Pecados capitales
El área metropolitana, más conocida como el Gran Tucumán, ya superó el millón de habitantes, según una reciente proyección del Indec sobre la base del último censo, con lo que sigue siendo la quinta ciudad más importante de la Argentina.

Es, además, el conglomerado urbano más grande del norte del país y no existe una metrópolis con estas dimensiones, tanto por su demografía como por su peso económico, en una superficie de casi dos millones de kilómetros cuadrados (poco menos del doble de Perú) entre las ciudades de Córdoba, al sur, La Paz (Bolivia), al norte, Asunción (Paraguay) al este, y el Océano Pacífico, al oeste.

En contraste con este escenario, el Gran Tucumán integra el top cinco nacional de varios de los peores indicadores: pobreza, indigencia, desempleo, inseguridad, servicios públicos deficientes, nivel educativo, contaminación y corrupción.

En toda la provincia la pobreza asciende a casi el 40% (600.000 personas), entre los cuales el 7% es indigente (100.000 habitantes). Pese a que el Indec ha dejado de dar a conocer estas mediciones desde diciembre de 2013, siempre las cifras de pobreza e indigencia del área metropolitana han sido superiores a las del promedio provincial, a causa de que la mayoría de los asentamientos precarios se encuentran en la capital y sus alrededores.

Para tener una idea de la escala de lo que estamos mencionando, según la Fundación Equipo de Arquitectura de Servicio y Acción Social, en Tucumán se relevaron cerca de 290 villas y asentamientos, de las cuales unas 230 están en el Gran Tucumán.

El propio Instituto Provincial de la Vivienda reconoce, en una publicación de 2012, que hay 269 villas en la provincia.

El Gran Tucumán ocupa una superficie de 114 km2. Si se le suma la ciudad de Tafí Viejo, que ya prácticamente está integrada al área metropolitana, asciende a unos 140 km2. En el Gran Córdoba, con 220 km2 y 1,5 millones de habitantes, hay relevadas 220 villas y asentamientos precarios.

Quiere decir que estamos ante una atmósfera muy complicada. Una de las ciudades más grandes del país y la más importante de una gran región con los mayores niveles de desigualdad. Un cóctel sumamente combustible.

Ya se advertía esta situación en el estudio GEO, realizado entre 2004 y 2006, por Naciones Unidas, la Municipalidad de la capital y la Facultad de Arquitectura de la UNT.

En este informe, de 150 páginas, se subrayaba que debían tomarse medidas urgentes porque el área metropolitana estaba creciendo de forma caótica, sin un plan estratégico urbanístico, y con una larga lista de problemas que año tras año tendían a agravarse.

Entre ellos, pérdida y déficit de espacios verdes, sustitución del suelo rural por urbano, falta de un manejo integral del recurso de agua, más riesgos de inundaciones, incremento de la demanda de agua potable y necesidad de sanear y sistematizar el río Salí. También advertían un aumento de la contaminación sonora y atmosférica, déficit de las redes de infraestructura, falta de servicios públicos en el cordón periurbano, incremento de las áreas marginales, graves deficiencias en el transporte público, pérdida de la fluidez del tránsito, deterioro del espacio público y de la calidad ambiental, mala resolución del tratamiento de residuos e incremento de las enfermedades relacionadas con una ciudad con muy baja calidad ambiental y baja calidad de vida.

Todo esto, decían, producto de una pésima gestión urbanística y de una deficiente administración de gobierno.

El arquitecto y urbanista Rafael Caminos, coordinador del estudio GEO San Miguel de Tucumán en la década pasada, explicó hace un tiempo que esta situación viene analizándose desde la década del 20 del siglo anterior, con el llamado plan Guido. Luego, en la década del 50 se elaboró otro plan integral, conocido como Calcaprina. Recuerda Caminos que en los 70 se realizó un nuevo “Plan Directriz” para el área metropolitana y que también hubo varios proyectos más puntuales, como los del transporte público en los 80 y en 2000.

Luego vinieron el estudio GEO, que ya citamos, y un plan de la Municipalidad denominado Plan Estratégico Urbano Territorial 2016, un informe de 160 páginas elaborado por 70 especialistas en 2005.

Los resultados están a la vista. Ningún plan prosperó y cada gestión priorizó el corto plazo con rápida amortización electoral.

“El aglomerado sigue extendiéndose y empiezan a primar los criterios de riesgo especulativo en tierras frágiles, mientras un nuevo perímetro se va formando con una mixtura de edificaciones destinadas al alto poder adquisitivo, urbanizaciones residenciales, áreas de servicio, industrias y nuevos cordones de pobreza”, explicó Caminos.

El Gran Tucumán son 100 cuadras por 140 cuadras administradas por siete municipios y 10 comunas. Diecisiete jefes comunales, más un gobernador que muchas veces también es intendente, que no se reúnen nunca, cada uno con su propia burocracia y presupuesto, con sus propias normas, criterios e intereses, a veces totalmente opuestos, separados apenas por una calle.

Tampoco existe un plan de ordenamiento territorial para toda el área metropolitana, como se propuso en reiteradas ocasiones, por que la ciudad, más allá de los papeles, es una sola entidad, viva y en constante cambio.

Mucho habla el kirchnerismo del proyecto nacional y popular y de ampliar la participación del Estado, pero en la práctica esta es una ciudad privatizada, sin gestión estatal real, administrada en los hechos por las empresas constructoras y de servicios y por el mercado inmobiliario, tendencia que sólo se ha profundizado en estos últimos doce años.

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