Como empezar de cero
La recaudación de impuestos de febrero terminó de confirmar por qué el Gobierno nacional no quiere tocar Ganancias. Sencillamente porque es tal vez el único tributo que le garantiza un piso de ingresos necesario para costear los gastos del Estado. Tres de cada 10 pesos que recauda el fisco nacional corresponden a Ganancias. Entonces, ¿qué razones tiene la gestión de Cristina Fernández para tocar el mínimo no imponible o reajustar las escalas sin afectar la recaudación? Esa es la clave de tanta demora oficial por modificar el impuesto. No hay otro gravamen que le garantice aquel piso de dinero mucho menos de expansión interanual (fue del 40% en Ganancias) en momentos de desaceleración económica.

Si algún candidato presidencial promete tocar Ganancias y Bienes Personales, lo primero que debería cruzarse por la mente del votante es cómo hará para compensar ingresos sin crear impuestos. ¿Acaso alguno de ellos estaría dispuesto a resignar recaudación con una medida tan popular como necesaria? ¿Y los futuros gobernadores estarían de acuerdo con perder parte del dinero coparticipable? Esa es la pelea política que se librará en 2016. Este 2015 es nada más que un año de transición. No habrá soluciones mágicas para problemas estructurales de vieja data. Todos los postulantes a asumir la presidencia de la Nación lo saben. Por esa razón, se blindaron con equipos económicos con hombres y mujeres que tienen vasta experiencia en el manejo de las finanzas. De igual modo sucederá en las provincias. En algunas, como es el caso de Tucumán, la próxima administración será como empezar de cero, y no desde el subsuelo. En otras, en cambio, continuarán los desequilibrios financieros que no les permitirán a esas jurisdicciones abandonar el déficit en sus cuentas públicas.

El domingo pasado, al dar su último mensaje de apertura de las sesiones ordinarias de la Legislatura como gobernador, José Alperovich expuso que, en la actualidad, la deuda pública de Tucumán representa tan sólo el 15,6% del Presupuesto de la provincia. En buen romance, eso significa que le dejará a su sucesor un endeudamiento superior a los $ 4.000 millones. Esa es la buena noticia. La mala la dio a renglón seguido. “Hoy, el 87% de la deuda es con la Nación, y el 79% ha sido reprogramada. Debemos cancelar su última cuota en diciembre de 2030, nominada en pesos, sin ningún índice de actualización ni variación en el tipo de cambio”, remarcó el mandatario.

Con un esfuerzo fiscal, cualquier administrador intentará saldarla en menos tiempo (tal vez en cinco años). La cuestión de fondo es si el acreedor aceptará una cancelación anticipada del pasivo. Eso no se mide a través de una ecuación financiera, sino a través de la dependencia política de un distrito al poder central. Pero aquel endeudamiento viene con yapa: “180 cuotas mensuales iguales y consecutivas (es decir, en 15 años)” que el gobierno nacional cobrará a Tucumán por el arreglo que se llegó ante el Ciadi por el viejo litigio con Aguas del Aconquija.

El margen de maniobra fiscal de la próxima gestión no será tan holgada como la que tuvo Alperovich en el primer mandato de los tres períodos que gobernó Tucumán. Los recursos propios ya no son tan expansivos como entonces, porque la desaceleración de la economía golpeó fuerte a las economías regionales. Ingresos Brutos seguirá siendo la gallina de los huevos de oro y hay que ver si el próximo mandatario sostendrá la política de reajustar los impuestos patrimoniales (Inmobiliario y Automotor), a través de revalúos constantes. Si bien la dependencia de Tucumán al giro de recursos federales coparticipables no es tan fuerte como en otros años, el freno del envío de esas remesas torna que el camino fiscal sea sinuoso, al menos entre 2016 y 2017, dos años de importantes vencimientos de la deuda, si no hay una nueva refinanciación mediante. Hoy, al menos el 68% de los ingresos de la provincia corresponden a la recaudación federal. La disminución o el incremento de ese porcentaje marcará a fuego el grado de dependencia o independencia de la provincia al Gobierno nacional. En consecuencia, Dios seguirá atendiendo en Buenos Aires y hacia allí tendrá que ir más seguido el gobernador de turno.

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