Entre puebladas y apaleadas
Cuando los vecinos no intentan quemar una comisaría -hubo dos casos en estos días, uno en Lastenia y otro en Colombres- directamente apalean a los arrebatadores cuando los atrapan, como ocurrió ayer en Moreno al 400 y Entre Ríos y Lavalle, donde dos delincuentes recibieron sendas palizas vecinales. Las dos situaciones son muestras del descontento de gente que siente que ha perdido el sostén que le da seguridad y que debe actuar por mano propia, en forma primitiva.Esto ocurre en un tiempo en el que hay más policías que nunca, bajo un sistema que “vende” seguridad por donde se lo mire: en el centro y en zonas como Yerba Buena hay patrullaje a pie y en autos con frecuencia, hay algunos agentes distribuidos en la periferia del microcentro -ciertos sectores de Barrio Casino y Villa Urquiza, y Barrio Sur- y la mayoría de los policías cumplen, en sus horas de descanso, servicios adicionales de vigilancia en todas partes de la provincia. A eso se suman los sistemas de custodia privada que venden las agencias de seguridad -manejadas por ex policías- y el sistema de alarmas “Alerta Tucumán”, del que se enorgullecen un legislador y un concejal.

Riesgo latentePero un repaso de lo que ocurre da cuenta de que ni el centro ni Villa Urquiza ni Barrio Sur son zonas seguras, y que el riesgo de que ocurra una tragedia está latente en cualquier parte. Hace una semana fue el asalto a una parrillada en Italia y Laprida. Hace 19 días fue el ataque al maratonista Juan Pablo Juárez en el parque 9 de Julio (zona asegurada con patrullas policiales y cámaras de vigilancia) y en las últimas semanas la zona este se vio conmocionada por el asesinato de una mujer (hace 15 días) y la ejecución de dos policías (hace cuatro días) en Río Colorado, y la violación de una adolescente en Colombres.Las respuestas han sido falta de atención, consejos equivocados, falta de capacitación para tratar a la víctima (el jefe de la comisaría de Colombres desconfió del relato de la adolescente violada) y escasez de agentes en las zonas periféricas como las de los crímenes y la violación, lo cual ha dado lugar a las puebladas de reclamo.

Inquietudes políticasLos precandidatos a cargos políticos han acusado recibo del problema y han señalado como una de las inquietudes fundamentales de la gente la inseguridad. Pero han planteado como respuesta la idea de una conducción enérgica y clara, mayor presencia policial y la municipalización de los servicios de seguridad. Eso ya ocurre en Tafí Viejo, donde desde diciembre hay una Policía Municipal que con 20 autos recorre las calles del municipio: allí apuestan a que la ausencia de noticias dé cuenta del éxito de la estrategia.Pero nadie analiza seriamente qué tipo de Policía queremos. Ni sabe qué tipo de Policía tenemos.Para los funcionarios de Seguridad, la Policía va a ser eficiente en cuanto empiece a funcionar el modelo de respuesta post delito, que depende del teléfono 911 y que va poco a poco sacando los agentes de las comisarías para hacerlos depender de la patrulla que debe ir allá donde la gente pida auxilio.

Servicios desconocidosEste modelo se desentiende de la prevención y del estudio de lo que sucede y no tiene en cuenta otra serie de servicios que cumple la policía y que nadie considera. Por ejemplo, cuando las inundaciones se llevaron puestos diez puentes, hubo que poner de guardia en las estructuras a seis policías cada día, para que eviten que los automovilistas intenten cruzar los puentes dañados. Pero eso no sirvió en Lules porque el 23 de marzo, 12 días después del colapso del puente sobre la ruta 301 el comisario sacó al guardia de la noche y un motociclista trató de cruzar y cayó al vacío. Porque, irónica y dramáticamente, ni los policías ni la sociedad creen que su tarea sea custodiar puentes rotos. Por eso acceden a custodiarlos pero dejan de hacerlo en cuanto otra necesidad requiere su presencia.Como esa tarea, cumplen muchas otras: custodias de bancos, supermercados y comercios; reparten números en Rentas, en el Siprosa y en registros automotor; custodian estadios deportivos cuando les pagan, van a hacer vigilancia en actos políticos, actos sociales y fiestas recreativas y hasta hacen custodia de depósitos de basura.Los que no, están en las comisarías haciendo papeles, recibiendo medianamente las denuncias (sin demasiado control) y yendo y viniendo de Tribunales. Cada vez que se cambia su tarea o se les da un cambio de destino se adaptan y después de un tiempo todo vuelve a su estado natural, porque la Policía es una institución de 8.000 empleados muy cara, de la cual el Estado se sirve y a cambio recibe esa autonomía para actuar a su manera, la única que conocen.

Mantener el statu quoPor eso no sirve que los candidatos y la sociedad pidan endurecimiento de penas o más acción (si las cárceles y las comisarías están llenas de detenidos sin que se pueda diagnosticar si esto tiene que ver con mejoras en la seguridad). ¿Sirve esto para saber qué está pasando y qué hay que hacer para reducir el miedo de la gente y hacer de esta una sociedad mejor? No. Sirve para mantener el statu quo. Lo que se ve es que las alarmas, las patrullas, el 911, las detenciones y las corridas muestran el fracaso de un modelo que se repite y que cada tanto estalla en puebladas a comisarías o apaleadas a delincuentes en medio de una sensación de inquietante inseguridad.

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