¿A quién le interesa el deporte?
Mezcla de expresión de deseos y toma de posición, la Liga Tucumana de Fútbol le pidió a la Legislatura que marque el camino para la construcción de un gran estadio provincial. La pelota está en el edificio de calle Muñecas y allí quedará, porque a nadie se le ocurre moverla en estos tiempos electorales. Los jugadores están ocupados vaciando cajones, haciendo campaña por la reelección o -como el caso del pintoresco “Gallito” Gutiérrez- atándose al mástil con la intención de permanecer en el recinto por los siglos de los siglos. Amén.

Si Tucumán no se hizo con ese estadio que tanto le quita el sueño a la grey deportiva es porque José Alperovich no se interesó en el tema. Chaco, Catamarca y San Juan construyeron los suyos durante la década K. Al gobernador, uno de los favoritos de la Casa Rosada con Néstor y con Cristina, le habría bastado con enfocarse en el objetivo para conseguirlo. Los fondos hubieran fluido, generosos. Pero a Alperovich sólo le mueve la aguja su amado Atlético, al punto de que es díficil establecer dónde figuran los límites entre el PEN y la directiva “decana”. Es archisabido que el club se maneja desde 25 de Mayo y San Martín, domicilio en el que Mario Leito se mueve como en casa.

Afincado en la secretaría de Deportes provincial, José Banegas siempre exhibió su absoluta fidelidad a Alperovich. Pero a las buenas intenciones de “Cacho” Banegas las contuvo, una y otra vez, lo amarrete del presupuesto. Si Turismo, Cultura y Deportes fueron las hermanitas pobres de la gestión, en el último caso se trató de una Cenicienta sin hada madrina.

Lo llamativo es que sí apareció el dinero para onerosos viajes de taekwondistas a los más exóticos destinos internacionales o para sostener festivales de boxeo. Aclaración: a la familia del taekwon-do ITF (que no es el olímpico, pero sí el más practicado en Tucumán) pertenecen los Alperovich. Carlos Rojkés y Daniel, hijo del mandatario, integran esa lista. Y si de Daniel Alperovich se trata, es público su involucramiento en la organización de espectáculos pugilísticos en sociedad con René Bustos (h), tan taekwondista y alperovichista como su padre, del mismo nombre y recorrido político en el seno del “proyecto”.

Otro taekwondista ITF, Guido Bellardi, fue secretario de Deportes durante el cuatrienio mirandista. Las casualidades no existen en política. Ya por esos años se notaban los lazos entre el poder y la barra brava de Atlético. Miranda, la familia Acevedo. Alperovich, Kaleñuk... La vinculación afloró repetidamente a lo largo de los últimos 16 años. Como decía William Faulkner, el pasado no es más que una dimensión del presente.

El fracaso del alperovichismo en materia deportiva puede leerse en múltiples planos. Las carencias en materia de infraestructura -por ejemplo, de un estadio capaz de combinarse con el Monumental y La Ciudadela, tan queridos y folclóricos como obsoletos- no es la cuestión de fondo. Nunca existió una visión, pero eso sería pedir demasiado. ¿O no?

Tampoco es que Domingo Amaya sea un enamorado del deporte. Sus decisiones fueron tan fluctuantes como designar a un ex atleta al frente de la Dirección municipal (Juan Pablo Juárez) para cambiarlo después por un periodista (Horacio Gambarte). Amaya no presentó todavía al equipo con el que planea trabajar en el área. Tampoco lo hizo Juan Manzur. El que movió las primeras fichas en esa dirección fue José Cano, y con una muestra de la apertura ideológica que intenta imprimirle al Acuerdo Cívico y Social: su hombre parece ser un bussista residual como José Costanzo.

Costanzo sentó a una mesa a un grupo de ex deportistas, entre ellos Sergio Bunader, Lauro Mercado, el “Tigre”Amaya y Jorge López. También se vio allí al profesor Juan Ángel Pereyra, ex árbitro de voley y derrotado el año pasado en la batalla por el decanato de la Facultad de Educación Física. Pereyra era el candidato del saquismo -o sea del canismo-. Cano esbozó unas cuantas generalidades, como la intencion de recuperar a los clubes de barrio, y se permitió soñar con la creación de un Centro de Alto Rendimiento. Instalaciones como esas son carísimas y sólo pueden construirse con plata de la Nación, lo mismo que el estadio único. ¿Por qué será que siempre volvemos al punto de partida?

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