“Trabajar y hacer ladrillos; es lo único que sé”

“Trabajar y hacer ladrillos; es lo único que sé”

Tomás Humberto Zabalza, de 67 años, nacido en Jujuy, trabaja solo.

LA GACETA / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO LA GACETA / FOTO DE JORGE OLMOS SGROSSO
22 Marzo 2015
Nació en San Lucas, Jujuy. Quedó huérfano y fue separado de sus hermanos cuando lo llevaron a Salta. A los 11 años aprendió a hacer ladrillos y desde esa edad, no dejó de trabajar ni un día. No sabe hacer otra cosa, asegura. No sabe de feriados, aguinaldo ni vacaciones. Trabajó muchos años en Villa Quinteros y luego descubrió que nunca le hicieron los aportes que le descontaban de su sueldo. Afincado en Cafayate, hace 34 años que viaja todos los lunes a Colalao del Valle, porque ahí hay leña, barro y greda para hacer sus ladrillos. Ahí se queda toda la semana. Con lo que gana ayuda a sus cuatro hijos y catorce nietos. Durante el invierno, cuando se detiene la producción de ladrillos, hace changas; entre otras cosas, corta leña para vender. Es aguantador para el calor, pero este último verano las altas temperaturas le resultaron difícil de soportar, por lo que arrancaba el día a las 5 de la mañana. Tomás Humberto Zabalza, de 67 años, trabaja solo: únicamente lo acompañan el sol implacable, los añejos algarrobos, una antigua radio y la eterna monotonía del moldeado del barro. De vez en cuando, cuando pasa algún auto, la ruta 40 le hace levantar la mirada.

Galería 28 fotos Luego de atravesar el valle de Tafí y llegar a El Infiernillo, a casi 3.000 metros de altura comienza el descenso por la ruta provincial 307. El clima se vuelve más templado y agradable; pasando por Amaicha del Valle se llega al empalme con la mítica ruta nacional 40 y, en el kilómetro 4.306, aparece Colalao del Valle, un lugar donde la tranquilidad de sus calles y el lento paso del tiempo conquista la mirada del viajero. Quizás por eso no se sorprenda al enterarse del significado de su nombre en la lengua quichua: Colalao es “arrullo de paloma”, ese canto con el que las aves se enamoran. LA GACETA / Textos y fotos de Jorge Olmos Sgrosso (Prohibida su reproducción)
Regado por el agua del río Santa María, a 190 kilómetros de la capital, Colalao del Valle resguarda colores, aromas y sabores de las alturas. La actividad vitivinícola marca el pulso del pueblo, que por estos días se encuentra en plena vendimia. La uva blanca torrontés, introducida por los inmigrantes españoles a principios del siglo XX, se ha convertido en el orgullo de las tres bodegas que producen vino. Un gigante que se despierta cuando se cultiva la tierra
Marzo es la época de la vendimia. El pueblo, de unos 1.800 habitantes, ubicado en la frontera con la provincia de Salta, tiene un movimiento más acelerado que lo habitual. Las uvas que se cosechan (malbec, cabernet y su estrella el Torrontés) serán procesadas y fermentarán en las tres bodegas que se encuentran en la zona y que, año a año, van posicionando los vinos tucumanos en mercados competitivos y exigentes
La amplitud térmica entre el día y la noche, su clima seco, su suelo arenoso y los 1.800 metros de altura sobre el nivel del mar en los que se encuentran los viñedos, dejan un sello característico sobre las uvas y los vinos de la región de este gigante dormido de nuestra provincia
TACTO. Nicolás enseña las uvas malbec recién cosechadas; de imediato ingresarán a la bodega para iniciar la alquimia que las convertirá en vino
CUESTIÓN DE PIEL. El remontaje es un movimiento que se le hace al mosto (jugo de uva) para que tenga mayor contacto con la piel de la fruta durante la fermentación alcohólica.
ESCALA BAUMÉ. Mide el grado de azúcar convertido en alcohol.
Colalao del Valle cuenta con un hospital, escuela primaria y secundaria. Los jóvenes se ven obligados a irse del pueblo por la falta de oportunidades para trabajar y progresar. La tierra es poco cultivada y la producción vitivinícola emplea poca mano de obra; aún así, cuesta conseguirla; hay quienes dicen que los subsidios pusieron en peligro de extinción la cultura del trabajo, tanto en jóvenes como en adultos. Las quejas por falta de obras para el pueblo y el turismo se multiplican en las voces de sus habitantes
Tomás Humberto Zabalza, de 67 años, trabaja solo: únicamente lo acompañan el sol implacable, los añejos algarrobos, una antigua radio y la eterna monotonía del moldeado del barro. De vez en cuando, cuando pasa algún auto, la ruta 40 le hace levantar la mirada.
Trabajar y hacer ladrillos; es lo único que sé (Tomás Humberto Zabalza). Nació en San Lucas, Jujuy. Quedó huérfano y fue separado de sus hermanos. A los 11 años aprendió a hacer ladrillos y desde esa edad, no dejó de trabajar ni un solo día
PRIMERA BODEGA. Toneles de algarrobo en la bodega de 1900
Baltazar “Yiyo” Chico Zossi tiene 70 años. Es nieto de Baltazar Chico, español que en 1886 llegó a Colalao del Valle para ganarse la vida como agricultor. En esa época ya existían pequeñas plantaciones de vides criollas
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