El escritor que le ganó al silencio

El escritor que le ganó al silencio

El escritor que le ganó al silencio
19 Abril 2015

Fuera de lugar

Este es un adelanto de Mujeres, libro póstumo que Siglo XXI editores publicará en mayo

Por Eduardo Galeano

Una típica escena de domingo es el cuadro que da fama a Edouard Manet: dos hombres y dos mujeres en un picnic sobre la hierba, en las afueras de París.

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Nada de raro, salvo un detalle. Ellos están vestidos, impecables caballeros, y ellas están completamente desnudas. Ellos conversan entre sí, algún tema serio, cosa de hombres, y ellas tienen menos importancia que los árboles del paisaje. La mujer que aparece en primer plano nos está mirando. Quizá nos pregunta, desde su ajenidad dónde estoy, qué hago  yo aquí.

Ellas sobran. Y no sólo en el cuadro.


Espíame

En 1876, nació Mata Hari.

Suntuosos lechos fueron sus campos de batalla en la primera guerra mundial. Altos jefes militares y políticos de mucho poder sucumbieron al encanto de sus armas, y le confiaron secretos que ella vendía a Francia, Alemania o a quien mejor le pagara.

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En 1917, fue condenada a muerte.

La espía más deseada del mundo lanzó besos de adiós al pelotón de fusilamiento.

Ocho de los doce soldados erraron el tiro.


El festejo que no fue

Los peones de los campos de la Patagonia argentina se habían alzado en huelga, contra los salarios cortísimos y las jornadas larguísimas, y el ejército se ocupó de restablecer el orden.

Fusilar cansa. En esta noche del 17 de febrero de 1922, los soldados, exhaustos de tanto matar, fueron al prostíbulo del puerto San Julián, a recibir su merecida recompensa.

Pero las cinco mujeres que allí trabajaban les cerraron la puerta en las narices y los corrieron al grito de asesinos, asesinos, fuera de aquí…

Osvaldo Bayer ha guardado sus nombres. Ellas se llamaban Consuelo García, Ángela Fortunato, Amalia Rodríguez, María Juliache y Maud Foster.

Las putas. Las dignas.


Definiciones

Fragmentos de una entrevista realizada por Alvaro Aurane al escritor uruguayo en 1996 y luego publicada en este suplemento


Pobreza

“Cuando era chico, existía una suerte de unanimidad universal en creer que la pobreza era un resultado de la injusticia. Lo proclamaba la izquierda, el centro lo aceptaba y la derecha no lo discutía demasiado. Hoy, esa es una idea que queda en la cabeza de muy poca gente. Lo que uno escucha todos los días es que la pobreza es el resultado de la ineficiencia. Algo así como el justo castigo que la ineficiencia merece. Y este tipo de concepción del mundo, actualmente dominante, peca de ignorancia. Y con mucha mala fe. Esconde el hecho de que la pobreza y la humillación de la mayoría de los seres humanos tiene raíces históricas”. 


Otra democracia

“La gente tenía esperanzas de que con la democracia se abriera de veras un tiempo nuevo, y que la gente pudiera trabajar decentemente, y vivir decentemente de su trabajo. Y se esperaba un tiempo de reafirmación de la dignidad colectiva. En esas direcciones no se ha avanzado ni un poquito. Al revés. Hay regímenes civiles que han llegado mucho más lejos que las dictaduras militares, en la dudosa hazaña de vender la patria a precio de banana”. 


Instrumentos

“Estamos cada vez más condenados a ser instrumentos de nuestros instrumentos. Hay una progresiva usurpación de los fines por los medios: el automóvil te maneja, el supermercado te compra y el televisor te mira. Hay objetos que han sido elevados a una categoría divina, y ocurre con ellos lo que en general ha ocurrido con los dioses en la historia humana: nacen al servicio de la gente para contrarrestar los humanos miedos, el humano desamparo, y terminan por apoderarse de la gente. Por usarla. Las ciudades, que nacieron como espacios de encuentro entre la gente, han terminado por convertirse en inmensos garajes, donde los seres humanos somos intrusos, reducidos a la triste condición de seres urbanos”. 


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