Los “antihitos” K
02 Marzo 2015

Hugo E. Grimaldi - Agencia DyN

Por ser el último de este ciclo, el análisis de un mensaje tan trascendente como el que la presidenta de la Nación brindó ante la Asamblea Legislativa obliga no sólo a bucear en aquello que expresó, sino a meterse de lleno también en lo que no dijo y en la resignada reacción social del kirchnerismo de a pie ante tales omisiones.

En verdad, fueron dos discursos en uno, con dos ritmos bien diferentes. Primero, estuvo el de la enumeración de “hitos”, a ritmo bastante cansino y de muy buen talante, como si Cristina Fernández estuviese brindando un curso de relato llevado a su máxima expresión.

Luego, llegó el turno de la exaltación derivada de unos carteles más que oportunos que aparecieron dedicados a la causa AMIA, tramo en el que la Presidenta se ocupó de embarrar la cancha, abriéndole el juego a la responsabilidad de Israel y pasándole parte de la pelota a la Corte Suprema.

Si bien de esta segunda parte del mensaje saldrán las mayores polémicas y derivados que contribuirán a diluir otros aspectos aún oscuros de la acusación del fiscal Nisman y de su propia muerte, el primer gran bloque del discurso fue un recitado de logros y de más logros, algunos sustentados en cifras amañadas, otros en proyectos que se han quedado a mitad de camino y, por último, en realidades que se deslucen por la falta de sinceridad general.

La presidenta de la Nación le dedicó más de media alocución para hablar del “Estado de la Nación” para darle a su público la letra que ese público esperaba, que es la misma que muchos de los militantes usan para adoctrinar o para discutir sin argumentos cuando la realidad les gana cada una de esas partidas. Como un pirata cegado de un ojo, el discurso oficial hizo a un lado una vez más a la inflación, la inseguridad, la penetración de la droga, la pobreza, la indigencia y la desnutrición. Está claro que ninguno de estos “antihitos” que son tan incómodos para el relato de logros oficiales no sólo no integran el debe del kirchnerismo, sino que directamente no existen.

Farsa colectiva

Si se mira desde afuera la historia se concluye que todo el habitual tachín-tachín es al final una gigantesca farsa colectiva en la que la Presidenta parece ser que está mal informada o que se pasa de pícara, mientras que los que la aplauden hacen como que le creen.

No parece raro que las ovaciones surjan de dirigentes que cuidan sus quintas, pero es más difícil de analizar que no haya cuestionamientos entre la gente del común, la misma que se mojó en la plaza, a la que parece que estas cuestiones ni les rozan, cuando son problemas que a otros miles de argentinos les importan mucho.

Cuando este periodista llegaba ayer a la zona de Congreso, al bajar de la Autopista, vio a una niña de no más de 15 años con una bebita en sus brazos pidiendo monedas. No tuvo suerte con el auto que circulaba más adelante, que lucía una bandera de una agrupación kirchnerista en su luneta trasera. Cuando se acercó, pregunté cuánto le habían dado y contestó que quien manejaba le había dicho que si quería comer algo que vaya a la plaza.

Parece ser que los que se dicen peronistas del siglo XXI, dejaron la solidaridad de lado y, de pronto, se volvieron insensibles.

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