciones podrían alejarlos más de la escuela”.

Los genes no pueden explicar por sí solos la desigualdad educativa. Pero investigación reciente realizada por Stoet y otros ha puesto en duda la creencia prevaleciente de que las brechas en la educación se deben mayormente a disparidades de género más amplias. Otra investigación sugiere que la falta de interés de las mujeres en las carreras científicas pudiera reflejar preferencias profundamente arraigadas. Las niñas con mejor desempeño en matemáticas pudieran seguir algo más porque son incluso más fuertes en otras materias.

La conclusión es que las estrategias basadas en la creencia de que las brechas de género en la educación reflejan meramente la discriminación en la sociedad no han reducido las antiguas diferencias de las niñas mejor educadas. Y no han hecho nada por los niños.

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