La ceremonia de la lectura
12 Abril 2015

Por Carmen Perilli * - Para LA GACETA - Tucumán

Si hay que reivindicar un valor entre los muchos que pueden atribuirse a Cien años de soledad es la revalorización del papel de la narración inscripta una y otra vez en un libro que apuesta no sólo a la figura del autor sino, y fundamentalmente, a la del lector. El crítico Julio Ortega dice que García Márquez convierte la lectura en el acto novelesco por excelencia. Creo que no hay afirmación más acertada. No sólo nos convoca a la lectura sino que la escenifica. ¿Qué es Melquíades sino un lector en una cueva misteriosa y el último Aureliano un lector que llega hasta la muerte y el abandono del hijo con cola de cerdo comido por las hormigas? Ese último Aureliano, despojado del apellido Buendía, lee porque en la lectura se le va la vida y, sobre todo, su identidad. Se lee a sí mismo y a los suyos. Aunque la novela comienza con la voz del Aureliano soldado, quien muere al final es Aureliano lector. El libro suscita la voracidad de las grandes narraciones, aquellas que se desea interminables. Nosotros lectores nos sentimos incluidos en la ceremonia de la lectura. Macondo desaparece en el instante en el que terminamos la última línea.

(c) LA GACETA

* Autora de Imágenes de la mujer en Carpentier y García Márquez (UNT).

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