“Aquí no hay tierra segura que nos ayude a librarnos del agua”

“Aquí no hay tierra segura que nos ayude a librarnos del agua”

En Sud de Lazarte, Esquina y Niogasta, el río no les da tregua a los vecinos. Hay poblados que se encuentran a punto de desaparecer

UN LUGAR. La familia Morán dejó Sud de Lazarte y buscó refugio en Niogasta. Por ahora viven así, hasta que esté listo el módulo que les han dado. la gaceta / fotos de osvaldo ripoll UN LUGAR. La familia Morán dejó Sud de Lazarte y buscó refugio en Niogasta. Por ahora viven así, hasta que esté listo el módulo que les han dado. la gaceta / fotos de osvaldo ripoll
El río se fue abriendo sigiloso, brutal, y a su paso no dejó terrenos sin devorar. Las lomas donde que se refugiaban los vecinos cuando llegaba la creciente, hoy se perdieron entre las aguas. Y así, en medio de un lago líquido y sin fin, se alzan algunas casas. Son los últimos vestigios de una comunidad que se extingue ante el desmadre siniestro del Matazambi, allá cerca de la cola del Frontal. Ahí, dicen, ni a los perros se los escucha ya ladrar. “No queda casi nada, sólo los lamentos de los que esperan la oportunidad de irse a otro lado” asegura don Julio Horacio Morán (70 años).

Esquina y Sud de Lazarte, parajes que están 10 kilómetros al sudeste de Monteagudo y a orillas de la ruta provincial 332, hoy apenas reúnen a unas 14 familias, cuando no hace más de 10 años había más de 150 que habitaban el lugar. Ahí funcionaban dos escuelas a las que concurrían unos 80 niños. Hoy los establecimientos están cerrados, al haberse transformado en inaccesibles y haber perdido a sus estudiantes. Don Julio sentencia: “aquí no hay tierra segura que nos ayude a librarnos del agua”. El hombre es uno de los últimos que abandonó Sud de Lazarte, junto a sus hijos y nietos, para instalarse en un módulo que le levantó la comuna en Niogasta. El desborde del Matazambi lo tenía aislado, se cansó de tantas penurias y no tuvo más remedio que abandonar su vivienda. Huyó cuando se acercaba una nueva creciente y sólo tuvo tiempo de levantar algunas de sus pertenencias. Cuando llegó a su flamante morada en un carro tirado a mula, el sitio también estaba anegado. “El agua nos persigue a todos lados, aunque aquí uno se siente más seguro. Ojalá deje de llover para poder ir a traer lo que dejamos” , apuntó.

Para Morán las razones de los desbordes del Matazambi, que en su origen tiene el nombre de Río Chico, son claras: “al cauce nunca lo acondicionaron como se debía. Siempre se hicieron tareas de poca seriedad. Las máquinas venían y se iban a los pocos días sin hacer mucho: Y aquí están las consecuencias”, dijo.

Sud de Lazarte y Esquina están anegados desde principios de febrero. “Hay gente que duerme encima de las mesas. Es que la creciente les llevó o destrozó casi todo lo que tenían. Se les está haciendo llegar ayudas, principalmente ropas y alimentos”, confió Gina Quintana, del CAPS de Niogasta. “En esa zona el agua alcanzó hasta el metro y medio y la gente se salvó de milagro”, agregó. Voluntarios de Monteros aseguraron, por su parte, que en Sud de Lazarte hay todavía familias que no recibieron ninguna ayuda del Estado, en razón de que esta sólo llega para los damnificados de Niogasta, que está más cerca de la ruta nacional 157. Este último paraje también estuvo anegado y el pésimo estado del camino de acceso revela hoy los vestigios destructivos de la creciente. “Esto se repite desde hace varios años. Y cada vez es peor. A la escuela tenemos que llegar en tractor o en carros cañeros. Pero la cuestión es que, si bien nosotros hacemos el esfuerzo de ir a dictar clases, los chicos no pueden asistir por los anegamientos y porque vienen desde lejos”, contó Mabel Acosta, directora de la escuela 41. Algunos de los alumnos son acercados por los docentes en la camioneta que ahora contrataron. No obstante, el nivel de inasistencia supera el 20% de los matriculados.

“Las autoridades no se tienen que olvidar de estos lugares. Es que la gente sufre mucho el desborde del río que, según me dijeron, se quedó sin barrancas. Es decir que está a la altura del camino y por eso apenas llueve sale de su cauce”, advirtió la educadora. “Además de la necesidad de arreglar el río, apremia arreglar el camino y disponer de un vehículo para transportar los chicos a clases. Algunos deben hacer hasta cuatro kilómetros caminando”, añadió Acosta.

No bajan los brazos
La vecina Gladis Correa es, junto con las docentes, una de las que le pone garra al compromiso con los niños. La mujer es cocinera, vive a tres kilómetros de la escuela y atiende el comedor. Carece de vehículos y al trayecto lo hace descalza. Es para evitar que el barro termine destrozando sus zapatos, explica.

“Lo de las inundaciones es una historia sin fin aquí. Se las sufre bastante. Siempre esperamos que alguien se acuerde de nosotros y nos acerque una solución a nuestros problemas. No se puede vivir en medio del agua, con el miedo a terminar arrastrados por las aguas” concluye.

Luvia y anegamientos
Ayer las lluvias, que no dan respiro, volvieron a anegar el paraje Bajo Sueldos, en Ciudacita. Unas 20 familias sufrieron el embate de las aguas que desbordaron del río Medinas. La correntada cubrió un sector de la ruta provincial 329 y caminos vecinales.

También la crecida agravó la situación de los pobladores de Los Agudo y La Junta, al Este de Aguilares, que permanecen inundados desde hace más de dos semanas.

No se informó de evacuados.

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